No hay:
- Amor a la verdad sin miedo al error.
- Adscripción a la justicia sin odio a la injusticia.
- Apego a la virtud sin repugnancia frente al pecado.
Quien nada teme, nada ama; quien nada odia, a nada se entrega; quien no huye es que ya está cautivo. En la tensión moral reside el equilibrio ético. Sólo existe una forma de evitar la culpa: declararla.
El Dios del Antiguo Testamento es el menos humano de cuantos se conocen. Y precisamente por ello el más verosímil, si bien no el más amable. No se da en Él una brizna de corrupción o soborno. Santo y terrible, reduce la bondad y la maldad de los hombres a una conjunción de fuerzas o a un mero juego imitativo.
martes, 22 de mayo de 2007
El fiel de la balanza
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