viernes, 30 de noviembre de 2007

Debate sobre la vida




Dices que "hay una diferencia substantiva entre un embrión de ocho células y un feto". Me gustaría saber a qué substancia aludes en este contexto, si a la apariencia física, a la tipificación legal española, a la aptitud del nonato para sentir dolor o a la capacidad de determinados terceros de experimentar lástima ante el destino de los cuerpos antropomorfos.

(...)

Estoy de acuerdo en que hay codeterminación entre el medio y los seres vivos. No creo, sin embargo, que hayamos avanzado mucho constatándolo, pues todo lo material o extenso se codetermina.

Puede plantearse el siguiente dilema: O bien la vida ha existido siempre, oculta en la materia, o bien ha surgido en ésta en un momento de su historia. La primera opción es metafísica; la segunda es abiertamente irracional o mística, ya se atribuya la "creación" a Dios, ya a las causas segundas.

Crear es poner algo allí donde no existían vestigios suyos en absoluto. Todo lo que no es creación o aniquilación (nivel substancial) es composición o descomposición, desarrollo o atrofia (nivel modal). La creación, por tanto, no es analizable por signos racionales, o al menos no racioempíricos, dado que suprime la causa física.

Así, buscar físicamente un origen de la vida (no de la vida que podemos observar y clasificar, sino de cualquier vida: de la noción misma de vida constatable en la naturaleza de forma diferenciada) me parece tan vano como buscar el del movimiento.

Ahora bien, ante un medio dado y una célula sexual dada, el medio no es capaz por sí mismo de explicar las razones del desenvolvimiento de la mencionada célula, que se encuentran por consiguiente en ésta, aun cuando se requiera necesariamente de un sustento externo. A esta capacidad explicativa de la particularidad del acontecimiento la llamo suficiencia. De manera que una célula sexual podría sobrevivir en medios muy distintos, lo que no impediría que hablásemos de uno e idéntico animal en cada uno de estos escenarios.

Hacer notar por último que "personalidad" es un concepto complejo el cual, en efecto, integra un elemento de aprendizaje que rompe el monopolio genético de los deterministas. Pero tal no implica que el devenir añada grosor al ser (llegar a ser lo que no se era es otra forma inadmisible de "creación" o de "anexión de vida"); más bien que éste no se encuentra ontológicamente en los genes, aunque puede que sí localmente.

(...)

Sostengo que una célula sexual es la potencia de un organismo completo. Algo está en potencia (y no en una mera situación de posibilidad lógica) cuando entre el estado inicial y el final no media nada externo a ese proceso, esto es, nada que no se deduzca del proceso en sí y su relación directa con el medio. Por ejemplo, que yo escriba esta respuesta es algo que entra dentro de lo posible, sin derivarse de la disposición de mis genes y órganos o de cualquier otra premisa necesitante. Sin embargo, que yo me muera algún día es algo que se sigue de mi constitución y, por tanto, está en potencia (pese a no ser lógicamente inevitable).

Hablar de "interioridad" y "exterioridad" en la materia es una licencia metafísica que me permito para dar a entender que los cambios sujetos sólo al transcurso del tiempo no son cambios substanciales.

¿Hay algo externo a la relación proceso-medio, expresión de la substancialidad? Mi opinión es que no lo hay. La vida, como la energía, pero en otro plano más sutil, ni se crea ni se destruye, limitándose a pasar por sucesivas transformaciones, sean éstas perceptibles o no. La vida, pues, es la esencia de todo, y no sólo de lo que llamamos vivo. De entre los que tienen correlato real, no existe concepto más simple o más útil a la hora de explicar el cambio.

(...)

¿Por qué la célula? Porque se trata de una unidad funcional apta para la división y la reproducción. Pero, sea como fuere, insisto en que no se debe incurrir en los fetichismos que haces muy bien en denunciar, puesto que la vida del individuo no puede identificarse con ningún elemento extenso, por "esencial" que nos parezca. Si bien resulta obvio que -dado que tiene que estar en alguna parte, y en unas antes que en otras- se circunscribirá en él de un modo heterogéneo.

Por supuesto que la personalidad es orgánica y procesual. En concreto es un proceso de la vida, de la vida humana. Ésta es algo más que un caos de partículas accidentalmente cohesionadas durante un breve lapso de tiempo. Lo vivo no limita con lo muerto, sino con lo vivo-otro.

(...)

En suma, si en la materia todo liga con todo, son necesarios los fines para que podamos hablar de individualidad. Estos fines presuponen un "yo" inmaterial, metafísico, en el inicio de cualquier "yo" consciente.

El individuo (el observador ante el mundo) es [a su vez] el presupuesto de toda ciencia, como debe serlo la metafísica que lo fundamenta. Ningunear ésta o reducir aquél a ficción es hacer lo propio con el conocimiento, que quedaría así degradado, vuelto en ingenua proyección imaginativa sobre el río de Heráclito.

* * *

Nota bene: "J. Aguado" es un alter ego, por razones que no vienen muy al caso.

lunes, 26 de noviembre de 2007

El sueño de Kant produce quanta




La metafísica kantiana pretendía ser el fundamento de toda ciencia futura. Y si bien no acabó siéndolo de toda, podemos asegurar que al menos sí lo fue de una. El mundo que la física cuántica describe como en un estado borroso o de indeterminación es lo que Kant llamaba "das Ding an sich" (las cosas en sí mismas).

Este filósofo veía al universo entero como una mónada, esto es, como la realidad subyacente que de alguna manera causaba los fenómenos y no podía ser aprehendida por la experiencia. El observador, pues, en lugar de reflejar "sub specie aeterni" un universo que es incapaz de intuir, sería el reflejo de éste, una parte de su historia desde el mismo momento en que lo percibe, lo hace ser racional y, por tanto, lo obliga a acontecer.

El kantismo es un leibnizianismo invertido.

* * *

Enlace externo.

Confitemini















Confitemini-Domino---De-tribulatione.mp3

domingo, 25 de noviembre de 2007

Ariadna




Todo -en la mente como en el cuerpo, arriba como abajo- está determinado. Pero, por más que asciendas en la cadena de la determinación hasta sus vestigios primeros, no encontrarás un punto de partida identificable donde lo físico o causal dé lugar a lo psíquico o final. En ello ha reparado ya el emergentismo, ofreciendo sin embargo una solución ficticia, que pasa por sustituir el concepto de ley por el de relación. Y ésta es la clase de discurso que, pretendiendo explicarlo todo, nada explica, sino que da por hecho que las cosas ocurren ("surgen") y no lo detalla de forma concluyente.

Entonces, ser libre una vez es serlo siempre, con independencia de que estemos determinados a serlo según este primer acto de libertad que es existir como seres unitarios (y, de hecho, no hay otra existencia que la del individuo o mónada). La ausencia de necesidad geométrica se contagia, por así decirlo, a todo el devenir futuro de aquel que -excluyendo a Dios- es sin razón porque él mismo es su propia razón. Y estar sujeto a uno mismo, ser sujeto de tus acciones, es tanto como ser libre.

En la tradición católica aprendemos que Dios creó al hombre y le proporcionó ab initio libre albedrío. Si es cierto que gozamos de superioridad filosófica respecto a los griegos, los judíos, los gnósticos, los musulmanes y los luteranos y calvinistas, hay que buscarla principalmente aquí.

Despierta, Platón




La posibilidad lógica actual y la realidad física están más cerca de lo que se cree. Para que la materia sea mutable tiene que ser mutante; de igual manera, para que el hombre pueda pensar algo tiene que ser pensante. ¿A qué me refiero con "ser mutante" o "ser pensante"? A reflejar en el atributo lo que más tarde se mostrará en los modos, por seguir la terminología espinozista.

"Poder cambiar" significa poder sufrir cualquier cambio, sin que quepan límites lógicos. En la misma tablilla de cera en la que imprimimos la huella de un dedo podemos imprimir el sello real. La infinita división de la materia -a la que podríamos tomar por la suma confusa de todas las representaciones gráficas- lo permite.

Por razones análogas, "poder pensar" es ya haberlo pensado todo desde la consideración del atributo, el ser pensante. La esencia del pensamiento no tiene fronteras lógicas, y quien es capaz de entender la más simple de las verdades (A=A) ya ha entendido las demás, contenidas en ésta, aunque no lo sepa.

* * *

Enlace interno.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Estela de Descartes




El emergentismo entiende el libre albedrío como una causalidad descendente. No me parece una explicación de recibo. Se permite al producto incidir en aquello que lo produce sin que por esta razón cambie su naturaleza o su funcionalidad.

Esta forma de ver las cosas parte de un error genealógico, al que ya me referí al hablar de su "creacionismo ético". Tomemos los movimientos de un feto en el vientre materno. No puede decirse que sean completamente involuntarios o reflejos, pero tampoco son del todo conscientes, equiparándose a los del animal irracional. El emergentismo estricto y cartesiano consideraría aquí que no hay libertad en absoluto, sino mera maquinalidad en los actos del ser incapaz de reconocerse mediante el "cogito, ergo sum" (o, más modernamente, el estadio de espejo).

Pero ¿qué es el albedrío libre? Estamos ante un concepto denso hasta el laberinto. En primer lugar, es un concebir sin necesidad interna; en segundo lugar, un dirigir el curso de acontecimientos en vistas a un fin; en tercer lugar, un obrar sin compulsión externa.

El primer y el último punto son negativos y señalan la libertad de todo ser viviente y autónomo (animales con cierto grado de desarrollo). Sólo el segundo punto es específicamente humano. No determina, pues, que el acto sea libre, pero sí que resulte racional.

Faltaría ver si es posible el punto primero: la concepción sin necesidad interna, cuya facticidad el determinista estima contradictoria y, por tanto, inviable. Lo he tratado ya al hablar de la teoría de la expresión, las ideas innatas y los límites de las explicaciones ateleológicas. El debate sigue abierto.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Bernhard













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Apertura del ángulo


El darwinismo no puede refutar las causas finales. No puede hacerlo precisamente porque esta teoría basa sus postulados en que 1) la totalidad de la materia tiende a organizarse y, en consecuencia, 2) lo orgánico proviene de lo inorgánico.

No existe lo inorgánico absoluto, dado que la organicidad es una cuestión de grado. Por tanto, existe una propiedad de la materia (su tendencia a conservarse) que no está sometida a la selección, sino que la condiciona y la conduce.

Para entender las causas finales


Escribí esto hace cinco años:


El correlato físico-causal que precede y convierte en factible toda acción libre es su condición necesaria, no su condición suficiente. De no ser así, bastaría que se dieran las condiciones físicas del acto para que éste se realizara, siendo nuestra consciencia un efecto derivado de su consecución (*). ¡Y sin embargo la consciencia preexiste a la ejecución del acto, dirigiéndolo eficazmente en su curso! ¿Cómo sería posible si tuviera que ser su efecto, por definición posterior a la causa? Y si no es causa ni efecto, ¿qué diremos que es? ¿No es del todo conveniente presuponer aquí un principio regulador (el alma) que decide qué hacer sin estar absolutamente sujeto a las causas eficientes?


(*) Hoy habría dicho "una propiedad emergente".

Muerte académica





Se pide que, comenzando por exponer de una manera exacta y neta la doctrina de las mónadas, se examine si, por un lado, pueden ser sólidamente refutadas y destruidas con argumentos sin réplica; o si, por el otro, es posible, después de demostrar las mónadas, deducir de ellas una explicación inteligible de los principales fenómenos del Universo, y en particular del origen y el movimiento de los cuerpos.

Real Academia de Ciencias y Belles-Letres de Berlín, 1745.


Se recibieron muchos trabajos sobre esta materia, y el difunto señor presidente de Maupertuis nombró una comisión para examinarlos, y confió la dirección al difunto señor conde de Dohna, Gran Maestre de la Corte de Su Majestad la Reina, que, al ser un juez imparcial, examinó con todos los cuidados imaginables las pruebas dejadas tanto en pro como en contra de la existencia de las mónadas. Al fin se encontró que, las que debían establecer su existencia, eran tan débiles y tan quiméricas, que todos los principios de nuestro conocimiento serían trastocados por ellas. Se decidió en favor de la opinión contraria, y el premio fue adjudicado a la obra del señor de Justi, quien mejor había combatido las mónadas.

Euler. Correspondencia.


Sin duda, no son las mónadas las que han creado (sic) a los cuerpos. Más bien, cuando pregunto por qué un ser actual existe, no veo otra respuesta más que decir: porque el Creador le ha dado la existencia. Y sobre la manera cómo la creación ha sido hecha, creo que los filósofos deben reconocer francamente su ignorancia.

Euler. Correspondencia.

martes, 20 de noviembre de 2007

Cómo matar a Dios




1) Si el Dios de Aristóteles es el fundamento de todos los demás: refútese y el resto caerá con él.

2) Si no es tal fundamento, ni hay fundamento común: ninguna refutación de Dios es definitiva, ya que siempre cabrá reformular el concepto. Por ejemplo:

. Dado que se predica la imposibilidad de Dios por su condición de ser eterno, se presume existe contradicción lógica entre el atributo de "divino" (i.e., sobrehumano) y el atributo de "eterno".

. En consecuencia, un Dios que no sea eterno, sino temporal, será lógicamente posible, al haberse despejado la mencionada contradicción. Tales serían los dioses panteístas.

. Por tanto, constataríamos que el Dios del monoteísmo es rechazable "a priori", mientras que el del panteísmo lo es sólo por su no falsabilidad (como tantas otras cosas que cree el ateo, por otro lado). O bien requeriría de una refutación particular expresada en nuevos términos, la cual podría igualmente contestarse buscando una definición de Dios con los atributos inversos a aquellos que se están impugnando.

En esta contienda el ateo jamás puede ganar, ya que la lógica obliga a no admitir que algo y su contrario son verdaderos.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Inocente




Juzgar a Dios significa dar pábulo a los fáciles ataques y poner en una situación muy complicada a cualquiera que intente detener el incendio. El Sr. Bueno lo sabe y se aprovecha de la ignorancia de su auditorio lanzándole un discurso aprendido de carrerilla. Cuando lleva ya varios minutos hablando de Dios y le solicitan que demuestre su inexistencia finge no saber a qué Dios se hace alusión. ¡Pues ni más ni menos que a aquel del que estaba departiendo! Pero la argucia surte el efecto deseado, desconcertar a quien inquiere, y la interpelación queda finalmente en nada.

El tono ganador de "la defensa" forma parte de la comedia para que la caída sea más dura. En un extremo, testigo de cargo, el genio lleno de honestidad, arrojo y entusiasmo; en el otro, el repeinado sofista y cortesano con la sonrisa mellada por la ineptitud.

Observa el aire de suficiencia del "fiscal". Sus cartas están marcadas, y no profiere pregunta alguna que no sea desdeñosamente retórica. Van con él la arrogancia y el porte presuntuoso de quien no contempla conjeturas, del que resume el mundo en una vacua fórmula verbal y condensa su misterio en la mera expectativa de conocimiento.

Risas y aplausos. El juicio ha concluido: el hombre se declara inocente.

* * *

Vía Razón atea.

Infinito en acto (II)
















No aprendemos nada que no supiéramos ya.


Podemos aprender infinitos conceptos.

Luego, sabemos infinitos conceptos.


Todo lo que sabemos tiene un reflejo físico.

Por consiguiente, tendrá infinitos reflejos.

Y, siendo nuestro cuerpo finito, serán reflejos infinitamente pequeños.


Si algo físico y sólo físico está dividido hasta el infinito, carece de inicio: cualquier parte que se tome dependerá de otra que, a su vez, también será dependiente de una tercera.

Si carece de inicio, carece de movimiento unitario.

Ahora bien, los seres vivos se mueven.

Por tanto, los seres vivos tienen alma.


Todavía más: toda porción de materia posee cierto grado de inercia, esto es, de movimiento unitario.

Ergo, toda la materia está infinitamente animada.

Lenguajes




Hace mucho tiempo (casi ocho años: mucho tiempo para mí) que estudié el giro lingüístico. Es una corriente filosófica con la que, a grandes trazos, estoy de acuerdo. Puede sintetizarse en la siguiente afirmación: No aprendemos nada que no supiéramos ya, lo que ha llevado a Chomsky a defender el innatismo y a Wittgenstein la gramática filosófica, esto es, la estructura previa a todo discurso inteligible. En estos platónicos mimbres se confirma la teoría de la reminiscencia.

Estoy dispuesto a admitir que mi argumento tiene debilidades visibles, las cuales desaparecen sin embargo al considerar la posibilidad "a priori" de las causas finales y la conveniencia de contemplarlas en el ser humano, cuya memoria no es sólo retentiva como en las máquinas, sino también -y sobre todo- interpretativa. Interpretamos porque no tenemos un lenguaje. Contamos con dos, al menos: el natural y el adquirido.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Razón espontánea


Definiciones

1) La causa plena es la razón única de su efecto pleno.

1.1) Causa eficiente (o causa geométrica) es la que surte efectos desde un estado de hecho pasado.

1.2.)
Causa final (o causa libre) es la que se realiza en base a un estado ideal proyectado en el futuro.

2) Pensar es procesar información.

2.1.) Razonar es pensar según causas finales.

2.2.) Recordar es pensar según causas eficientes.

3)
Obrar es modificar un estado de hecho en el mundo.

3.1.) Actuar es obrar razonando.

3.2.)
Padecer es obrar recordando, i.e., sin razonar.


Proposición

La razón no es consecuencia directa de la memoria y la experiencia. Ambas son condiciones necesarias y no suficientes de aquélla.


Demostración


La prueba que doy es metafísica, aunque la haya presentado desde un ejemplo empírico. La dividiré en tres puntos para que se comprenda mejor:

1)
Concíbase una red de cerebros unida por lo alto (la memoria compartida) y lo bajo (el sistema nervioso común). Si dichos cerebros sintiesen y actuasen igual, nada obstaría -según el principio de la igualdad de los indiscernibles- para que los consideráramos el mismo sujeto, pues un sujeto no es otra cosa que el centro imputativo de sus acciones y pasiones.

2)
Ahora bien, no son el mismo sujeto, ya que no obrarán al unísono aunque tengan las mismas impresiones. Si la acción dependiese sólo de la pasión o de la corporeidad, factores que he condensado en los términos de la memoria y la experiencia, los referidos cerebros tendrían que actuar siempre de idéntica manera, dado que forman parte de un mismo cuerpo (la totalidad de la red) y reciben los mismos estímulos nerviosos.

3) En caso que se objete que actuarán de un modo diferente porque su corporeidad de cerebros es también diferente, se estará admitiendo que:

a)
Existe una noción de cuerpo más allá de las interconexiones físicas y funcionales que integran un organismo.

b) Tal noción depende de la actividad de los sujetos y no de los datos empíricos asimilados por ellos.

c) No es el cuerpo el que determina la actividad, sino la actividad -o la capacidad de actuar- la que determina al cuerpo.

d) Por tanto, el inicio de la actividad no es corporal (compuesto) y sí, en cambio, espiritual (simple).

* * *

PS: Puede que por tradición cartesiana asociemos el pensar con el existir autoconsciente, pero ello no es necesariamente así. No me cabe duda de que los animales piensan y, en muy pequeña medida, razonan. Pensamiento, consciencia y razón son cuestiones de grado en los seres vivos. También es legítimo afirmar que piensa todo lo que organiza, pues pensar no es otra cosa que esto, si abstraemos el pensamiento del pensador. No obstante, me niego a llamar racional a una máquina que se limita a seguir órdenes. Tampoco llamaría así a una piedra que, al precipitarse en caída libre, mostrase obediencia a las leyes de la física.

Couperin
















Audite-omnes-et-expavescite.mp3

sábado, 17 de noviembre de 2007

Somos libres




Si dos personas tienen idénticas percepciones, si expresan y representan el mundo de la misma manera, ¿cómo se las distingue? Han percibido lo mismo porque su capacidad interpretativa es idéntica, siéndolo también los estímulos. Tendrán, pues, iguales reacciones -exactamente iguales- siempre y en todo lugar.

Ahora bien, eso no es posible: no existe la clonación perfecta, el desdoblamiento. Pero sí lo es el que tú y yo compartamos memoria de una misma base de datos, como podrían hacerlo dos ordenadores.

Concreto el ejemplo. Supón que, además de estar conectados a un cerebro central, formamos parte de un sistema nervioso común. Puesto que nuestro cuerpo es uno, ¿somos algo más que nuestra memoria y nuestra razón, único criterio individualizador que nos queda? Pero dije que la memoria en este caso también formaba parte de una colectividad de sujetos. Sólo resta, entonces, la razón, entendida como espontaneidad o principio activo. Ésta no depende ni de lo vivido (la memoria) ni de lo que se vive (la experiencia). Se encuentra orientada al futuro, a los fines, según sea su propia noción.

Nada hay en la composición física del cerebro, abstracción hecha de los recuerdos y los efectos de la facultad sensible, que lo incline necesariamente a pensar de una manera antes que de otra. De aquélla se seguirá el que podamos o no hacer algo, no el que tengamos que hacerlo. La prueba del albedrío es la prueba del alma.

Creacionistas éticos


No me sorprende que quienes consideran una prioridad política el casar homosexuales releguen al último lugar la protección de la vida en su fase embrionaria. Son los mismos, por cierto, que niegan al Estado la posibilidad de matar a un asesino, pero se la sirven en bandeja a una madre con respecto a su hijo nonato. Cuestión de principios, supongo. Bien es sabido que los fetos no votan ni participan en la lucha de clases.

Estos eximios estadistas y laureados científicos piden al nasciturus que sea "inteligente" o "consciente" para concederle el salvoconducto. Por la misma razón, no lo considerarán vertebrado hasta que tenga espina dorsal, ni mamífero hasta que mame o le crezcan las tetillas. El hombre sería así el único animal que va cambiando de especie y de clasificación taxonómica en el transcurso de su vida. La identidad no estaría en los genes (darwinismo), sino en el grado de desarrollo de los órganos (lamarquismo). La humanidad se ganaría con el tiempo, como quien gana peso; o bien surgiría inopinadamente con el primer chispazo neuronal. Propongo bautizar a esta vanguardia biofilosófica del siguiente modo: creacionistas éticos.

viernes, 16 de noviembre de 2007

La simplicidad del alma




Podemos concebir un conjunto de sujetos compartiendo una misma memoria por una suerte de interconexión de sus cerebros a un cerebro central. Sin embargo, no nos es posible la intuición de varios individuos sintiendo (i.e., interpretando una sensación) de idéntica forma.

Teoría de la expresión




Si lo que expresa lo complejo tiene que ser igualmente complejo, ¿no se está confundiendo el expresar con el reproducir? El lenguaje expresa la realidad sin reproducirla, razón por la cual nos permite abreviar.

La combinación de los colores no expresa nada, sino que lo reproduce. En cambio, las palabras sí expresan, tanto más cuanto más simples son. De modo que el término más vago (por ejemplo, "cosa") es el que mayor campo denotativo ostenta.

En la esfera lingüística lo complejo no es una mera adición combinatoria de elementos simples. Las palabras no son más o menos complejas según el número de letras que las integren. Lo serán, si acaso, en atención al número de significados que connoten. Nada más difícil de definir y, por ende, más complejo que aquello que remite a todo, como "el ser" o "la verdad".

Una explicatio, pues, presupone una complicatio o síntesis cifrada. El alma requiere la memoria para reproducir datos brutos e integrarlos en su noción unitaria y consciente. Pero en absoluto le hace falta tal cosa para expresar la experiencia de estos datos, mientras mantenga algún grado de sensibilidad. Nadie siente de la misma manera y, por tanto, sentir no puede equipararse a reproducir, siendo en cambio una forma primaria del expresar.

Esto basta para probar que en el alma cabe todo el universo sin necesidad de ser ella misma un universo.

* * *

Enlace interno.

Acabar con todo


El Renacimiento supuso un gran progreso, una madurez de las fuerzas alcanzadas, sin conllevar por ello una fractura con el pasado en el que venía incubándose. Jamás rompe uno con el pasado, sino con el presente, pues el pasado es una ficción mediante la que los historiadores convierten lo intangible en relato. Por contra, toda época encarna, en procesión bulliciosa y ecléctica, el tránsito entre lo viejo y lo nuevo: Savonarola y Villon, Domingo Báñez y Campanella, Janequin y Orlando de Lasso serían, así, aristas de una misma realidad poliédrica.

El rupturismo nace de la visión revolucionaria y fanática del mundo, que contempla al adversario ideológico como al cíclope a batir para que la vida siga adelante. Es un rasgo distintivo del temperamento decadente el concebirse sin raíces, como un fenómeno natural o mecánico que conduce a la disolución de lo hasta ahora dado. Lo pretérito no es sólo lo muerto; también es lo que debe morir sin dejar rastro, legado ni enseñanza. Nada más gélido, antihistórico y, en suma, mortífero que un idealista imbuído del sentimiento de inminente caducidad.

Amanecer devoto















Der-Herr-ist-mit-mir.mp3

jueves, 15 de noviembre de 2007

La mónada y el Uno egoísta


El "yo" -en tanto que puede actuar y actúa- no es ni un concepto, ni un estado de hecho, ni una adición de estados de hecho.

Stirner quiso emancipar el "yo" de la servidumbre de las ideas mediante un proyecto al mismo tiempo idealista (por su exaltación del sujeto particular) y antiidealista (por su relativización de lo categorial).

La propiedad del "yo" lo es todo, pues es incapaz de pensar nada superior a su propio pensamiento. Si se conoce, conoce el universo; carece de verdaderos fines externos que puedan incrementar su noción. Todo lo que el "yo" piensa es, entonces, inferior a sí mismo e indigno de homenaje. Si el "yo" se autopensara, desaparecería, por lo que sólo puede devorar todo lo que lo rodea como si fuera algo exclusivamente suyo (egoísmo).

En suma, el pensamiento es la voluntad de ser, sin que quepa apreciar una sumisión natural de una esfera respecto a la otra.

El sofisma solipsista al que Schmitt debe de referirse es la conversión de lo impensado en inexistente, o de lo deseado en lo deseable o moral.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

En el laberinto


Sólo la geometría puede proporcionarnos el hilo conductor para recorrer el laberinto de la composición del continuo, de los máximos y de los mínimos, y de lo indesignable, y del infinito, y nadie llegará a una metafísica verdaderamente sólida sin haber recorrido dicho laberinto.

Así como una misma ciudad, vista por diferentes partes, parece otra y resulta como multiplicada en perspectiva, así también sucede que, por la multitud infinita de sustancias simples, hay como otros tantos universos diferentes, los cuales no son, sin embargo, sino perspectivas de uno solo, según los diferentes puntos de vista de cada mónada. Ésta es la manera de conseguir la mayor verdad posible con el mayor orden posible.

Leibniz.





El dibujo es del puño de Leibniz y se encuentra en el manuscrito de la Characteristica.

En breve me ocuparé de este espinosísimo asunto.

martes, 13 de noviembre de 2007

Meditación


El hombre tiende al mal como la esfera a rodar por la pendiente. Para destruir esta tendencia o dejarla temporalmente sin efectos sería preciso que o bien la esfera se achatara, o bien que la pendiente se ahuecase. Es decir, haría falta un cambio físico en el sujeto o en las circunstancias. Si no se produce este cambio relevante, y con todo la tendencia se invierte, entonces hay que reconocer la acción de una fuerza particular extraña al sujeto y a la circunstancia del mismo.

Ahora bien, somos capaces en idéntico grado de obrar recta o incorrectamente. De manera que, mientras nuestras inclinaciones nos dirijan a obrar mal y nadie nos lo impida, obraremos mal; y viceversa. Rectificar el curso de la acción nos resultaría imposible, a pesar de nuestro albedrío, puesto que éste se limita a asentir a lo que el entendimiento ya ha deliberado. Por tanto, obrándose mal por falta de deliberación, para obrar bien en tal tesitura se requiere o bien un incremento en la capacidad de razonar, o bien un cambio en la naturaleza de la voluntad.

Sin embargo, la potencia de algo no cambia nunca sin que quepa hablar de la destrucción y recreación de ese algo, que ya no es lo que era, esto es, lo que podía ser. Consecuentemente, para que alguien cambie la inercia a la que su propia noción lo dirige, deberá experimentar una modificación en el acto (lo volitivo) y no en la potencia (lo intelectivo). Un cambio en acto, pues, cuya efectividad exige un agente distinto al sujeto.

Antorchas


Afirmar tu fe no es quemar a un hombre, sino quemarse en ella. "El que persevere hasta el fin, ése se salvará". ¿Cómo?, ¿persiguiendo?. No, sufriendo. Tal es la verdadera afirmación de la fe, y Calvino no la conoce.

Castellio.




Visto aquí.

Intervencionismo teológico


Cuando dejéis de ver a Dios como el fontanero del mundo, en lugar de como su perfecto Creador, superaréis la superstición y superaréis el ateísmo.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Leibniz, biólogo


Extracto y comento brevemente unos párrafos del penetrante estudio del profesor Bernardino Orio, "Leibniz y los Helmontianos":

Comparemos primero las otras criaturas con nosotros mismos, dice Leibniz. Si todos aceptamos que hay en nosotros un ser simple dotado de vida, acción y perfección, la naturaleza sería poco uniforme y coherente si sólo esta partícula de materia que es nuestro cuerpo estuviera dotada de algo que la hiciera, incluso físicamente, totalmente heterogénea, esencial e infinitamente distinta de las demás:

lo que nos lleva a pensar que hay por todas partes tales seres activos en la naturaleza, y que no hay diferencia más que en el modo de la percepción.

Llámense formas, entelequias, almas o espíritus, no puede haber en origen más que una diferencia gradual entre ellas, ni, de momento, más diferencia que gradual -en variedad de percepción- entre lo orgánico y lo inorgánico: tan llena de vida está la piedra, como una rosa o el cuerpo humano. En "el fondo" estas tres cosas están hechas de igual manera, tienen la misma estructura; la naturaleza es uniforme en su sustrato más profundo.

(...)

Aunque todo está lleno de vida -comienza diciendo-, no todo ES vida, y habremos de distinguir fenoménicamente entre lo orgánico y lo no orgánico. Siguiendo su famoso ejemplo, ¿qué le falta al estanque lleno de peces para ser un pez o un ser orgánico animado, si el cemento del estanque está lleno de substancias -todas orgánicas, pues no hay ninguna que no lo sea-, y entre los peces hay una infinidad de otros cuerpos orgánicos, seguramente desconocidos por nosotros, hasta el infinito?. Lo que le falta -nos dirá después- es la "mónada o entelequia dominante", que unifica funcionalmente la actividad de los cuerpos orgánicos correspondientes a las mónadas auxiliares, para constituir un animal orgánico o máquina de la naturaleza, esto es, un "unum per se" indisoluble; mientras que el cemento del estanque carece de esta unidad funcional, es un mero agregado "compuesto" de substancias, un "unum per accidens" y soluble por los agentes externos.


A modo de resumen:

1) La vitalidad no es una propiedad emergente de cierta clase de organismos, sino una propiedad permanente de los organismos en general, sin que quepa establecer entre ellos más distinciones que las de grado.

2) La conexión física de todas sus partes no basta para identificar a un organismo, ya que todo está conectado y todo es viviente. Es necesario presuponer un fin primero ínsito a cualquier átomo de materia (la organización o infravivencia) y un fin final propio de cada organismo (la conservación o supervivencia).




viernes, 9 de noviembre de 2007

Nadie ha hecho más daño


La concepción científica actual está sesgada por estos tres enormes errores:

1) La materia prima aristotélica.

2) El dualismo maquinal cartesiano.

3) La cosa en sí kantiana.

Es decir, por la abstracción, amputación y, al fin, negación de las formas substanciales. De ahí que en cualquier ciencia que no sea puramente deductiva haya que tomar todo resultado con graves reparos lingüísticos antes de proceder a su decantación ideológica.

Recelo y finitud


Quien escruta razones últimas para la injusticia la dignifica. Ésta no tiene otra causa que la inconsciencia, la ceguera, el olvido de sí. Mal moral al que son proclives aquellos que en lo positivo niegan esas mismas razones últimas y todo lo cifran en un obrar práctico y despreocupado. Se expresan de esta guisa: lo que llena el mundo es azaroso o ignoto, no regido por principios racionales, y lo que lo destruye es consecuencia geométrica de ese azar; luego nadie obra bien ni mal, sino que simplemente obra más o menos. Destruyen, pues, la conservación de las cosas, la espontaneidad del albedrío y la universal armonía.

La confianza en el orden es condición necesaria del sentido de una investigación científica. Un orden plasmado en el mundo y que ninguna mirada agota. En contra de lo que suele pensarse, el creyente y el escéptico no son figuras antagónicas. Véase, por ejemplo, a Lessing:


Si Dios contuviera toda la verdad en su diestra y la incansable búsqueda de la verdad en la zurda y, a la vista de que estoy condenado a errar por siempre, me ordenase: 'Escoge', escogería humildemente la izquierda, respondiendo: 'Dame, Padre. La verdad pura sólo a ti te pertenece'.

Se aspira a la verdad porque se tiene fe en ella más allá de toda hesitación; una verdad cuyo contenido particular no importa tanto como su carácter vinculante, envolvente y eterno. Si el escéptico resuelve los motivos de sus dudas, se convertirá en teísta o en deísta; si los olvida, en ateo. Pero nadie -creyente o descreído- tiene derecho a combatir la certeza ajena con la incertidumbre propia. La duda puede redundar en acicate para la acción (la moral de Descartes) o la experimentación, y sin embargo es incapaz de persuadir, pues se ha proscrito del ámbito de lo teórico.

El darwiniano Nietzsche atribuía la tendencia escéptica al mestizaje de razas en Europa. Así, el más célebre entre los incrédulos, lejos de ver el enquistamiento de la duda como un rasgo de racionalidad, lo contempla como un claro signo de corrupción de los instintos y decadencia de las costumbres.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Cómo escapar




El bien es el amor espontáneo hacia lo representado, y amar es voluntad de retener o ser retenido. Así, la miseria del mal reside en no requerir justificación racional. Pero ésa misma es la grandeza del bien.

La razón, suma de predicados, no agota la naturaleza expansiva de la verdad, directamente emparentada con la de la consciencia. Ser consciente y amar ¿de quién depende? No puede depender del alma, cuyo obrar depende a su vez de la consciencia. Tampoco del cuerpo, que nos predetermina a la oscuridad y a la mentira. ¿De quién, pues?

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Cuando fuimos inocentes




1) Llamo concreto a aquello que no se compone de significados parciales (i.e., la subjetividad).

2)
Entiendo por existir el ser inteligible sin referencias externas.

3) Si algo no es concreto, no existe.

4) Amar es voluntad de retener o de ser retenido.

5) Ser consciente es retener lo concreto mediante la inteligencia.

6) Es imposible ser consciente si no se ama algo concreto.

7) Luego, un cuerpo no puede amarse conscientemente.

8)
La atracción hacia un cuerpo no es intelectiva, sino instintiva y asimilativa, radicando en someterlo o sometérsele.

9) Luego, para amar carnalmente algo distinto a sí mismo, debe sometérselo o sometérsele.

10) Someter es destruir una resistencia.

11)
Quien no puede someter ni se somete sólo sabe resistir con el engaño.

12) Llamo engaño a la apariencia presente de un bien futuro.

13)
La belleza caduca de los cuerpos es un engaño.

14)
Ergo, amar carnalmente es destruir la falsa belleza de los cuerpos.

15) Ahora bien, los cuerpos no son más que su apariencia.

16) Por otro lado, odiar es voluntad de destruir o de ser destruido.

17) Consecuentemente, el amor carnal es el odio del cuerpo del otro o de uno mismo.

18) El mal es el odio espontáneo hacia lo representado.

19) Por lo que el sexo y el mal tienen una e idéntica raíz.

20)
Y la raíz nos es desconocida.

Prudencia del más viejo


He estado pensando cuál podría ser la diferencia entre religión e ideología. He aquí mi respuesta: la ideología da una explicación (equivocada) del origen del mal; la religión no la da.

Retiro




Separarse del mundo no es desertar de él. La religión, no menos que la política, pretende el gobierno de las almas. Ahora bien, si el mando de los hombres sólo quiere subyugar voluntades, el de Dios aspira a transformarlas más allá de todo condicionamiento previo.

Que la familia no sea un obstáculo en la fe, como no lo fue para Abraham. Este precepto resulta afrentoso para el pueblo judío, que proclama el respeto a los padres entre sus mandamientos más sagrados; o para los gentiles, que divinizan a sus manes. Pero es la esencia de la fidelidad la que determina tan radical proceder: despreciar las ataduras de la carne, las añoranzas mundanas.

No siempre la inspiración acude















Why,-why-are-all-the-Muses-mute-,.mp3

martes, 6 de noviembre de 2007

Panteístas


El amor como voluntad de conservación, el odio como voluntad de destrucción. Sólo se ama lo que puede perderse en vida. Imposible amar al universo.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Leibniz y el aborto pragmático




Filaletes: Antes de abandonar la consideración de las relaciones, haré notar que de ordinario poseemos una noción tan clara o más clara de la relación que de su fundamento. Si yo creyese que Sempronia encontró a Tito debajo de una col, como se acostumbra a decir a los niños, y que a continuación tuvo a Cayo de la misma manera, tendría una noción tan clara de la relación de hermano entre Tito y Cayo como si poseyese todo el saber de las comadronas.

Teófilo: No obstante, cuando un día se le dijo a un niño que su hermanito que acababa de nacer había sido sacado de un pozo (respuesta que se utiliza en Alemania para satisfacer la curiosidad de los niños al respecto), el niño se asombró de que no se le volviese a tirar al pozo cuando gritaba tanto y molestaba a su madre. Y es que esa explicación no le permitía conocer ninguno de los motivos por los cuales la madre amaba al pequeño. Por lo tanto, se puede afirmar que aquellos que no conocen el fundamento de las relaciones sólo pueden tener sobre ellas lo que yo llamo pensamientos sordos en parte e insuficientes, aun cuando dichos pensamientos puedan ser suficientes en determinadas ocasiones y para determinados aspectos de la cuestión.

Leibniz

sábado, 3 de noviembre de 2007

Insisto




No creo que sean la libertad o la consciencia las que nos hacen humanos (al ser cuestión de grado: se tienen más o menos), sino la vergüenza o capacidad de avergonzarse (que es cuestión de naturaleza: o se tiene o no se tiene). Apelar a la vergüenza y apelar a la humanidad es exactamente lo mismo: lo humano y lo inmoral son elementos objetivos.

Ya definimos la vergüenza como el sentimiento de estar por debajo de sí, y en este sentido como función del ser consciente. Ahora bien, el orgullo en cualquiera de sus variantes es el afecto contrario al descrito, esto es, juzgarse por encima de uno mismo, considerar que ningún halago nos colma. Quien así vive hace de la palabra ajena su sustento y, aunque humano, carece de alma.

Reversión del milagro




-Precisamente porque no soy crédulo quiero ver con mis ojos la aniquilación y la resurrección de la rosa.
Paracelso la había tomado, y al hablar jugaba con ella.
-Eres crédulo -dijo-. ¿Dices que soy capaz de destruirla?
-Nadie es incapaz de destruirla -dijo el discípulo.
-Estás equivocado. ¿Crees, por ventura, que algo puede ser devuelto a la nada? ¿Crees que el primer Adán en el Paraíso pudo haber destruido una sola flor o una brizna de hierba?
-No estamos en el Paraíso -dijo tercamente el muchacho-; aquí, bajo la luna, todo es mortal.
Paracelso se había puesto en pie.
-¿En qué otro sitio estamos? ¿Crees que la divinidad puede crear un sitio que no sea el Paraíso? ¿Crees que la Caída es otra cosa que ignorar que estamos en el Paraíso?


Borges*


* Al que acabo de resarcir de la injuria.

jueves, 1 de noviembre de 2007

La compasión según Kafka




No deja de sorprenderme el grotesco bizantinismo del debate que, a propósito del rigor de las penas, se pregunta si hay formas más humanas de matar que otras. Pues ¿ejecutar a alguien es menos grave que mortificarlo? Quiero decir, si se acepta que matar es correcto como castigo de determinados crímenes, ¿por qué se iba a rechazar el padecimiento de los reos, tanto el físico como el moral? ¿Se trata solo de eliminarlos porque son peligrosos, pero no de que paguen por sus ofensas?

No. Si tengo derecho a matarte, también te podré atormentar de mil maneras. Tu dignidad desaparece en el momento de pronunciarse la condena. Con la muerte pagas por la transgresión; con el dolor por haber consentido a la misma.

Sin riesgo de sufrimiento no hay libertad, y sin libertad no hay vida. Por ello, sin voluntad de castigar no hay justicia, sólo una prolongación burocrática y mortal de la policía.

Placebos




Este post es excelente como prueba de lo contrario de lo que pretende demostrar, a saber, que Dios es un "flatus voci". Porque si hay algo que impide considerar a Yahveh un super-hombre proyectado por el anhelo colectivo es lo paradójicamente duro e inhumano que resulta. Es un dios que no sujeta su voluntad a la obediencia de los hombres (obediente a su obediencia), sino que tiene un plan para ellos, el cual conocen sólo en parte; un dios que no admite ser representado y prefiere permanecer en la penumbra; que, odiando la pompa y lo aparente, amenaza con la destrucción eterna a quienes lo loan sólo con la lengua; que es, en fin, insobornable frente a la humana debilidad.

A esto, como a todo, se le puede dar una explicación política, antropológica o psicológica. Pero -al exigir un experimento irrepetible y una neutralidad que no se tiene- es una explicación placebo, tranquilizadora; que no ilustra nada.