Sin teleología, la norma sería una mera descripción de acontecimientos, no prescribiría nada. Aplicado a la justicia humana, el finalismo es la hipótesis de que el hombre es libre y puede equivocarse o acertar.
La moral consiste en saber qué es lo mejor, aceptado el hecho de que todos buscaremos siempre lo que nos parezca óptimo. No obstante, cuando se afirma que sólo lo mejor permanece, se excluye a la voluntad libre del proceso causal y se la convierte en nexo de una sucesión mecánica.
Si en lugar de decir que avanzas sostienes que el mundo retrocede, tal vez no mientas, pero muy probablemente te estarás engañando. Habiéndote ajustado a los hechos, has falseado las intenciones. La taxonomía de los instintos, la selección natural o la neurociencia son ciegas al fenómeno moral porque prescinden del sujeto.
Ahora bien, si no hubiera fines absolutos, nuestra libertad no serviría de nada. No sería el fin el que justifica la acción, sino la acción la que justifica el fin. Todo estaría permitido, nada sería erróneo. Lo cual es tanto como abolir la responsabilidad; por ende, también la libertad.
"¿Dónde está la oposición de este país?"
Hace 1 hora
4 comentarios:
Sin tanto dramatismo diría que tienes razón, que hacen falta ficciones para mantener la paz social. Pero ellas pueden surgir, como surgen, de la inventiva humana, con o sin la otra ficción del acuerdo colectivo, el contrato social.
Los primates operan de esa manera a menos que alguien me quiera informar que dios le envió una revelación en lengua chimpancé.
Estoy de acuerdo con atilio. No hace falta la fe para comulgar con los valores, sólo fidelidad. La alternativa de la fe no es el nihilismo, eso es absurdo. Que los valores no tengan significado absoluto no significa que no podamos actuar como si lo tuvieran. Fidelidad a las ficciones útiles ya es suficiente para una sociedad. La sociedad no necesita la existencia de Dios.
Por cierto, Atilio, que hay que hacer para ver tu blog?
Buen comentario Abulafia.
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