Confieso que, caridad mediante, la frankensteiniana idea de cruzar hombres y animales no debería horripilar a nadie. Hay que lamentar, sin embargo, que por ahora esas quimeras de laboratorio no sean viables fuera del estado de blastocito; o eso me ha parecido leer. Pero que no cunda el desánimo. Un avance en este terreno, además de justificar ontológicamente el racismo, contribuiría al resurgimiento del semiolvidado y fascinante mundo del circo.
Despedirse con un Gran Final
Hace 2 horas
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