jueves, 24 de diciembre de 2009

Corrupción




Está mal planteado. La violencia no es "el mal", pues ello depende de los fines que persiga. El mal moral conlleva desear la destrucción de los demás, sin que pueda alegarse una razón comprensible para ello y con independencia de si somos nosotros mismos quienes la llevamos a cabo. Es una característica de la esfera intencional, no de la conductual, aunque penetre en ella eventualmente.

El mal está más allá no sólo de la justicia, también del egoísmo y de la racionalidad. El egoísta sacrifica el bien ajeno en favor del propio, al que valora mucho más, y en este sentido es coherente con su escala de valores en la medida en que no logra identificarse con nadie distinto a él. Pero el malvado siente placer ante la desgracia ajena precisamente al identificarse con ella. La empatía funciona aquí en sentido inverso al esperado: en lugar de propiciar la compasión, da lugar al odio.

Alguien es herido y, con todo, no lamento la suerte de mi semejante, ni me conformo con aliviarme por no ser él, sino que me alegro en secreto. Ésta es una secuencia de pensamiento habitual y a un nivel consciente en hombres normales. Se manifiesta a través de la íntima satisfacción sádica, que a menudo es exteriorizada mediante la risa, pues uno suele reírse de las desgracias del prójimo, pequeñas o grandes.

¿Qué vestigios animales, qué remoto instinto se halla en la raíz de la maldad humana?

4 comentarios:

Ignacio dijo...

No es animal: es cultural.

Felipe Postigo dijo...

Tal vez lo que se celebre sean las mejoras obtenidas en la gran batalla personal de la competencia y por el predominio sobre los demás y sobre el medio. Sin duda, una muestra más de lo mucho de animal que atesoramos. Lo que me pregunto es si ese comportamiento se puede definir como maldad en el sentido estricto de la palabra.

¡FELIZ NAVIDAD!

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Felipe:

Los animales no muestran placer por la desaparición o el daño de un semejante. Más bien pena o indiferencia. Tampoco hay ninguna conducta en ellos que sea equiparable a la risa humana, la risa sádica. A lo sumo ríen manifestando sorpresa, como algunos primates. No hay, pues, conexión evolutiva entre nuestra risa y la suya.

Por otro lado, lo que la maldad celebra no es el triunfo egoísta sobre los intereses de otros, sino el mal por el mal, esto es, el daño que un tercero experimenta y que no me reporta ninguna ventaja. Examínate y verás que tienes estos sentimientos a diario. Aunque es cierto que sólo podemos llamar malo al que cede a ellos, no al que meramente los padece.

Una última observación teológica: Jesús jamás ríe de forma explícita en el Evangelio. La risa, escribió si no recuerdo mal San Bernardo, es agradable porque muestra nuestra confianza en la resurrección. Fuera de esta legítima alegría, que justifica por sí sola la ligereza de reír, la risa es pecaminosa.

Ignacio:

En cualquier caso la cultura la hacemos los hombres, con lo que el problema del origen del mal queda sin resolver.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Y Feliz Navidad, aunque ya la felicité con música "urbi et orbi" :-)