1. El bien y el mal, si es que alguien se jacta de conocerlos con claridad, no son atributos universales que nos guíen en la práctica, pues juzgamos cada acción por su conveniencia particular según la circunstancia y no por su adecuación a principios abstractos.
Si reconoces lo malo y lo bueno, sabes qué son el mal y el bien, ya que no puede ser casuista quien no conoce el caso típico. Además, los casos particulares remiten siempre a leyes generales anteriores o sientan precedente, por lo que nunca son hechos aislados de los que no quepa sacar consecuencias. Así, es malo incumplir una promesa, aunque a mí me favorezca en un determinado momento, porque con ello incentivo la mentira y la traición futuras. Luego, puesto que nadie es tan fuerte como para poder permitirse vivir siempre al margen de los pactos, nadie debe mentir para obtener un provecho ilegítimo y todos deben desear la igualdad de trato en igualdad de circunstancias. Por el mismo motivo, es malo perjudicar dolosamente a quien no me ha perjudicado (es decir, el crimen es malo), y es malo beneficiar indefinidamente a quien no me ha beneficiado (aunque esto sea más dudoso, ya que no todas las sociedades esclavistas fueron ineficientes, si bien resultan moralmente rechazables).
2. Grandes autores no logran ponerse de acuerdo en si es más acorde con la naturaleza humana la propiedad privada o la comunitaria; si el gobierno de todos, el de unos pocos o el de uno solo, y otras muchas materias de este estilo, no carentes de relevancia.
Esta discusión tiene tanto sentido como la que se plantee si para el hombre es más natural comer con tenedor o con palillos. No son éstas cuestiones que se infieran eo ipso de la mera humanidad, sino de índole cultural o histórica. Es absurdo pretender que una misma solución política valga siempre y en todas partes, ya sea en sociedades nómadas, agrarias o industriales; ya en ciudades grandes como en aldeas diminutas; ya en épocas de escasez y tumultos como en tiempo de abundancia y tranquilidad. Se puede ser relativista en lo político y racionalista en lo moral, porque -aunque harto convergentes en las repúblicas bien ordenadas- se trata de dos ámbitos distintos por definición.
Es cierto, con todo, que hay algunos iusnaturalistas que, junto a la apología de la justicia, quisieron hacer una apología de su siglo o de su clase social. Por ello incurrieron en el grave error de no distinguir entre ser un buen ciudadano y ser un buen hombre. Ahora bien, habrá ciudadanos utilísimos a su comunidad y que, no obstante, sean personas avaras, necias y desequilibradas, despreciables en suma; y habrá, por otro lado, hombres amables y santos que no tengan apenas comercio con el mundo y sus negocios. Es en base a esto que el derecho natural debe determinar lo bueno por su misma noción y juzgar lo útil en relación a sus fines, pero no puede establecer lo útil en sí, que no existe, ni acomodar lo bueno al gusto del momento.
3. El derecho es siempre artificial, resultado de interacciones sociales y preconcepciones de todo tipo, no parte de la naturaleza. Por tanto, no deben conferírsele propiedades objetivas como las de las cosas que observamos y con las que interactuamos, o las de las leyes del universo.
Muy ineptos tendríamos que ser para no constatarlo. No es lo artificial lo que se opone a lo natural, sino lo antinatural. Las infinitas prótesis a las que el hombre recurre para suplir su naturaleza defectuosa son prueba suficiente de ello. Así, aunque todo ordenamiento legislativo sea un artificio, al ser obra del hombre y producto mediato de su inteligencia, no todo ordenamiento es antinatural. Sería antinatural un Estado en el que, como en el relato de Cirano, los padres debieran obedecer a los hijos, o donde los animales y las plantas gozasen de igualdad jurídica respecto a nuestra especie. Pero no iba a ser menos resultado de la previsión y el ingenio que el Estado en que se mantuvieran disposiciones contrarias.
Si lo natural en el hombre fuera un instinto, esto es, una pulsión irreflexiva común a la especie, los hombres seríamos naturalmente justos y la ley o la educación resultarían prescindibles en este extremo. Pero no es eso lo que se pretende cuando se afirma que hay un derecho natural humano. Más bien se identifica éste con nuestra facultad de razonar, que -cuando tenemos a bien ejercerla- nos ayuda a descubrir los fundamentos de la moral, los motivos de nuestras preferencias a la hora de actuar y la congruencia de dichos motivos entre sí.
4. No hay principios morales en los que los hombres de cualquier índole y condición deban coincidir, aun cuando sean honestos y se apliquen a ello con todas las fuerzas de su entendimiento. Una formación distinta y un mayor o menor número de prejuicios propios de cada cultura impiden que la humanidad alcance nociones comunes si no es por la coacción.
Dichas nociones existen, y son tales como "las promesas deben cumplirse", "el bien debe retribuirse", "el mal debe castigarse", "el castigo debe ser proporcional" o, la más general de ellas, "el hombre busca la felicidad". El legislador decidirá desde luego incluir o no esos principios en su ordenamiento, sin necesidad de presuponer a un dios que se los silbe al oído. Pero no cae bajo su decisión el determinar qué es justo y qué deja de serlo, pues quien sostenga principios opuestos a los formulados sólo puede amparar el salvajismo y la tiranía.
5. Las teorías iusnaturalistas cometen la falacia naturalista, ya que pretenden deducir de premisas descriptivas naturalistas (juicios de ser) una conclusión imperativa (juicios de debe ser), lo cual constituye un error lógico-gramatical.
Esta falacia es falaz. De la naturaleza del ser se sigue lo más conveniente para él, y de la naturaleza de lo moral su mayor o menor correspondencia con ciertos actos.
6. Quien tiene la fuerza tiene el derecho.
El hombre rige con violencia sobre los animales, porque es de distinta condición que ellos, los cuales, a su vez, si no están impedidos o domesticados, atacan o inquietan al hombre. A contrario sensu, donde hay afinidad de principios y comunión de intereses la violencia no sólo es superflua, sino además incompatible con la armonía. Todos tienden a defenderse organizadamente de los más fuertes o a obligarlos a ponerse al servicio del bien común. Si alguien usurpa un derecho o prerrogativa, se afana en cubrirlo con el manto de la legitimidad aparente, lo que no sucedería si todos entendiesen que tal derecho debía seguirse de su mayor poder para arrebatarlo y mantenerlo. Incluso un soberano absoluto se cuidará de guardar la coherencia en sus decisiones para que su autoridad misma no sea cuestionada o se disperse en mandatos contradictorios. Es decir, ésta será absoluta respecto a los poderes temporales que le están sometidos, pero no respecto a la lógica.
5 comentarios:
Dichas nociones existen, y son tales como "las promesas deben cumplirse", "el bien debe retribuirse", "el mal debe castigarse", "el castigo debe ser proporcional" o, la más general de ellas, "el hombre busca la felicidad"
¿Seguro? Ya te puse en su momento el ejemplo de aquel judío que escapando de los nazis en un hogar que lo acoge, obliga a los moradores de éste mentir y bien mentido a los nazis cuando le preguntan si han visto a un judío.
Otro item: "el hombre busca la felicidad": Recuerdo una peli seudo sci-fi en donde había un doctor que te dejaba borrar selectivamente tus recuerdos, por ejemplo, todo lo relacionado con tu exnovia y ahora pregunto yo: ¿si muriera un ser querido tuyo, v.gr: tu hija, de veras te tratarías para olvidar su existencia y por tanto su dolor o bien ejercerías el doloroso luto y así harías que su paso por la tierra al menos no fuera en vano?
Pongo aquí unos comentarios sobre lo escrito:
1. No es tan fácil distinguir lo bueno de lo malo. Una célula madre puede curar una enfermedad, y sin embargo está mal visto por la Iglesia porque "se juega con la vida". ¿Se juega en realidad con la vida? Si se nos ha dado la capacidad de hacerlo y tiene beneficios respecto a la cura de enfermedades, ¿es malo o bueno?
3. Aunque coincido el lo primero expuesto, me surgen dudas ante el concepto de naturalidad. No es algo natural que los hijos deban obedecer a los padres, esto es más una costumbre. Lo realmente natural es que los padres deban cuidar de los hijos, y de ello surge consecuentemente la obediencia del hijo al padre. Se podrá decir pues, que como lo uno es natural, la consecuencia de ello también lo será. No es así puesto que el cuidar no hace necesario dar órdenes, así pues dar órdenes no es natural y en consecuencia cumplirlas tampoco lo es. Ojo, no siendo natural tampoco es inconveniente.
@Hector M., yo creo que una noción más extendida es el "no matar a un semejante" que se extiende por todas las culturas del mundo, en contextos totalmente diferentes, consecuencia de la empatía. (Quedan excluidos extremistas o terroristas, por razones obvias).
Respecto al segundo ejemplo que citas (me parece que he visto esa película también), ¿Es realmente feliz el que suprime un recuerdo? La felicidad es algo bastante complejo de definir. Podría decirse que es el estado alcanzado cuando están todos nuestros deseos y necesidades colmados o somos capaces de conseguirlo.
Así, aunque sea un deseo quitar un recuerdo, los recuerdos nos hacen ser como somos, forman nuestra personalidad y por tanto "somos" nosotros mismos. Alguien puede desear cortarse un brazo y ser con ello más feliz al cumplirse, pero ese deseo es fruto de algún extraño capricho o trastorno antinatural. Igual pasa con los recuerdos. Por eso, alcanzará antes la felicidad (o un grado)el que aprenda a vivir con el recuerdo, entendiendo por ejemplo, que la muerte es algo irreversible que tiene que asumir, o que la relación con su exnovia ha tenido cosas útiles que puede aprovechar.
De todas formas ya digo que la felicidad es algo realmente complejo. Una persona que anhela paz en el mundo no puede ser una persona completamente feliz, por ejemplo.
Héctor:
¿Seguro? Ya te puse en su momento el ejemplo de aquel judío que escapando de los nazis en un hogar que lo acoge, obliga a los moradores de éste mentir y bien mentido a los nazis cuando le preguntan si han visto a un judío.
Creo que irichc no se refiere a que existan reglas morales absolutas (esto es, "mentir está mal siempre", como creía Kant; evidentemente, toda regla tiene excepciones cuando entra en conflicto con otra regla; a veces mentir está muy pero que muy bien, como en el ejemplo que pones de los nazis), sino a que hay ciertas reglas morales o principios que todos compartimos.
Mentir sigue siendo malo, pero peor es chivarse a los nazis y ser cómplice de asesinato.
Héctor,
Creo que mentir es malo siempre y no hay circunstancia que lo haga bueno. Porque, si mentimos cuando nos interesa y cuando ello nos reporta un beneficio, ¿cómo establecer el límite? Por supuesto que yo mentiría en ése y otros casos que mencionas, a fin de evitar consecuencias terribles e inmoralidades mucho peores que un mero embuste. Pero se me habría puesto en una situación de "lose-lose", por utilizar el argot de la teoría de juegos.
El ejemplo que das a continuación, por el que se desea guardar el recuerdo de alguien pese al dolor que eso supone, no contradice la máxima de buscar cada uno la felicidad. No podemos concebir ser felices descuidando la memoria de un ser querido, aunque tampoco lo seamos recordando su muerte. Sin embargo, generalmente preferimos esto antes que aquello en la medida en que no sabemos desvincular la felicidad de la continuidad moral del individuo (de lo contrario sería la felicidad de "otra" persona, no la mía), mientras que sí podemos concebirla como subsistente tras una pérdida dolorosa.
HVN,
Los dilemas morales por conflicto entre bienes equivalentes pueden dejarnos sin respuesta, provocando un efecto parecido al de las paradojas lógicas. Pero así como la validez de la lógica no se cuestiona por la existencia de éstas, otro tanto debería suceder con la moral entendida como orden "a priori" de principios.
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