Participar es ser parte de un todo. Así, el hombre participa de la animalidad en tanto es animal, del calor en tanto es caliente y de la vida en tanto está vivo.
La participación no puede consistir en que el todo esté entero en sus partes, ya que en ese caso cada parte sería igual al todo. Sin embargo, el todo tampoco puede estar parcialmente en sus partes, pues si la multiplicidad participa de la unidad y lo uno es múltiple en lo múltiple, se sigue que lo uno es uno y múltiple, cosa de todo punto absurda.
De ahí que la solución de Campanella sea la siguiente: la multiplicidad participa de la unidad, puesto que lo múltiple es una fracción de lo uno, y participa asimismo de la nada, toda vez que lo múltiple es negación de lo uno. El mundo es en parte Dios, porque es, y en parte nada, porque no es infinitamente, es decir, no es necesaria ni máximamente.
Dios como unidad absoluta y el mundo como el conjunto de todo lo múltiple están metafísicamente separados por la nada. Dios crea al mundo mediante la nada. Luego Dios no es el mundo ni el mundo es Dios.
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