lunes, 14 de septiembre de 2009

Leibniz contra Turing




A fin de no repetir discusiones, condensaré mi planteamiento en pocas tesis que no se han rebatido todavía y que explican mi posición suficientemente:

1) Por compleja que sea, una máquina artificial puede carecer de respuestas y no actuar; por simple que sea, un ser vivo capaz de actuar lo hará siempre.

Comentario:
Escribo capaz de actuar porque hay seres vivos incapaces de ello, al no contar con un mínimo sistema motor. Lo que quiero expresar es que si un ser vivo posee una capacidad general de responder a estímulos que se presenten a su consideración, lo hará en cualquier caso, pues incluso la indecisión es en él una decisión negativa. Por el contrario, si una máquina está habilitada para obrar, no necesariamente responderá en todas las situaciones que acudan a su evaluación, pudiendo sufrir lagunas totales. Más aún: necesariamente no responderá en alguna tesitura que no haya sido prevista.

2) Los organismos naturales nunca eligen al azar, ya que en ellos jamás se da la indiferencia absoluta que resultaría de juicios perfectamente simétricos ante una dicotomía.

Comentario: Se elige al azar cuando en el contenido de la decisión no influye la circunstancia particular que la motiva. Por tanto, no puede en estos supuestos establecerse una conexión entre el estímulo concreto y la respuesta concreta.

El animal decide como nosotros, en base a juicios. La mosca juzga cuál es el mejor lugar para posarse, en qué momento exacto debe huir, etc. La menor complejidad no desnaturaliza al acto de juzgar, que consiste en subsumir un hecho en un razonamiento para aprobar o desaprobar un fin práctico. No hay, entonces, más que una diferencia de grado entre nuestros juicios y los suyos.

3) La imposibilidad de simetría en nuestros juicios proviene de la infinidad actual de nuestras percepciones, sean éstas claras o confusas.

Comentario: Un número infinito de percepciones presupone un número infinito de estímulos con el que aquéllas se relacionan. Las máquinas artificiales pueden generar una infinidad de respuestas lógicas, pero no así una infinidad de relaciones perceptivas, debiendo recurrir al azar forzosamente en cuanto éstas se agotan.

4)
La infinidad de percepciones se debe, a su vez, a la infinita sutileza de nuestros órganos, que no pueden dejar de verse afectados por todo cuanto ocurre en el universo.

Comentario: Se parte de la derivación del axioma según el cual toda causa tiene un efecto. Así, hay infinidad de causas en el universo, las cuales, si no afectaran a nuestros órganos carecerían de efectos en ellos, rompiendo la cadena de la causalidad. Por lo que no es vano asumir que todo lo que afecta a nuestros órganos determina en mayor o menor medida nuestros juicios, cuya materia prima son las relaciones perceptivas. De una sensibilidad infinita se sigue una flexibilidad infinita.

Sin embargo, la materia con la que están fabricadas las máquinas artificiales también es infinitamente sutil, si bien sus relaciones perceptivas son, como se ha dicho, finitas. Esto prueba que los autómatas no experimentan verdaderas percepciones ni constituyen un auténtico organismo.

5) Si el hombre o el animal tuvieran que decidir sólo en base a lo percibido y a la razón, no decidirían nunca, puesto que jamás terminarían de procesar todos los datos de que disponen. Por consiguiente, radica en ellos un principio de espontaneidad ausente en la máquina.

Comentario: Deben, pues, tener en cuenta toda esta información como determinante pero no necesitante en su obrar. Como condición necesaria y no suficiente de su albedrío.

6) La vida es continua y unidireccional; la materia discontinua y multidireccional. El ser del hombre no puede detenerse sin morir, ni adoptar dos voluntades al mismo tiempo. Sí lo pueden los autómatas, puesto que no están vivos; ergo los hombres no son autómatas.

Comentario: Ahora bien, los autómatas no son más que cuerpos; luego los hombres son más que cuerpos.

10 comentarios:

José Luis Ferreira dijo...

Has decidido que nuestros sentidos tienen infinita sutileza y lo tomas como una verdad absoluta. Pero la realidad no es así. Tu oído no reacciona ante frecuencias muy débiles ni muy agudas, ni tu vista ante la mayoría de las ondas electromagnéticas. De hecho, reaccionamos ante muy pocas cosas, por eso son tan útiles los aparatos científicos.

Es decir, tú, que eres un ser vivo, careces de respuesta ante un estímulo por debajo del umbral de percepción y no actuarás y sufrirás una laguna total. No responderás a esta tesitura que no estaba prevista.

Incluso si es cierto que cada cosa que ocurre tiene que tener un efecto, no quiere decir que lo tenga en todo el universo ni, incluso si lo tuviera, fuera perceptible por un ser vivo. Incluso si te empeñas en que lo sienta un ser vivo (me afectan los sonidos muy graves, por ejemplo, aunque no sea consciente de ello y aunque no sea a través del oído), no veo por qué le niegas a la máquina que pueda ser afectada.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Exacto, me empeño en el sentido que apuntas. Aunque el oído humano no perciba de un modo claro y distinto todas las frecuencias, no significa que no lo afecten en absoluto. Tampoco percibimos la circulación sanguínea o el crecimiento de nuestro pelo, pero pretender que nos resultan indiferentes sería absurdo.

De modo que, ante un estímulo que no puedo percibir de forma clara, no podré reaccionar conscientemente, pero ello sí influirá en el resto de mi vida consciente y, en definitiva, tendrá consecuencias prácticas.

La prueba de que esto no sucede en la máquina es que la infinidad de estímulos que no percibe en absoluto no afectan en nada a sus procesos decisorios, o no necesariamente (algunos en particular podrían hacerlo, como las disfunciones, o la programación misma). Hay un inquebrantable continuo físico-psíquico en la vida orgánica -un paralelismo o armonía en términos leibnizianos- que no se da en la imitación artificial de la misma.

José Luis Ferreira dijo...

Pero esta influencia te la sacas de la manga. En cualquier caso, fabrica una máquina con sensores (ya las hay) y estos sensores de igual manera serán influenciados por todo alrededor. Ahora haz que las decisiones de la máquina dependa de los estados de esos sensores. La diferencia que marcas entre animales y máquinas no sirve ni para las máquinas actuales, para las que tenemos otros criterios que las distinguen bastante bien de los animales.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

No, los sensores procesarán información hasta cierto punto. En cambio, no hay percepciones ciegas en el organismo vivo.

Spinoza llamaba substancia al universo para expresar la indisoluble solidaridad de todas sus divisiones imaginarias. Leibniz definía a las mónadas como espejos del universo en los que absolutamente todos sus estados se veían reflejados bajo cierto punto de vista; esto es, bajo determinada organización u organismo.

La ley del organismo es todo es uno, lo que implica que todo influye en todo. Una parte de nuestro cuerpo que haya dejado de influir en él como integrante de su unidad es una parte muerta o extraña. La máquina artificial no sigue esta ley, ya que puede permitirse partes muertas que sean consideradas constituyentes de su pseudoorganismo. Para entendernos, todo en el hombre es máquina (persigue un fin), pero no todo en la máquina es máquina.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Me gustaría conocer esos criterios a los que haces referencia.

Dark_Packer dijo...

No me toques el *** que me irrito.

*** = infinito

Irichc dijo: La infinidad de percepciones se debe, a su vez, a la infinita sutileza de nuestros órganos, que no pueden dejar de verse afectados por todo cuanto ocurre en el universo.

Pregunto con infinita sutileza:

1°) ¿Cómo se mide la infinita sutileza de nuestros órganos? ¿No será que, finalmente, el señor Leibniz establece una continuidad entre materia y espíritu (es decir, que la materia sería sólo una manifestación del espíritu)?

2°) ¿Cómo me puede afectar a mi percepción la luz de una estrella que explota ahora mismo a miles de años luz si cuando la luz llegará yo ya estaré muerto y enterrado?

Infinitos saludos actuales.

Dark_Packer dijo...

CORRECCION (léase): 2°) ¿Cómo puede afectar a mi percepción la luz de una estrella...

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Dark:

1) Tocas una cuestión profunda. El alma es la expresión unitaria del cuerpo y de sí misma, al tiempo que el cuerpo existe autónomamente sólo en tanto puede expresarse mediante acciones (p.ej., la percepción) en las que es comprendido de un modo unitario. Un alma sin cuerpo sería ilimitada e incapaz de sufrir pasión. De ahí que, según el dogma católico, la naturaleza del alma de Jesucristo, que se encarnó y padeció, sea doble en lugar de sólo divina.

2) La luz sólo necesita alcanzarnos para producir en nosotros los efectos propios de la luz. Pero antes desplegará otros, que son inmediatos. Es sencillo de entender, si partimos del siguiente silogismo:

a) Premisa de derecho: Todo afecta inmediatamente a sus partes contiguas.

b) Premisa de hecho: Al no existir vacío, todo es contiguo a todo.

c) Conclusión: Por tanto, todo afecta inmediatamente a todo.

Héctor Meda dijo...

Tal y como avanza la ciencia, por extensión la tecnología, es aventurado afirmar por qué las máquinas nuncas serán igual de inteligentes que los humanos.

Pero lo que sí sé es que el carácter distintivo del ser humano deviene a razón de la naturaleza autopoiética de su sistema nervioso, sede (¿o hilvanador?) de la consciencia.

También sé que a día de hoy ninguna máquina es capaz de replicar dicha autopoiésis y yo tengo para mi que es porque no vale cualquier material, pongamos cartón, para hacer consciente a una entidad sino que para conseguirlo se necesita seguramente de la particular materia de la que estamos hechos.

Otro item interesante es saber cuándo nos ha alcanzado o alcanzaría una máquina en inteligencia. Precisamente Turing tenía un test del que recientemente he escrito un post. No sé qué opinas de él irichc, échale un vistazo ;-)

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Gracioso tu post. Pero es que yo no he dicho que las máquinas no puedan ser más inteligentes que nosotros (ya lo son en algunos campos), sino que ni están vivas, ni tienen un verdadero organismo, ni sienten auténticas percepciones. El test de Leibniz, si me admites el paralelismo, sería encontrar a una máquina que tuviera una respuesta para todas las situaciones posibles o a un animal que, como el asno de Buridán, suspendiera el juicio al menos una vez.