domingo, 8 de febrero de 2009

Cuatro tesis


1. Nadie honesto puede negar que el catolicismo es también política, en la medida en que se ocupa de fundamentar la moral y de organizar sus recursos.

2. E converso, sostengo que el laicismo es también ateo, aunque el ateísmo no sea siempre laicista (sí en la inmensa mayoría de casos).

3. Subrayo que los laicistas no quieren librarnos de la teocracia que nunca hemos tenido en Occidente. Su cometido es, en cambio, detener la penetración cultural del llamado clericalismo. Éste es un fenómeno difuso que comprende desde el Tribunal del Santo Oficio hasta un crucifijo en el aula de un país democrático; desde las encíclicas papales hasta mis comentarios en un ignoto foro de internet; y desde un juramento hasta la Misa en B menor.

4. Afirmo, por último, que es imposible sin el empleo de la fuerza eliminar una opción política (el conservadurismo, el iusnaturalismo, etc.) salvo que se consiga secar antes su raíz intelectual. El laicismo no parte de la negación dialéctica de su contrario, quedando abierta la alternancia, mas de su anulación axiomática. Por consiguiente, la ideología laicista no sólo combate con recursos públicos contra una forma de hacer política, sino también contra una forma de pensar y de expresarse.

5 comentarios:

Héctor Meda dijo...

1. No, ¿por qué? Dos miembros de una misma sociedad pueden vivir bajo las mismas leyes independientemente de que uno crea que estas se fundamentan desde una divinidad y el otro desde un pacto social. Digamos que la política dice qué hay que obedecer, la moral por qué.

2. No, ¿por qué? Si yo tengo unos deseos que chocan con los deseos de otro lo lógico es que cedamos mutuamente en aras de la convivencia. Esa política de cesión en lo público es el laicismo y por tanto esa voluntad de ceder, de ser laicista no tiene nada que ver con los deseos con los que se parta

3. No, ¿por qué? Lo único que pretende el laicismo es que nadie pague por sustentar creencias que no son suyas. No nace el laicismo para frenar el clericalismo sino para fenar la ateofobia (islamofobia, etc), es decir, para respetar y abrigar otras creencias. El laicista podría decir parafreseando a Voiltare: No estoy de acuerdo con tus creencias pero daría mi vida para que nadie te impusiera otras

4. No, ¿por qué? El laicismo busca que en la política no prevalezcan y por tanto, no aparezcan unas creencias u otras pero sólo lo busca en la política. Fuera de ella quien busque acabar con creencias ajenas será otra cosa que en lo político coincide con el laicista pero no es uno de ellos.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Hola, Hector.

A guisa de explicación, reproduzco mi respuesta en el blog de Jesús.

Existen cuatro formas de impiedad, por emplear un término genérico, que serían las siguientes, de menor a mayor concreción:

a) El escepticismo, que se posiciona en contra de cualquier religiosidad y de toda convicción moral.

b) El ateísmo, que combate la justificación racional de las formas de religiosidad teísta o animista.

c) El anticlericalismo, el cual impugna la influencia del poder espiritual -representado en la tierra por los clérigos y su grey- sobre el poder temporal.

y d) El laicismo, que replica los postulados del anticlericalismo, pero valiéndose de los fondos públicos.

Observo que en Occidente, excluyendo algunos experimentos calvinistas, no ha habido teocracias ni nada apunta a que vaya a haberlas (al menos bajo signo católico). Por lo que deduzco que el laicismo ha de querer defendernos de otra cosa, y que es la misma de la que nos previene el anticlericalismo. Al esgrimirse desde el poder público y como doctrina constitucional, el laicismo no pretende convertirse en partido como un anticlericalismo al uso, sino que ha de excluir a su contrario de idéntica manera a como la ley excluye al crimen y la autoridad al desorden. Su contrario es el clericalismo, esto es, la penetración cultural de la trascendencia, igualada así a la conducta facinerosa.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Jugando un poco a ser Joaquín de Fiore, aprovecho para señalar la evolución de los impíos, que han actuado como una misma cabeza desde el Renacimiento hasta la fecha:

a) Surge el escepticismo como corriente intelectual respetable (Montaigne, siglo XVI).

b) El ateísmo encuentra hueco en la ciencia y el pensamiento ilustrado bajo prismas cada vez más materialistas (Hobbes, Spinoza, Diderot, d'Holbach, siglos XVII-XVIII).

c) El anticlericalismo, con el respaldo del pensamiento de cierta Ilustración, y muy particularmente de Rousseau, se hace con el poder y extiende la revolución en Europa, convirtiéndose en una fuerza ideológica (de 1.789 hasta el fin del siglo XIX).

d) El laicismo es implantado en sociedades democráticas (Francia, 1905) y comunistas (Rusia, 1917). Con la consolidación del liberalismo democrático, se extiende en la comunidad política la convicción de que el poder sólo puede fundarse en la voluntad del pueblo elector. Ello destruye la necesaria diferenciación, hecha sentir por el cristianismo, entre lo temporal y lo espiritual, conduciendo a la postre a la negación de la libertad de consciencia.

Héctor Meda dijo...

En tu último comentario dices: Con la consolidación del liberalismo democrático, se extiende en la comunidad política la convicción de que el poder sólo puede fundarse en la voluntad del pueblo elector. Ello destruye la necesaria diferenciación, hecha sentir por el cristianismo, entre lo temporal y lo espiritual, conduciendo a la postre a la negación de la libertad de consciencia.

Cierto es la existencia histórica del movimiento que tú afirmas, creador, a la postre, de las vertientes totalitarias habidas en el s.XX pero rechazo que eso haya provenido del liberalismo democrático, antes bien, el liberalismo siempre ha defendido el carácter absoluto -a veces de forma dogmática, veáse el anarcocapitalismo- de ciertos derechos como y especialmente el derecho de propiedad que ninguna voluntad -sea general o particular-tiene derecho a derribar.

Lo que tu apuntas es más cierto para el socialismo y cierta izquierda, que yo llamé moralista, la cuál, efectivamente, ha entronizado al estado al punto de absolutizarlo.

Por lo demás, asumiendo que sí, que ciertos valores no están en venta que han de ser apartados del mercadeo político, digo, asumido eso ¿ello implica que incluso necesitamos del tutorazgo de un institución religiosa para el ajuste de los valores temporales?

Dices en tu primero comentario, apartado c): El anticlericalismo, el cual impugna la influencia del poder espiritual -representado en la tierra por los clérigos y su grey- sobre el poder temporal

Entonces ¿dónde queda la separación entre Iglesia y Estado, caracerística de las sociedades abiertas? Pareciera que la ves como mero anticlericalismo.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Puede haber influencia sin confusión, ¿no crees? E incluso fundamentación religiosa del poder sin que quepa asumir la identidad religiosa de éste. Te remito al texto de Schmitt que copié hace unos meses y al apresurado comentario que va adjunto a continuación del mismo.