No hay una distinción inmanente entre placer y dolor. El placer por el placer es como el dolor por el dolor: irracional. El masoquismo es una perversión hedonista, y viceversa.
Si se aduce que el dolor normalmente nos destruye y el placer por lo general nos conserva, respondo que no hay inmanencia en una moral basada en la noción objetiva de "conservarse", la cual no deja de referir a una disciplina externa. Si por otro lado se alega que, a diferencia del dolor, el placer inclina a nuestra satisfacción, contesto que entonces la moral no es inmanente a la pulsión y a la decisión del sujeto, sino dependiente del concepto "satisfacer" y de la totalidad de su campo semántico (equilibrio, paz, etc.), o bien no se distingue en nada del deseo bruto.
La moral es siempre algo por encima de nosotros. Y muy por encima de la pluma de los inmoralistas.
Sánchez & Cía., del Estado fallido al Estado podrido
Hace 2 horas
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