Santo Tomás de Aquino consideraba que la creación ex nihilo no puede probarse por la sola razón, o lo que es lo mismo, que la tesis de un mundo coeterno a Dios, pero dependiente de él, puede sostenerse racionalmente. San Buenaventura, en cambio, creyó que era posible reducir al absurdo esta posición y articuló algún argumento al respecto. Pero creo que ninguno es tan eficaz como el que escribí en el Argumento de la Participación.
En dicho argumento la proposición 6 se cimienta en el principio según el cual la unidad es el todo, lo que se ha probado en la proposición 4. Si la unidad es el todo (pues la propia multiplicidad, para ser algo más que una nada, debe participar de la unidad), se sigue que la unidad en sí no puede generar el universo partiendo de algo distinto de ella, ya que por definición no puede haber otros entes fuera del todo ni coexistiendo con el todo, salvo aquellos que el todo mezcle con la nada para crear seres distintos de sí mismo. La unidad tampoco puede crear de sí misma, habida cuenta que como unidad no es divisible y va contra su noción el fragmentarse en una multiplicidad, lo que también queda proscrito por el principio que establece que lo que no tiene comienzo no puede ser dividido. Descartadas las dos únicas alternativas, se impone la tercera hipótesis: la unidad en sí crea la multiplicidad de la nada.
Frente a ello no cabe refutación ni escepticismo, mientras no se muestre o bien que el razonamiento está mal fundamentado (lo que conllevaría impugnar la proposición 4 o enunciar alternativas distintas a las expuestas) o bien que conduce a un absurdo. Si hay sólo tres opciones posibles y dos son completamente ilógicas, la tercera, aunque resulte difícil o incluso imposible de concebir, debe ser verdadera, al ser la única que no repugna a la razón.
Campanella sostuvo en su Metafísica que todo es Dios, también lo múltiple, pero que Dios es lo múltiple eminentemente (entiéndase: unitariamente) y lo múltiple es Dios mezclado con la nada; no como cuerpo, sino como poder. Lo que puede apreciarse en cualquier ente comprendido en lo real, que es una cosa, a saber, aquello que es, y no es infinitas cosas, a saber, aquello que no es, por lo que participa de Dios finitamente y de la nada infinitamente. De esta forma mostraba, pero no demostraba, que Dios crea de la nada. Yo creo haberlo demostrado de un modo lógico y necesario.
Incluso Leibniz señaló en su Teodicea que la creación del mundo a partir de la nada parecía exceder la razón, aun sin contradecirla. ¿No es, pues, un logro notable haber demostrado lo que tan grandes hombres creyeron ser materia de fe?
Esta demostración bien vale el sacrificio de un gallo a Asclepio.
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