miércoles, 18 de junio de 2008

Perra vida


Schultz hacía mofa de la dignidad del hombre poniéndola en boca de Snoopy, pero en favor de los perros. Deberían recomendar material parecido en la facultad de teología (a nuestro Anselm Turmeda, sin ir más lejos). Evitaríamos, sí, razonamientos circulares como éste.

La dignidad actúa como contrapeso de la vergüenza, que es signo de la verdadera esencia del hombre: distinguir entre el bien y el mal. Sentir vergüenza es saberse inferior a sí mismo, pero es también saberse alguien. Se formaliza este autoconocimiento propio de nuestra especie al afirmarse que el hombre ha de aspirar a ser igual a sí mismo para ser digno. Sólo quien es capaz de reconocer la justicia -viéndose como potencial culpable y, por tanto, como sujeto a obligaciones morales- merece un trato justo.

Lo que el texto citado se olvida de decir, pues, es que la dignidad, aunque no se pueda hacer, se deshace muy fácilmente. Basta con dejar de ser útil al colectivo que la reconoce, desertando por voluntad propia de su ética y convirtiéndose definitivamente en bestia.

Cuando el darwinista confina al hombre a un grado más en la escala de la animalidad perturba el fundamento tácito de todo sistema jurídico racional, y toma un mayor partido que el que cabría esperar de la pretendida asepsia de sus palabras.

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