Los videojuegos sólo pueden llamarse cultura en un sentido muy laxo y discutible, en tanto que recreo gratuito del espíritu. Si arte es aquello que se hace para ser admirado, los videojuegos son arte, indudablemente. Ahora bien, la cultura exige que lo que la integra sea socialmente transmisible, y el videojuego no cumple este requisito. No lo cumple porque no hay videojuegos “en sí”, siendo cada uno de ellos un producto abierto a la interacción individualizada. Para entendernos, ninguna partida es la misma. Los elementos comunes a todas las partidas y apreciables por el jugador (gráficos, música, diálogos, etc.) no son el videojuego, sólo sus elementos constitutivos, que ni lo explican ni lo agotan.
Eso no quita que uno pueda divertirse muy legítimamente con videojuegos. Y con los toros. Y lanzando piedras a un lago. Pero de estos tres sólo uno es cultura, y está vetado en Público.
Así pues, aunque en base a lo ya argumentado niego que el videojuego sea cultura, opino como muchos que ésta, dada su dimensión ética y su ánimo de perdurabilidad, no puede estar más allá de la moral (cuestión aparte es que matar animales por placer estético sea aberrante, tesis que no acepto). Ahora bien, en este caso, ¿por qué Escolar, que en todo lo demás sigue la agenda del feminismo radical, promociona un juego que él mismo no duda en calificar como sexista? La ficción no es en absoluto una excusa. Yo como cristiano jamás avalaría ninguna manifestación artística que se burlase de la cruz.
Esta actitud hipócrita puede venir dada por la misma personalidad de Escolar, o bien por las exageraciones mojigatas de las feministas, o finalmente por el hecho de que al no ser cultura, el juego es puro entretenimiento inane y, por tanto, está más allá de la moral.
"La credibilidad de Aldama y la credibilidad del PSOE"
Hace 40 minutos
4 comentarios:
"Para entendernos, ninguna partida es la misma."
"Eso no quita que uno pueda divertirse muy legítimamente con videojuegos. Y con los toros. Y lanzando piedras a un lago. Pero de estos tres sólo uno es cultura, y está vetado en Público."
Deduzco que de las tres actividades que citas, concluyes en que los toros si son cultura.
Por ende, y enganchando tu primer razonmiento que cito, "ninguna corrida de toros es la misma".
Eso sí, cada corrida es una y única, pero de tal forma, podriamos aplicarlo a los videojuegos y concluir que un videojuego por si sólo no sería arte (de igual forma que un toro, un torero y una plaza no lo son por si mismas) pero una partida finalizada, única en si misma y compuesta con los elementos de ese videojuego, si es transmitible y podría considerarse, de esta forma cultura.
PD. Me encanta está página. Gracias.
Perdon por doblepostear, cuando he dicho "arte" quería decir "cultura".
Creo que hay una diferencia importante, Enrique. Aunque consideremos que la partida es el producto cultural cerrado y no "el juego" como entidad abstracta (equivalente a "la tauromaquia" en el caso de los toros), no hay que olvidar que el requisito fundamental de la cultura es que pueda ser juzgada por un colectivo más o menos amplio de personas en base al mismo objeto. Una partida, el hipotético objeto cultural al que nos referimos, está destinada a impresionar a un número muy reducido de personas; salvo que se retransmita, claro está, pero entonces ya no es una partida, sino su retransmisión no interactiva, y por tanto desnaturalizada, desencajada de la noción de "juego".
¿Puede, entonces, ser cultura algo que se mantiene en secreto? ¿Son cultura, pongamos por caso, las partituras perdidas de Carissimi? En mi opinión no, pues si lo fueran habría que llamar así a demasiadas cosas de las que no tenemos más que una vaga e imprecisa noticia. Adelanto una consecuencia curiosa de este razonamiento: la gastronomía sólo es cultura en tanto que transmisión de la técnica de cocinar, pero no como degustación de platos, que sin embargo sí sería arte. El arte de la adulación, según Sócrates.
Me alegro de que te agrade este blog.
Pasé por alto una forma más sencilla de atajar tu objeción, y es que si cada partida es un producto cultural, entonces cada videojuego contiene una infinidad de ellos.
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