domingo, 21 de agosto de 2016

Onus probandi


Es cierto que Dios no puede comprobarse empíricamente. Por ello la filosofía ha extraído conclusiones sobre este punto basándose en los efectos o causas segundas, esto es, juzgando si es posible que lo que existe en el espacio y en el tiempo y está determinado carezca absolutamente de causa; o si cabe hablar de un tiempo o un movimiento sin comienzo; o si tiene algún sentido afirmar que algo es mutable y perecedero en sus partes pero inmutable y eterno tomado como un todo.

Dado el carácter metafísico de la cuestión en liza, no es cierto que los ateos deban probar sólo una proposición negativa (i.e., "Dios creador no existe"). Deben probar asimismo una proposición afirmativa: que el universo es eterno e increado, o producto de la nada. Sin cualquiera de estas demostraciones, y suponiendo que tampoco haya ninguna a favor de la existencia de Dios, la posición racional sería la del escéptico, en detrimento de las del teísta y el ateo, que carecerían de fundamento exactamente en la misma medida.

Sin embargo, la existencia de un dios de estas características (espiritual y causa primera del universo) es más accesible a la razón, y por ende más demostrable y más creíble, que el ente cuya existencia postula el ateo, esto es, una naturaleza eterna e increada (acausal), o producida por una no-causa.

No parece muy plausible que el carácter increado del universo pueda probarse empíricamente. El motivo de ello es que sólo podemos comprender lo infinito privativamente, por sustracción de límites. En este sentido puede afirmarse que el concepto de Dios está limitado por el de materia, por lo que sólo suprimiendo este límite (o postulando su no necesidad) cabe que haya un dios como el propuesto. Análogamente, el concepto de universo increado está limitado por el de Dios creador, de manera que sólo suprimiendo este límite (o postulando su no necesidad) cabe que haya un universo como el propuesto.

Así, en el caso de Dios creador, concebimos un ser sin los límites de la materia e inferimos de esta hipótesis el atributo de la omnipotencia. Brevemente: basta que la materia no sea necesaria para que Dios creador sea posible; y basta que la materia sea posible (no necesaria) y exista efectivamente para que Dios creador sea necesario (como agente que provoca que lo meramente posible devenga efectivo).

En el otro extremo de la balanza, un universo eterno e increado exige para ser posible que un comienzo del tiempo no sea necesario. Con todo, de ello no se seguiría la necesidad de un universo sin comienzo temporal, que sólo podría postularse si el comienzo del tiempo (su paso del no-ser al ser) fuera imposible.

Ahora bien, el comienzo del tiempo sólo es imposible si se presupone la eternidad de la materia sujeta a temporalidad, en tanto que la conversión de un ente atemporal o inmutable en un ente temporal o mutable conlleva una contradicción lógica, toda vez que la noción de inmutabilidad excluye la de conversión o cambio. En otras palabras, el no-comienzo del tiempo sólo es necesario si se presupone que el tiempo carece de comienzo, lo que obviamente constituye un argumento circular.

Solamente bajo la hipótesis de una creación "ex nihilo" es posible el comienzo del tiempo, dependiendo la realización de dicha posibilidad de la existencia de Dios creador. Ello se sigue del axioma por el cual lo contingente no puede llegar por sí solo a la existencia, dado que si lo hiciera sería necesario o "causa sui".

Por otro lado, si es posible el comienzo del tiempo, el no-comienzo del tiempo no es necesario (pues lo contrario de lo necesario es lo imposible, no lo posible), y éste queda reducido "ex hypothesi" a la mera posibilidad. La realización de la misma depende, a su vez, de la no concurrencia de un inicio temporal.

En conclusión, mientras no se invalide la posibilidad del comienzo del tiempo y se pruebe en buena lógica su imposibilidad (lo que conllevaría probar indirectamente la necesidad del no-comienzo del tiempo), deberá defenderse que el no-comienzo del tiempo y su comienzo son igualmente posibles, como conviene a la libertad de Dios creador. Luego sólo en el estado por defecto (equiposibilidad de los opuestos) un Dios creador libre es posible, al ser congruente con su noción, mientras que en dicho estado un universo necesario es posible, pero incongruente en tanto la disyuntiva no se resuelva, así como otras aporías que afectan a dicha tesis. La carga de la prueba, pues, concierne en mayor medida al ateo que al teísta.

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