domingo, 7 de octubre de 2007

Inútil sufragio


La Constitución y los códigos legislativos, esencialmente inalterables, regulan en lo jurídico nuestra convivencia. Por otro lado, toda nuestra organización social gira en torno a la economía mundializada. ¿Qué ámbito de operatividad le queda a la democracia? El de las políticas de la extravagancia, que más pronto que tarde pondrán en jaque todo lo útil que atesora la civilización. El mal se impone siempre cuando se le concede el derecho a opinar.

5 comentarios:

Alejandro dijo...

Alabada sea la pequeña capacidad de mutar de las leyes.
A veces las cosas, una vez útiles, se atesoran por tanto tiempo, que pasan a ser, más que inútiles, nocivas y sumamente peligrosas (Ej.: la obsesión de EEUU por no sumarse al protocolo de Kioto).
Según lo que Ud. dice, falta una alternativa para la democracia. No se preocupe, la democracía no acabará con nada realmente grande, recuerde que ésta, con frecuencia suele suicidarse ante una situación difícil.

Sursum corda! dijo...

NO hay nada totalmente determinado de modo que no nos quede capacidad de decisión. en una economía mundializada se debe decidir si comerciamos con China, con Irán o con Cuba, si imponemos tasas, cupos o contingentes a las importaciones, si elevamos o rebajamos los tipos de interés, si la sanidad es pública, sostenida con fondos públicos o privada totalmente.

Sobre todo es decidimos y prefiero poder dar mi voto sobre eso que no poder hacerlo.

Lo que es absurdo es pretender ir contra las leyes más básicas de la economía. En España, hace años ya, unos avispados diputados del Congreso presentaron un proyecto de ley al que llamaron DE CONSERVACIÓN DE LA ENERGÍA, en vez de AHORRO, ECONOMIZACIÓN, ANTI DERROCHE, o lo que fuera. Pues tan absurdo es legislar contra el comportamiento del mercado pensando que no se seguirán efectos indeseados.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

La democracia parlamentaria ha probado ser ineficaz como medio de control de las oligarquías y muy apropiada, en cambio, para la manipulación y embaucamiento de las masas. Propongo un sistema basado en el imperio de la ley, en la división de poderes y en un núcleo jurídico intangible, cuyos gobernantes sean elegidos regularmente al azar entre las elites. Hay que despojar al pueblo de una soberanía que jamás mereció y -con toda probabilidad- jamás tuvo más que de nombre.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Escribí esto hace años:

El Estado sólo puede reconocer con carácter genérico derechos naturales, y la propiedad privada no lo es. Ya se explicó: no depende de una facultad innata y carece de un fin social óptimo que no sea susceptible de alcanzarse por otras vías (la posesión). Y si bien es útil para incentivar al individuo, no justifica la titularidad de los medios productivos, que deben estar en mano pública y bajo la dirección de los inversores. Ahora bien, para ello se exigiría un cooperativismo en todo el mundo, lo que lo convierte dicho régimen en virtualmente inaplicable. Salvo por la guerra de conquista.

Por otro lado, si aceptamos esto, tendremos que rechazar que el Estado -fuera de mantener bienes públicos que protejan los derechos esenciales de la población- deba comprometerse a satisfacer una renta básica a sus ciudadanos. La razón es la misma. La propiedad privada encuentra sus límites en la utilidad pública, y ésta en la esfera individual intangible. Reconocer una renta básica con cargo a Presupuestos equivaldría a admitir que la propiedad sí es de derecho natural. Entonces nosotros mismos nos habríamos sustraido el derecho a gravarla con medidas impositivas, con lo que sería imposible encontrar fondos para la mencionada renta. Salvo por el expolio.

Fiat iustitia. O guerra a las naciones o expolio a los particulares. Yo elijo guerra.

Sursum corda! dijo...

Los derechos son reconocimiento mutuo de límites. Dado que para mí el significado de ley natural no se puede aplicar a las leyes humanas positivas, todo lo demás está de sobra.

Reconocemos la propiedad como modo de convivir dejándonos mutuamente espacios limitados de libertad que no invadan los de los demás menoscabándolos. Es tan de derecho positivo como el derecho a la vida, para horror de los iusnaturalistas, la estimada concurrencia, señoritas sensibles y corazones débiles.