La unidad es aquello que no puede ser compuesto ni dividido.
La forma es aquello que no puede ser formado ni deformado.
Lo que no admite un más o un menos en el modo de ser es uno.
Por tanto, la unidad es forma y la forma es unidad, pues ni la unidad puede ser formada o deformada ni la forma puede ser compuesta o dividida, no admitiendo ambas un más o un menos en el modo de ser.
Dado que la forma es unidad, la materia unida a la forma es uno.
Si la materia sin forma fuera uno, la materia sin forma sería igual a la materia unida a la forma, lo que es imposible.
Por tanto, la materia sin forma no es uno. Y, dado que la multiplicidad deriva de la unidad, la materia sin forma tampoco es múltiple. Luego la materia sin forma es uno en potencia y nada en acto.
Ahora bien, dado que la realidad está en acto, no existe en la realidad materia sin forma. Por consiguiente, la materia está llena de forma por doquier.
Sin embargo, la forma y la materia no pueden constituir por sí solas el ser real, ni una es capaz de generar a la otra. Si fueran eternas y necesarias, tendrían el ser real en sí mismas; pero no lo tienen, luego son contingentes. Ello nos obliga a presuponer un tertium genus, Dios, que actúe como causa de ambas.
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