¡Oh Susana, Susana,
cuánto dolor me cuestas!
Con esa ingenua cara,
con esos ojos inocentes...
¡Quién lo habría creído!
¡Ah, fiarse de una mujer
es siempre una locura!
¡Abrid un poco esos ojos,
hombres incautos y necios!
Mirad estas mujeres,
mirad lo que son,
Estas llamadas diosas
para los sentidos engañosas,
a las que tributa inciensos
la débil razón,
son hechiceras que nos encantan
para hacernos sufrir;
sirenas que cantan
para ahogarnos;
coquetas que seducen
para desplumarnos,
cometas que brillan
para quitarnos la luz.
Son rosas espinosas,
son zorras graciosas,
son osas benévolas,
palomas malignas,
maestras de engaños,
amigas de crear dificultades
que fingen, que mienten,
que no sienten amor,
no sienten piedad,
¡no, no, no, no!
El resto, el resto no lo digo,
ya cada cual lo sabe.
Las bodas de Fígaro.
PS: La pera del árbol de la ciencia fue para mí.
2 comentarios:
Ay Irich, ay Irich
pobre y miserable diablo
Qué casualidad, otra Ana.
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