La Biblia también puede ser una historia profética de la humanidad. Testigo redundante del porvenir irrepetible. Así la distinguimos de la mitología, que narra lo que sucedió de una vez y para siempre, el acontecimiento nouménico del que la realidad no sería más que una reverberación cíclica.
Sin el Nuevo Testamento las Escrituras quedan reducidas a un montón de fantasmas que, si bien aventajan a las fábulas paganas en sabiduría, se igualan a ellas en cuanto a veracidad y exactitud. Pero, paradójicamente, sin el Antiguo Testamento el Evangelio no iba a ser menos inaceptable que aquél tomado por sí solo.
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Hace 4 horas
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