Ni las categorías físicas de masa o movimiento ni las biológicas de adaptación o supervivencia explican adecuadamente las nociones morales de lo correcto y lo incorrecto, lo noble o lo innoble.
Distinguir lo justo de lo injusto conlleva un juicio universal y a priori, mientras que decidir lo conveniente dependerá de la circunstancia y la oportunidad. Todo intento de reducir un término al otro está condenado al fracaso. Así, la traición, que es atentar contra aquel a quien debemos fidelidad u obediencia, es siempre inmoral. A pesar de ello, puede ser necesaria para la conservación del poder o de determinada posición en la sociedad.
No es difícil demostrar que la moral no pertenece al orden fenoménico:
El bien moral es inmutable. La naturaleza es mutable. Por tanto, el bien moral no es natural.
La naturaleza comprende las acciones justas y las injustas. El bien moral sólo comprende las acciones justas. Por tanto, la naturaleza no es el bien moral.
Ningún ser natural puede abandonar la naturaleza. Sin embargo, todo ser moral excepto Dios puede abandonar el bien moral. Por tanto, el ser natural y el ser moral no son equivalentes.
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