Si algo es necesariamente finito, es omnímodamente finito, tanto en el espacio como en el tiempo. Porque, de no ser así, será y no será necesariamente finito, lo que es imposible, como lo es el que algo sea necesariamente circular y no lo sea siempre y en todos los respectos.
Que Aristóteles sostuviera que el mundo no es infinito en acto espacialmente pero sí temporalmente sin apreciar en ello contradicción se debe a que razonó de forma inductiva, como naturalista, y no de forma deductiva, como teólogo. Es decir, para Aristóteles el mundo no existe necesariamente pese a ser eterno, sino que es causado por un ser sin voluntad que actualiza el mundo. En este sentido, probar la creación ex nihilo es tanto como probar la naturaleza personal de Dios.
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