domingo, 7 de enero de 2024


Avicena señala en su Metafísica (Tratado I, Sección sexta) que lo imposible y lo necesario dependen sólo de su propia noción, por lo que permanecen siempre invariables, instalados en el no-ser y el ser respectivamente. Sin embargo, lo causado depende de una noción ajena que se le une, razón por la cual pasa del no-ser al ser y del ser al no-ser, es decir, está sujeto al cambio y no es ni imposible ni necesario. Así, el argumento cosmológico clásico puede formularse en base a estas premisas:

Lo que tiene causa debe su ser a otro ser.

Lo imposible no puede ser. Por tanto, no debe su ser a otro ser ni, por ello, tiene causa.

Lo necesario no puede no ser. Por tanto, es por otro ser necesario o por sí mismo. Si es por otro ser necesario, es menos necesario que dicho ser, ya que respecto a él es necesitado y no necesitante. Pero tal no puede sostenerse, dado que no hay grados en la necesidad, como no los hay en la imposibilidad. Además, algo no puede tener el ser por sí mismo y por otro. Luego lo necesario es por sí mismo. Por tanto, no debe su ser a otro ser ni, por ello, tiene causa. 

De lo anterior se sigue que:

1) Lo que no es imposible ni necesario tiene causa, esto es, debe su ser a otro ser. 

2) Lo que cambia no es imposible ni necesario.

3) En consecuencia, lo que cambia tiene causa, esto es, debe su ser a otro ser.

Esto excluye que pueda darse algo sin causa en lo que cambia. Habiendo convenido que sólo lo imposible y lo necesario carecen de causa, no cabe admitir que algo que cambia no tenga causa. Puesto que si algo cambia ha llegado a ser, por lo que no es imposible; al mismo tiempo, deja de ser en parte, por lo que tampoco es necesario.

La conclusión anterior deviene la premisa inicial de un nuevo silogismo:

1') Lo que cambia tiene causa, esto es, debe su ser a otro ser.

2') El universo cambia tanto cuantitativa como cualitativamente, pues aumenta en tiempo y extensión y muda las relaciones entre sus partes.

3') Por consiguiente, el universo tiene causa, esto es, debe su ser a otro ser.

Siendo el universo la suma de todo lo material, temporal y extenso, su causa sólo puede concebirse como inmaterial, intemporal e inextensa. Lo anterior se prueba del siguiente modo: 

El universo es el agregado de todo lo material y sus relaciones causales. Si la causa del universo es material, entonces la causa del universo es parte del universo y éste es su propia causa, lo que lo convertiría en necesario. Pero hemos visto que lo que cambia no es necesario, y el universo cambia; luego no es necesario. Síguese que la causa primera de todo lo material no puede ser material. Es forzoso, pues, que la causa primera no sea causa material, sino causa eficiente, formal y final del universo. Ahora bien, tal es el primer principio o Dios.

Si el universo tiene causa y ésta es un ser inmaterial, no puede haber un regreso infinito en las causas. Por el contrario, la sucesión de causas deberá detenerse en dicho ser inmaterial, el cual no puede ser causado por un ser material, pues todo ser material es parte del universo, que es efecto y no causa, ni por otro ser inmaterial, toda vez que no puede darse una división real ni por ende causalidad en lo que carece por completo de materia, extensión y movimiento.