domingo, 11 de marzo de 2007

Dragones de papel


El darwinismo fue otra cosa. No era simplemente que la teoría de la evolución, como la teoría de una Tierra esférica en movimiento, estuviera en conflicto con el literalismo bíblico; no era que la evolución, como la teoría copernicana, negara un lugar central para los humanos; y no era que simplemente la evolución, como la teoría de Newton, proporcionara una explicación no religiosa para los fenómenos naturales que hasta entonces habían parecido como inexplicables sin una intervención divina.

S. Weinberg


Dicen que la ignorancia es la madre de la petulancia. El párrafo del señor citado hace bueno el dicho, aunque en su caso uno llega a pensar que hay carencias culturales queridas, identitarias. Aquí se nos presenta a la religión como un milenario remanso de paz violentamente sacudido por cuatro científicos revoltosos. Tal vez sea así en los libros de historia que escriban los ateos cuando ejerzan la tutela intelectual absoluta que todavía se les escapa. Tal vez, digo, y habrá que resignarse a ello, pues es una cuestión de tiempo. Pero por el momento el consenso más divulgado es otro (obsérvese que adopto el léxico relativista para no ofender a ningún lector).

El cristianismo ha convivido con la persecución y la herejía desde su ya lejano alumbramiento. Las diferencias entre fieles han llegado a ser tan radicales que los mayores intelectos tuvieron que tomar cartas en el asunto, acrisolando los dogmas en definiciones complejas, sofisticadas exégesis y sutilezas lógicas. La reforma conceptual ha sido y sigue siendo una constante histórica de la más racionalista de las confesiones y, por tanto, no hay excepcionalidad ni unilateralidad en la fricción que causa la ortodoxia. Es más, hasta ahora la fe católica no se ha visto obligada a invertir sus postulados, como sí ha hecho más de una vez la ciencia positiva, que a raíz de ello -de la necesidad, virtud- afirma ser humilde por antonomasia. Dado que no han roto el gozne de la verdad, intentan dislocarlo con proteicas metafísicas al son triunfal de la propaganda.

No existen, pues, tales hitos traumáticos, hazañas que la oficina atea inventa para labrarse sus credenciales de perdonavidas.

4 comentarios:

Fernando G. Toledo dijo...

Las herejías eran meros "asuntos internos" intrarreligiosos, ya que tanto te gusta partir de esa premisa (la religiosidad) para reunir el pensamiento. Ahora bien, una teoría como la evolución dinamita los cimientos mismos de toda religión que postule a un Dios creador y providente.
Cuán traumática será la teoría darwiniana que Pacelli, Wojtyla y Ratzinger, cada cual a su tiempo, han sufrido públicamente por ella, haciéndole pasar al cuerpo dogmático oficial de sus religiones patéticos papelones.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Eso de que "dinamita" está por demostrar. Traté este tema durante el mes de enero, y volveré a él cuando se tercie. Pero toma un anticipo, si quieres.

Para empezar, la substancia se distingue por ser causa eficiente de lo que hay de accidental en ella, algo que cuadra muy bien con el fenómeno de las mutaciones. Pues ¿cómo puede ser un gen causa de sí mismo? ¿Acaso es libre para actuar? ¿Y es lógico considerar que, siendo el efecto proporcional a la causa, el gen padece tanto como actúa en cada mutación? En gran absurdo incurriríamos de razonar así, ya que una acción y una pasión equivalentes en un mismo sujeto -si tal fuera posible- se compensarían sin dar lugar a fenómeno alguno.

Es decir, que el gen no puede ser el sujeto de las mutaciones. Exhíbanse las alternativas.

Fernando G. Toledo dijo...

No parece que tengás nada clara la idea de mutación genética, lo cual es grave a la hora de trenzar un argumento que concluye diciendo que "el gen no puede ser sujeto de las mutaciones". Y si supieras verdaderamente de mutaciones, la cosa sería mucho más grave, claro.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Preferiría que me contraargumentases en lugar de indignarte. Es más difícil, lo sé.