domingo, 11 de marzo de 2007

La moral atea: simplemente no existe


En efecto, si no se presupone ningún valor moral dado "a priori", es decir, si no se presupone ningún valor moral absoluto, no hay ninguna posibilidad de determinar lo que debe ser considerado en todas las circunstancias como bueno o malo, como justo o injusto.

H. Kelsen


PS: De ello no se sigue que los ateos no tengan moral, sino que la que tienen -si es que tienen- no es suya. Al tiempo que la menosprecian, corren tras la ajena.

02 Scène première_...

6 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

¿Cómo consideras, entonces, las éticas formales? ¿Es el imperativo categórico kantiano moral o ateo?

Tumbaíto dijo...

¿y por qué iba a necesitar la moral que lo bueno fuese bueno en todas las circunstancias?

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Tumbaíto,

Entiendo que "en todas las circunstancias" se refiere a la circunstancia particular de que obrar el bien me convenga o no, o de que me apetezca o no. Esto es, si hay una moral por encima de la función de utilidad de cada uno, e incluso de la de todos los hombres. Mi solución es favorable a esta tesis. De ahí vendría el brocardo, algo exagerado, de "fiat iustitia et pereat mundus". Kelsen opina lo contrario, pero los dos coincidimos en que sin iusnaturalismo o revelación no hay moral objetiva. Cumplir la ley no es una cuestión moral, sino de mera observancia externa.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Gregorio,

Contesté a esa pregunta en un blog ateo hace unos meses. Reproduzco la respuesta, levemente reformulada:

Un imperativo a ese nivel no sólo es impracticable, también niega la particularidad de mi moral. ¿Y cuál debería ser, pese a lo que diga Kant, la medida del merecimiento del otro? Yo mismo: mis aspiraciones de recompensa ideal o adecuada, pues son el único baremo para el comercio y las liberalidades. Ver al otro como si fuera yo implica verme a mí como si fuera un objeto y, por tanto, buscar el bien por su propia virtud, sí, aunque siempre adecuado a mis circunstancias, nunca por encima de mis fuerzas ni de mis fines, mas no simplemente porque es mío y me apetece.

Lo que se nos propone desde el pensamiento kantiano, en cambio, más que bondad en sentido fuerte, es una vaga bonhomía, una débil pulsión empática que se convierte en mandato abstracto y ciego. Por si fuera poco, tal modo de actuar contraviene la regla de oro, que nos insta a ponernos en el lugar del otro ("ama al prójimo como a ti mismo"). Aquí no hay lugar que valga, ya que para Kant debemos obrar en "lo universal", sea lo que sea lo que esto signifique. Destruir el caso particular es la muerte de la jurisprudencia y, por ende, de la justicia.

Gregorio Luri dijo...

Aquí hay mucha tela que cortar, don Irichc porque, en último extremo, ¿qué es la ley moral sino la afirmación de Dios? Esto es algo que Nietzsche sabia muy bien. Y el propio Kant, también, como se encargo de poner en su epitafio.
Si existe una ley moral inmutable es, al menos, tan antigua como la propia naturaleza, lo cual nos remite a la cuestión tomista de la ley natural.
¿La regla de oro no es también un imperativo categórico de carácter formal? ¿Qué diferencia sustancial ve usted entre ella y el imperativo kantiano de tratar al otro siempre como un fin y nunca como un medio?

Gracias por abrir polémicas de este calado.
Un abrazo cordial.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Buena pregunta, Gregorio.

La regla de oro, salvo que esté corregida por una noción común de la justicia, es insuficiente por subjetiva. Es sólo regla de equidad, como ya dije en un post de enero. El imperativo, en cambio, adolece de una objetividad demasiado rigurosa, al hacer de la moral algo casi burocrático, administrable por lotes. Así, mientras una procura por el bien de cada uno, ignorando el de todos, el otro se ocupa del bien de todos y obvia el de cada uno.

Yo afirmo que el prójimo es un fin, pero es también nuestro medio (a través de la caridad, por ejemplo) hasta el fin final, que es Dios. El cristianismo es una bella y sensata mediatriz.

Un abrazo.