Lo que es verdaderamente uno no puede cambiar jamás, dado que el cambio es el paso de lo uno a lo otro.
Ahora bien, el mundo cambia en el espacio y en el tiempo, pues al estar todas sus partes en continuo movimiento no permanecen en el mismo sitio, ni el mundo tomado como todo conserva la misma forma y extensión o tiene la misma antigüedad hoy que ayer.
Por tanto, el mundo no es verdaderamente uno. Por tanto, el mundo es múltiple.
Lo múltiple presupone a lo uno, ya que la multiplicidad debe participar necesariamente de la unidad. En caso contrario, no participaría de nada (pues algo es uno o múltiple, sin que se dé una tercera especie) y lo múltiple no sería nada.
Por tanto, lo uno es, pero no es el mundo, es decir, no es material ni pertenece al espacio o al tiempo, sino que la materia, el espacio y el tiempo le pertenecen.
Decir que lo múltiple existe por lo uno conlleva afirmar que lo uno existe, en la medida en que la existencia corresponde al ser del mundo y no puede haber en la parte nada que no esté en el todo. Por tanto, lo uno existe en sí mismo y en el mundo.
Sin embargo, el uno no se convierte en lo otro al existir en el mundo, toda vez que al estar en sus partes está igualmente en sí mismo, no en otro. Mientras que las partes, al verterse y mezclarse en otras partes distintas entre sí, están en lo otro y no en sí mismas.
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