sábado, 20 de diciembre de 2008

Fundamentar el fundamento


Wittgenstein escribe en "Sobre la certeza" que nuestras convicciones no tienen un fundamento último, y que no obstante se apoyan y compensan entre sí en edificios intelectuales más o menos sólidos. A pesar de todo, la moral cuenta con principios generalísimos inexplícitos, como que en igualdad de condiciones es mejor el ser que el no ser, la existencia que la inexistencia; o, derivado de éste, que el hombre ha de buscar la alegría y evitar la tristeza, salvo cuando la misma sea un medio para recuperar aquélla.

Ahora bien, todos los hombres poseen una tendencia innata al suicidio que aflora en algún momento de sus vidas de forma velada o manifiesta. Ya que a la vista de esto resulta dudoso que sea antinatural, ¿es inteligente ser homicida de uno mismo? Si nos atuviéramos a un cálculo utilitarista estricto de la cantidad de placer y dolor esperada a lo largo de nuestros días, habría casos en que sí lo fuera, en particular en las naturalezas depresivas. Pero no dejaría de ser un cálculo engañoso, dado que en ningún lugar está escrito que haya un quantum mínimo de felicidad por el que se justifique la vida, ni nadie que determine por qué ha de ser precisamente ése y no otro inferior. Por este motivo no puede haber vida feliz, ni moral, ni heroica sin esperanza en el más allá. Un más allá que rebasa cualquier horizonte presente desde el que se lo formule.

2 comentarios:

Jesús Beades dijo...

Cierto. Pero la experiencia del más allá, ese instante de belleza (estética, moral, cotidiana) por el que pregustamos la gloria, no tiene porque ser un "entender". Lo digo por el lema-subtítulo de este blog, que no veo claro. Se puede poseer a través de una recepción (la de la obra de arte, por ejemplo), que no es entendimiento, al menos intelectual.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Te respondo en un post nuevo.