Deseo asimismo señalar que la solución antropológica radicalmente dualista que propone ahora la Iglesia para concertar una especie de armisticio con la ciencia –cediéndole a ésta el cuerpo y salvaguardando para ella el alma–, no hace sino ahondar más la fisura antropológica que desde muy temprano en su historia introdujo la Iglesia en su concepción del ser humano.
Puente Ojea
Ya cité a Abravanel en otra ocasión, pero no hacía falta. El origen aparentemente dual del hombre está en la Biblia: tierra y soplo divino. Y digo aparentemente porque ambas cosas, soplo y tierra, proceden de Dios y se dan al mismo tiempo de forma indisoluble, aunque en el relato aparezcan en momentos distintos por pura cuestión de pedagogía histórica (el hombre es historia). La tierra es creada "ex nihilo", esto es, por participación en las ideas, pero el alma lo es "ex Deo", por participación en Dios, uno de nosotros.
La naturaleza de las cosas es ser lo que son, mientras que la del hombre es serlo todo sin dejar de ser él. Por este motivo nuestra generación es especial y merece un cuidado específico de la Providencia. Por este motivo el antihumanismo materialista se equivoca.
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