Cuando Escipión Nasica fue a ver al poeta Ennio y preguntó por él en la entrada de la puerta, la esclava le dijo que no se encontraba en su casa, aunque Nasica advirtió que hablaba así a instancias de su amo, que se hallaba en sus aposentos. Pero, fingiendo no reparar en ello, se fue. Días más tarde, cuando Ennio fue a ver a Nasica y preguntó por él en la entrada, el propio Nasica gritó que no estaba en casa. A lo que Ennio responde: “¿Cómo? ¿Acaso no reconozco tu voz?” Nasica le contesta: “¡Eres un desvergonzado! Cuando yo te reclamé creí a tu esclava, y tú en cambio ni siquiera a mí me crees”.
miércoles, 2 de mayo de 2007
La mentira suele volverse contra uno
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