miércoles, 23 de septiembre de 2020

Demostración de la existencia de Dios según Casimiro de Toulouse


Todo lo que es tiene el ser en sí o por otro. Ahora bien, algo es. Por tanto, lo que es tiene el ser en sí o por otro. Se prueba la mayor: ser en sí y no ser en sí son contradictorias, luego lo que es, si no es en sí, es por otro. La menor se desprende de nuestra experiencia: no todo lo que es tiene el ser por otro, o procederíamos al infinito; por consiguiente, se fundamenta en lo que tiene el ser en sí, por el que todo lo demás es.

Puébase también de este modo que es necesario conceder el ente en sí. Tomemos la totalidad de procesos al infinito. Pregunto si todas estas entidades son causadas por otro, o no todas; si lo primero, pregunto por qué son causadas y pregunto asimismo si asignamos dicha causa al número de todas las causas y su proceso al infinito, o no. Si no, se sigue que no se entendió en primer lugar la universalidad de causas, lo que va contra la suposición; si sí, se sigue que tal causa será causa de sí misma y será antes de sí misma”.

Casimiro de Toulouse


Es el mismo argumento que Gazzerro emplea aquí décadas más tarde.

martes, 15 de septiembre de 2020

Sobre lo mismo


No acepto que tengamos una comprensión imperfecta de la infinitud, pues eso sería suponer una semicomprensión o una cuasicomprensión que en realidad no se dan y no considero siquiera que sean posibles. Nuestra noción de infinitud es tan perfecta como la que tenemos de finitud; tan completa es la noción de imparidad como la de paridad. No caben diferencias de grado: o se comprenden absolutamente la imparidad y la infinitud o no se comprenden en absoluto.

Concedo que no nos representamos un infinito actual en nuestra mente, pero no que no lo concibamos. Concebir es entender el valor de verdad de una proposición. Entendemos la proposición “Lo que no es finito es infinito”. Por tanto, concebimos la infinitud al mismo nivel que la finitud. Diré más: no es concebible la finitud sin una comprensión simultánea de la infinitud.

La cuestión, pues, es si la noción de infinitud es finita o infinita. Para resolverla debemos preguntarnos si hay algo en el infinito que no esté en su noción. Cuando afirmamos que hay infinitos números impares, vemos que la imparidad no añade nada a la infinitud ni ésta depende de aquélla, puesto que también hay infinitos números pares. La infinitud no es más que una negación de la finitud. No es, como podría creerse, la negación de la finitud y su repetición “ad infinitum”.  Dado que esta repetición infinita no es concebible por nuestro intelecto finito, resulta evidente que no tiene cabida en el concepto de infinitud, que sin embargo poseemos, dado que sin él la finitud sería incomprensible. Asimismo, tal repetición es por completo superflua, como lo sería contar hasta mil para comprender el número mil.

El caso de la infinitud es realmente particular, ya que de ordinario una noción no contiene en sí misma todo lo que implica. Así, la noción de calor no es caliente ni se calienta el espíritu por concebirla. La noción de inmortalidad tampoco es inmortal, porque carece de vida, ni hace inmortal al que la comprende. Ni, en fin, es extensa o nos extiende la noción de extensión. Pero la noción de infinitud sí es infinita e infinitante. No es más infinita en la mente de Dios que en la nuestra, por la misma razón que nos lleva a concluir que en el sublime entendimiento divino el concepto de triángulo no es más triangular ni el de tres más impar de lo que lo son en nuestras pobres luces. Que Dios pueda representarse en acto todos los triángulos y todos los números impares o infinidad de series infinitas no le da la menor ventaja sobre nosotros en este punto.


Sobre la infinitud por participación


Sabemos que todos los números impares son impares, aun siendo infinitos. Este conocimiento es una concepción positiva legítima, ajena al hecho de que no podamos representarnos todos los números de esta clase. No necesitamos representaciones de ningún tipo para alcanzar una conclusión semejante. ¿Hemos comprendido la imparidad sin abarcar todos los números impares? Sí. ¿Comprendemos la infinitud sin abarcar el conocimiento actual de un ente o serie que carezca de límites? Sí, por el mismo motivo. 

Ahora bien, si comprendemos la infinitud nos hacemos iguales a ella por participación. Si mi mente comprende la infinitud, la infinitud objetiva es idéntica a la infinitud en mi mente, como el número nueve objetivo es idéntico al que pienso. ¿O acaso creeré que la infinitud en mi mente es una infinitud finita o que el nueve en mi mente no es divisible entre tres como el verdadero nueve?


domingo, 13 de septiembre de 2020

Que el alma es inmortal por naturaleza


De Campanella:

El efecto nunca es superior a la causa principal, esto es, el rayo nunca es superior al sol, la escultura al escultor, etc.

El cuerpo humano es finito, en tanto que participa de un número finito de elementos que lo componen.

La mente humana es infinita, en tanto que participa de la noción de infinito, comprendiéndola.

Por tanto, la mente es superior al cuerpo.

Por tanto, el cuerpo del hombre no es la causa principal de su mente, ni ambos pueden confundirse.

De ahí se sigue que la mente o alma humana no sea mortal por naturaleza, ya que si el cuerpo no es su causa creadora tampoco es su causa conservadora.

* * *

Se aclara la tercera premisa, sobre la infinitud del alma:

El concepto de esfera no es esférico, ni es alto el concepto de alto, pero quien posee la noción de lo esférico o de lo alto comprende todo lo que es esférico y todo lo que es alto en tanto que tales. Por el mismo motivo, quien posee la noción de infinito comprende lo infinito. Y dado que lo finito no puede comprender lo infinito, así como dos litros no caben en un recipiente de un litro, debe concederse que el alma es infinita.

Un concepto negativo no es de peor condición que uno positivo. Entendemos la noción de lo oscuro tan bien como la de lo luminoso, la de lo imperecedero tan bien como la de lo perecedero, etc. 

Si aceptamos que concebir y representar no son equivalentes, ya que podemos concebir un chiliedro pero no imaginarlo, no es correcto concluir que la incapacidad de representación conlleva una incapacidad de concepción. Pues bien, hasta la mente del hombre más estúpido concibe lo infinito. A esta noción no le falta nada. No se la perfecciona ni se la dota de mayor claridad engordándola con añadidos o representaciones de ninguna clase. Y es tan cierto decir que en el concepto de infinito está la esencia de lo infinito, la cual se da en todo infinito posible, como que en el concepto de impar está la esencia de lo impar. Los números impares son infinitos, pero su concepto no lo es, y podemos concebirlos distintamente sin representárnoslos en su conjunto.

Podría replicarse que comprender lo infinito no conduce necesariamente a ser infinito. Ahora bien, si por comprender algo entendemos participar de ello, no hay duda de que comprender es una especie del ser. El que comprende toma lo comprendido y se iguala a él, pues si no hubiera identidad entre el concepto objetivo y el concepto que se da en mi mente, todas mis nociones serían falsas. 

Abundando en lo anterior, debe distinguirse entre lo que es más que su noción y lo que no. Lo pesado o lo caliente son más que su noción, toda vez que presuponen estados de hecho y sucesiones causales. No es, sin embargo, el caso del infinito, que puede referirse a lo inmaterial. Luego si en mi mente se da en verdad la noción de infinito, mi mente es infinita, ya que lo infinito en tanto que tal no es más que su noción.