martes, 17 de febrero de 2009

San Anselmo según Leibniz




Llamo una perfección a toda cualidad simple positiva y absoluta, i.e., que expresa lo que expresa sin limitación alguna.

Ahora bien, dado que una cualidad tal es simple, se sigue que es inanalizable, i.e., indefinible; pues si es definible, no será por ello una cualidad simple, sino un agregado de varias; y acaso si es una cualidad simple, será definida por sus limitaciones, y por consiguiente será entendida a través de la negación de progresos ulteriores; pero esto va contra la asunción inicial, que era que es puramente positiva.

Sentado esto, no es difícil mostrar que todas las perfecciones son compatibles entre sí, i.e., que pueden coexistir en el mismo sujeto.

Sea una proposición del siguiente tipo: A y B son incompatibles (entendiendo por A y B dos formas simples, i.e., perfecciones; lo mismo vale si se toman más de dos simultáneamente). Es obvio que esta proposición no puede ser probada sin analizar ambos términos A y B, o cualquiera de ellos; puesto que de no ser así, no podrían tenerse en cuenta en el proceso racional, y la incompatibilidad podría ser igualmente demostrada en todo lo demás. Pero (ex hypothesi) son inanalizables. Por tanto, esta proposición sobre aquéllos no puede ser demostrada. Sin embargo, si fuera verdad, a buen seguro podría demostrarse, porque no es una verdad en sí misma. Pero las proposiciones necesariamente verdaderas son o bien probables por otras o bien autoevidentes. Así, esta proposición no es necesariamente verdadera - en otras palabras, no es necesario que A y B no estén en el mismo sujeto. Luego pueden estar en el mismo sujeto, y dado que idéntico razonamiento es válido para cualquier otra cualidad de este tipo que se elija, se sigue que todas las perfecciones son compatibles entre sí.

Luego existe, o puede ser entendido, el sujeto de todas las perfecciones, o el ser más perfecto. Es evidente, entonces, que también existe, ya que la existencia está comprendida en el número de las perfecciones. (Lo mismo puede afirmarse de las formas compuestas de absolutos, supuesto que haya tales).

Mostré este argumento al señor Spinoza cuando estaba en La Haya y lo encontró congruente. Lo desaprobó primero, pero lo puse por escrito, tras lo cual le leí esta hoja.


Leibniz

6 comentarios:

EL INDIO JOHN dijo...

¿Qué entiende Leibniz por cualidad simple positiva? ¿y sin limitaciones? Un saludo

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Si este argumento resultase atacable, lo sería en base a su definición. Pero ofreciéndome como su intérprete, y venciendo las resistencias que también me provoca la vaguedad de la misma, aventuro que Leibniz se está refiriendo a su teoría de las mónadas, que por aquel entonces no había formulado aún. Las mónadas son cualidades simples (no son cuantificables), positivas (son algo) y sin limitaciones (expresan la totalidad del universo, aunque lo hagan de una forma más o menos confusa).

La diferencia entre Dios y una mónada ordinaria no refiere tanto a su perfección de substancia, puesto que toda substancia abstraída del cuerpo sería máximamente perfecta, como a su condición de substancia necesaria, frente a lo contingente de las demás. Sólo la mónada suprema puede carecer de cuerpo y expresar el mundo desde su sola substancia, sin mediaciones físicas (nótese que lo fenoménico para Leibniz coincide con lo imaginario), aunque todas ellas lo expresen de un modo perfecto, es decir, sin limitaciones. Ninguna mónada progresa jamás: es lo que es siempre, distinguiéndose de otras por su mayor o menor adecuación a sí misma, de la que depende su representación del mundo (he aquí el problema de la subjetividad).

En resumen, todo se cifra en separar lo inadecuado, cuya existencia es accidental, y lo perfecto, de existencia inmutable. Lo accidental y lo inmutable pueden coexistir en un mismo sujeto si y sólo si la accidentalidad se refiere al sujeto in toto y no a ninguna de sus propiedades.

Saludos.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

En otras palabras: La necesariedad no es una perfección (es una cualidad lógica, no positiva), sino una consecuencia forzosa del hecho de poseer todas las perfecciones.

De nuevo: Ser perfecto no equivale a tener todas las perfecciones. La unidad es perfecta por definición (nada la complementa), mientras que la super-perfección que implica necesariedad está en función de la composibilidad de los atributos (nadie puede ser y no ser) y de las substancias (no pueden existir dos máximos sobre lo mismo, por la identidad de los indiscernibles).

Un hombre nunca es perfecto: siempre es posible añadirle algo que lo mejore, tras lo cual seguirá siendo hombre. Pero una unidad es o no es, sin que quepa establecer un término de progreso; no puede ser a medias, así como no se puede semiexistir. Es por ello que el hombre es algo más que una unidad. Leibniz lo definió como la unión metafísica (por la armonía preestablecida) de una unidad -el alma- y una multiplicidad o agregado -el cuerpo. Sin embargo, Dios no es más que unidad.

EL INDIO JOHN dijo...

Gracias por la prolija y clara explicación. Un saludo

Daniel Vicente Carrillo dijo...

No hay de qué. En realidad podría haber sido mucho más breve, pero a veces jugar a ser tu propio contradictor te arrastra a digresiones un poco excesivas.

Las perfecciones no son otra cosa que predicados. En el lenguaje de Spinoza, el conato, la capacidad de pensar y actuar, entendida como capacidad en acto y constantemente actualizada. Ahora bien, la suma de los predicados es la mónada, en virtud de la cual son predicados de alguien y perfecciones de algo.

Saludos y gracias por hacer la pregunta.

Unknown dijo...

Argumento fallido a día de hoy...
Lea en mis labios...
NIVELES DE IMPLEMENTACION...
De nada.