jueves, 7 de octubre de 2010

Carta a un positivista a propósito de la causa primera


Estimado J.,

Supones que el universo es contingente, pues tal significa que de las propiedades matemáticas de una teoría no se sigue la existencia de lo teorizado por ella. No entiendo, entonces, por qué la hipótesis del creador no te parece forzosa, habida cuenta de que el universo indudablemente existe. Es decir, aceptado que ningún objeto se explica a sí mismo, y que las teorías no tienen poder para causar nada; aceptado también que si lo contingente existe es porque existe igualmente lo necesario, ¿qué te impide reconocer la necesidad de una causa incausada distinta de este y de cualquier otro universo?

El plano lógico y el físico han de mantenerse separados en la medida de lo posible para no dar lugar a galimatías filosóficos. Luego, no he de reconocer, puesto que siempre lo di por cierto, que necesario tiene distintas acepciones según el contexto, como por lo demás ocurre con tantas otras palabras. Eres más bien tú quien debería aplicarse esta lección y apostar por la polisemia que predicas, lo que despejaría de inmediato los falsos dilemas que te planteas.

En primer lugar, declaro que tu estipulación de lo necesario en sentido lógico me parece correcta y la comparto. Pero, como tú mismo te encargas de señalar, los usos de la palabra no se agotan ahí, aunque te quedes a medias y no expliques qué otros usos son posibles y válidos (no en vano militas en el positivismo lógico, cuyos límites no estás autorizado a superar so pena de rebasar tu propia metodología). Añado, pues, que en un sentido físico y no lógico lo necesario es lo que sólo requiere de sí mismo para ser comprendido, ya que no mantiene vínculos de subordinación con ningún otro elemento. En lógica, sin embargo, lo necesario no tiene por qué coincidir con lo autoevidente inmediato, esto es, con el principio de no contradicción, sino sólo contemplar mediatamente dicho principio, subordinándose a él en tal manera que negar la subordinación equivalga a violar el principio.

En Derecho -y lo jurídico no es más que una transposición idealizada de lo físico- hablamos de principios absolutos o fundamentales y de disposiciones derivadas de o acordes con aquellos principios, que en sí no están sometidos a censura ni escrutinio, puesto que se dan por buenos sin discusión. Tales principios no son actos de voluntad a los que se pueda imputar dolo o negligencia, ni proposiciones descriptivas de estados de hecho de cuya exactitud quepa dudar. Tampoco son tautologías, ya que de lo vacuo no se sigue ningún deber que obligue a nuestra conducta a decantarse en un sentido antes que en otro. Son, pues, absolutos semejantes a los absolutos físicos, aunque operando en el reino de los fines en lugar de en el de las causas.

Dicho esto, ¿quién se atrevería a replicar que con las nociones de lo necesario físico o de lo necesario jurídico estoy proponiendo absurdos o expresiones insólitas, ajenas por tanto a la práctica común de los hombres? Es concebible una necesidad física del mismo modo que, a contrario sensu, se concibe sin dificultad la contingencia física, entendida como el estado de dependencia o atadura de un ente con todos los demás. Escribo "con todos los demás" porque si esta dependencia se predicase de un ente respecto a unos y no respecto a otros entes, cabría afirmar que algunos entes son absolutos en cierto sentido y no absolutos en otro, lo que nos obligaría a explicar el por qué de lo absoluto en el primer caso, cuando por definición, según se ha dicho, lo absoluto es lo que no puede explicarse de forma extrínseca. Luego, si un ente está atado, no puede estar al mismo tiempo suelto, y tampoco puede estar atado a sí mismo más allá de la constatación obvia de que todo lo está (la ipseidad escolástica), ya que por el hecho de ser se es forzosamente con uno mismo.

De esta serie de razonamientos resulta claro como el sol que lo contingente o atado no puede darse sin lo necesario o suelto. Ya que, para estar algo propiamente atado, la atadura debe remitir a otra cosa a la que se sujete, a no ser que se pretenda que expresiones como "el átomo se autosubordina y se autosustenta" nos ofrecen algún dato sobre la realidad fenoménica (la única, añado, que debería interesar a un positivista). Y si lo que sujeta, a su vez, es sujetado, repitiéndose este extremo indefinidamente, la sujeción es ilusoria. Tomemos un conjunto de tres elementos al que llamaremos universo. Si A se sujeta a B, B a C y C a A, es patente que C se sujetará a B por medio de A, A a C por medio de B, y B a A por medio de C. De esta manera, todo elemento se sujeta al otro y lo sujeta, se subordina y se supraordina, es causa y efecto a la vez, lo que es posible en parte pero no en términos absolutos, excepción hecha de que se demuestre tal substancialidad y completa autonomía, lo que no ha de presuponerse. Con todo, dado que no hay más elementos que los mencionados, hay que afirmar absolutamente que en el universo que tales constituyen lo causal y lo causado son lo mismo.

En suma, si no hay causa primera o trascendente, se admitirá que la causalidad no es veraz sino fingida; y si no hay un ente cuya necesidad se dé por sentada, confesaremos que los entes llamados contingentes son en realidad causa de sí, sólo por sí mismos explicables y, por tanto, necesarios. No obstante, tú niegas la consecuencia -a saber, que el universo sea necesario-, por lo que, insisto, no acierto a adivinar cómo te zafas de estas aporías.

3 comentarios:

Héctor Meda dijo...

¿Y qué te parece la postura del materialismo filosófico para evitar la regresión infinita causal?

Cito:
(...)Pero lo principal a señalar, desde el materialismo filosófico, es esto, a saber, que la tesis de la recurrencia infinita de la materia en devenir no implica, en absoluto, una regresión infinita causal, sencillamente porque eso sólo puede admitirse desde el Monismo del Orden donde "todo está conectado con todo". Este monismo holístico hace inviable la causalidad porque para explicar el más mínimo proceso causal habría que apelar a la totalidad de los entes existentes y existidos en el Universo, lo que haría inviable el conocimiento, como ya advirtió Platón en El Sofista.

En cambio, el Principio de Symploké platónico, que demuestra las contradicciones de las Ontologías monistas del orden, nos lleva a considerar al principio de causalidad como moviéndose siempre en contextos constitutivamente finitos (llamados armaduras), porque unos procesos causales se desconectan de otros, o porque están desconectados, por principio, de otras entidades o procesos del Universo.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Creo que Bueno interpreta mal a Platón. El argumento que da Platón en el Sofista para rechazar la synechés o continuo es que, si todo se mezclase con todo, "El cambio mismo estaría en reposo, y el reposo mismo, a su vez, cambiaría". Pero esto sólo cabe afirmarlo de la mezcla anárquica, no de la mezcla causal, que obra siempre proporcionada a razones, y donde no ha lugar presumir que algo es al mismo tiempo de un modo y del opuesto. No se combate, pues, el continuo causal, sino el continuo fenoménico de quienes no creen en la causalidad.

Miserere mei Domine dijo...

Evidentemente, el positivista se revolverá para encontrar cualquier escapatoria que le permita salir del evidente atolladero al que le lleva su creencia. Cualquier opción le será válida con tal de no aceptar que la causa primera es la hipótesis más lógica y razonable.

Esto termina... como en bastantes conversaciones que he tenido, en un posicionamiento que contradice el pensamiento científico y la lógica más elemental. Y en la expresión, por parte del positivista, de la necesidad de revisar las premisas para considerar qué es ciencia.

Es decir... si me obligan a llamar al árbol, árbol... es que el diccionario debe ser reformado.

Estupenda entrada estimado Irichc. Saludos :)