domingo, 31 de diciembre de 2023


No existe una partícula física común a toda realidad física ni un principio físico común a toda interacción física. La unidad del universo sólo puede sostenerse metafísicamente, ya sea mediante la estructura matemática subyacente a la realidad, ya mediante su causa primera.

Supóngase que se concede que la estructura matemática del universo es su realidad fundamental. Si se afirma que también es su causa primera, se dará a los números el poder infinito de crear algo de la nada o de mover los cuerpos por toda la eternidad. Y si se niega que aquéllos sean causa de todo cuanto existe, no postulándose ninguna otra causa en su lugar, será forzoso concluir que el universo es causa de sí mismo, por lo que en modo alguno resultará ser cierto que los números sean su fundamento, ya que nada puede fundamentar aquello que posee una existencia necesaria.

En consecuencia, la tesis panteísta y la pitagórica son incompatibles: si el número es fundamento de la realidad, la realidad no es fundamento de sí misma; y si la realidad es fundamento de sí misma, el número no es fundamento de la realidad. La primera alternativa, una vez hemos excluido conferir a los números un poder infinito, nos conduce a Dios; la segunda al caos y a la desmesura de un universo anumérico. Luego, si no hay Dios, hay caos; y si no hay caos, hay Dios.

No hallamos nada fuera de las matemáticas que explique la realidad, en tanto no hay explicación posible que no recurra a la igualdad y a la semejanza, las cuales dependen del número. Si todo es siempre distinto y el discurso es infinitamente líquido, sin que la razón coagule en ningún punto, no habrá afirmación o negación, mayor o menor, y todo será absolutamente ininteligible para cualquier inteligencia. En tal escenario la inteligencia no sólo no podrá inteligir, sino que ni siquiera podrá llegar a ser. Por tanto, dándose la inteligencia y lo inteligido, se da el número como fundamento de la realidad y no se da la realidad como fundamento de sí misma.   

Con todo, el número es incapaz de educir la realidad de la nada o causar el movimiento en una realidad preexistente. Pues, si el número obrase por sí solo, obraría sin orden, toda vez que no hay motivo intrínseco para preferir un número a otro. Por tanto, dándose el orden, se da un obrar numérico no atribuible al número, que es el instrumento del obrar, ni a la realidad, que es su fin. Este obrar debe atribuirse a Dios.


El islam toma del judaísmo la noción de que los merecimientos del hombre son suficientes para hacerlo salvo. Pero es superior al judaísmo en tanto sus Escrituras prevén explícitamente recompensas ultraterrenas para quien se haga merecedor de ellas, mientras que la vida futura sólo se vislumbra en algunos pasajes del Antiguo Testamento (Isaías, Daniel, 2 Macabeos), sin formar parte del pacto de Dios con el pueblo elegido. 

No es comprensible que si el Talmud y la Mishná son autoridades inferiores a la Torá contengan revelaciones muy superiores, como lo es la promesa de la vida futura respecto a la promesa de una descendencia numerosa y una tierra habitable. Los judíos, que se habían afanado en introducir la esperanza de la resurrección mediante la literatura rabínica, consideraron hipócritamente que la revelación estaba ya cerrada en tiempos de Mahoma, por lo que lo tuvieron por falso profeta. Ahora bien, si estaba cerrada para Mahoma ¿por qué no debía estarlo para ellos cuando innovaron al estipular algo que no figuraba en la antigua alianza?


El cristianismo sostiene que la gracia santificante es necesaria para alcanzar la salvación, no bastando la mera justicia del hombre. El judaísmo cree que la inmortalidad y salvación del alma es una consecuencia de su naturaleza simple y la justicia del hombre.

Concuerdo respecto a la inmortalidad, pero discrepo respecto a la salvación. Si el hombre pudiera exigir su salvación a Dios, como obligándolo por un contrato, debería darse una declaración de voluntad de Dios en este sentido, pues obligar a alguien sin mediar su consentimiento o una falta por su parte es injusto. Ahora bien, no hay falta alguna en Dios; luego sólo su voluntad puede obligarle. Sin embargo, como observó Pedro Abelardo, no encontramos en todo el Antiguo Testamento una sola promesa de inmortalidad hecha por Dios a su pueblo. Se promete a Abraham una gran descendencia y una tierra en la que habitar, mas nada se dice de la resurrección de la carne ni de las moradas celestes. La consecuencia de este razonamiento es que Dios no está obligado a salvar al hombre debido a que el alma humana sea naturalmente inmortal y obre con justicia, esto es, crea en en Dios y le rinda el culto que le corresponde.

Por tanto, el judío se engaña y mide sus propias fuerzas con las de Dios cuando cree merecer ser salvo, mas no por ello vincula a Dios más allá de sus palabras. El nombre de Israel significa proféticamente "el que contiende con Dios". Y si bien Jacob obtuvo del ángel la bendición de su existencia terrena, quedó cojo a resultas de la lucha, es decir, omitió la salvación eterna. Su astucia triunfó sobre la decrepitud de Isaac, que había oscurecido sus ojos, y fracasó ante el Padre de las Luces. La cojera de Jacob simboliza el pecado original de la humanidad y su dependencia de Dios a resultas de él, en contra de lo que cree el judaísmo.

El judío cree asimismo que no hay nexo entre el alma pecadora de Adán y el alma de los justos que de él descienden. Así, no obstante hereden la mortalidad y debilidad de los primeros padres, pues ésta procede del cuerpo, no heredan su culpa, que sólo al alma se debe.

Esta consideración es también errónea. Aunque Dios cree el alma en cada cuerpo, Dios no recrea la humanidad en cada individuo humano. De lo contrario, todo hombre constituiría una especie única, como sucede con los ángeles, lo que es absurdo. Por consiguiente, cuando Dios crea el alma humana lo hace según la especie preexistente, reproduciendo en ella todo lo que en la especie es universal e invariable: por un lado, los dones que liberalmente recibe en su naturaleza, a saber, su racionalidad y semejanza con Dios, que son dones infinitos, pues no se agotan en el tiempo; por otro lado, la deuda que ha contraído con Dios por su desobediencia, que es asimismo una deuda infinita por la dignidad del acreedor y la gravedad de la ofensa.

Quien hereda pura y simplemente adquiere tanto los bienes como las deudas del causahabiente. Adquirir los activos y rechazar los pasivos exigiría un acto de voluntad que no puede darse en quien todavía no existe ni tiene uso de razón. Pues bien, el ingreso del hombre en la existencia es su heredad, a saber, la suma de bienes y deudas transmitidos por sus padres, sin que el asenso del que es engendrado tome parte en esta transmisión. De ello se sigue que a todo hombre que empieza a existir puedan imputársele los dones infinitos y la deuda infinita de sus padres, adquiridos en un mismo lote indivisible.

martes, 26 de diciembre de 2023


El islam cree que los hombres vienen al mundo en una condición prístina, como perfectos musulmanes capaces de reconocer y adorar a Dios sin contaminación (Sahih Muslim 2658b):

No hay nadie nacido que no sea creado según su verdadera naturaleza (fitrah). Son sus padres quienes lo hacen judío, cristiano o mago, así como las bestias producen a sus crías con sus miembros perfectos. ¿Ves algo deficiente en ellos? Luego citó el Corán (30:30): "La naturaleza hecha por Alá en la que Él ha creado a los hombres no puede reemplazarse. Ésa es la religión correcta".

No obstante, leemos también en la Sunna (Sahih al-Bukhari 3431):

Abu Huraira dijo: "Escuché al Mensajero de Alá decir: 'No hay nadie nacido entre la descendencia de Adán a quien Satanás no toque. Por lo tanto, un niño llora fuertemente al momento de nacer debido al roce de Satanás, excepto María y su hijo'".

Pese a que el islam no reconoce el pecado original, este hadiz parece admitir lo contrario, concordando con la doctrina católica según la cual aquél no tocó a Jesús ni a María. Pues ¿cómo podemos nacer en un estado impoluto si el hombre está expuesto a la influencia de Satanás desde su nacimiento? Y si la labor de zapa del Enemigo conlleva una mácula presente en el corazón del hombre desde que viene al mundo hasta que muere, ¿qué sentido tiene insistir en que nuestra estirpe tiene una predisposición natural hacia la bondad? Sería lícito decir que el agua de un arroyo contaminado posee una predisposición natural a la pureza. Pero si toda agua está permanentemente contaminada excepto en dos casos únicos y milagrosos o salvo que expresamente se la depure, no cabrá mantener esta predisposición natural en el agua como especie.

Así, Jesús y María pueden ser tentados por Satanás, si bien éste no mora en sus corazones como sucede con los hombres ordinarios. En tal caso puede hablarse de influencia externa y eventual, mientras que en todos los demás hombres, que representan a la especie en su conjunto, la influencia es interna y constante.

Puesto que la sugestión nociva de Satanás opera en todos desde que nacen hasta que mueren, aunque no sea irresistible, es ciertamente un influjo inevitable que determina la inclinación al mal del hombre. Es decir, el hombre tiende naturalmente al mal, pues forma parte del orden establecido el que Satanás lo debilite en todo momento, y sólo mediante su esfuerzo, que es moral y contrario a su inclinación primigenia, puede imponerse a esta maldad latente. 

Pero quien desee la Última Vida y se afane en su esfuerzo hacia ella siendo creyente... A ésos se les agradecerá su esfuerzo (Corán 17: 19).

Mas, si no hubiera pecado original, no se requeriría esfuerzo para creer ni para hacer el bien. Las tentaciones serían completamente ineficaces contra nosotros y la virtud triunfaría necesariamente, como el agua pura prevalece sobre los sedimentos en el arroyo cuya fuente mana incesante y en abundancia. No siendo éste el caso, y atestiguándolo el propio Corán y el hadiz citado, debe concluirse que el dogma islámico de la fitrah o naturaleza inmaculada es inconsistente con la verdad y no puede sostenerse siquiera con las propias autoridades creídas por los musulmanes.


En este hadiz (Sahih Muslim 2652 c) Mahoma explica que Adán desobedeció a Dios por haberlo decretado Dios mismo antes de su nacimiento, negando con ello cualquier margen de libertad en su albedrío:

Hubo una discusión entre Adán y Moisés (la paz sea con ambos) en presencia de su Señor. Adán salió mejor parado que Moisés. Moisés dijo: ¿Eres tú ese Adán a quien Alá creó con Su Mano, sopló en él Su espíritu, ordenó a los ángeles que se postraran ante él y le hizo vivir en el Paraíso con comodidad y facilidad? Más tarde provocaste que la gente descendiera a la tierra debido a tu error. Adán dijo: ¿Eres tú ese Moisés a quien Alá eligió para ser Su Mensajero y para conversar con él, a quien le entregó las tablas en las que todo estaba claramente explicado y a quien concedió audiencia para tener una conversación a solas? Pues ¿qué opinas? ¿Cuánto tiempo antes de que yo fuera creado habría sido escrita la Torá? Moisés dijo: Cuarenta años antes. Adán dijo: ¿No viste estas palabras: "Adán cometió un error y fue incitado a hacerlo"? Él (Moisés) dijo: Sí. A lo que él (Adán) dijo: ¿Entonces me culpas por un acto que Alá había ordenado para mí cuarenta años antes de crearme? El Mensajero de Alá (la paz sea con él) dijo: Así es como Adán salió mejor parado que Moisés.

En suma, Moisés reprocha a Adán que, teniendo la gracia de Dios de su parte, pecara miserablemente. Y Adán ridiculiza a Moisés objetándole su ignorancia de la Escritura, pese a haberle sido revelada por el mismo Dios, y recordándole que en ésta ya estaba decretada su desobediencia, por lo que su tentación por Satanás conllevó forzosamente su caída.


El islam se autopercibe como la forma más pura y perfecta de monoteísmo. Sin embargo, examinando lo transmitido en uno de sus hadices, comprobamos que Mahoma creyó que Dios tenía un rostro parecido al humano, incurriendo en la crasa torpeza de los antropomorfitas (Mishkat al-Masabih 3525):

Refirió que el Mensajero de Dios había dicho: 'Cuando alguno de vosotros luche debe evitar el rostro, pues Dios creó a Adán a su propia imagen'.

La exégesis ortodoxa ha querido interpretar esta identificación de Dios con el rostro del hombre entendiendo que en él se encuentran los sentidos, y así la imagen no consistiría en poseer un semblante similar al de Dios, sino en ver y oír como Él. Pero esto es forzar las hechuras del pasaje, ya que mientras que todos los golpes dirigidos al rostro lo dañan y afean, casi ninguno merma gravemente los sentidos, y si lo hace poco le falta para ser mortal. La lectura más natural es que, del mismo modo en que San Pablo llamaba al cuerpo el templo del Espíritu Santo, Mahoma veía en la faz de sus congéneres una suerte de espejo de la efigie de Dios, al que por tanto concebía corporalmente.


Es evidente que si Dios existe nada puede causarle menoscabo, al trascender todo lugar, todo tiempo y todo poder. Asimismo, siendo Dios el sumo bien, no es posible atribuirle maldad o ignorancia en ningún grado. De ello el islam deduce falsamente que Dios no puede rebajarse a la condición humana ni padecer. La inferencia es incorrecta, puesto que del padecimiento no se sigue ignorancia o maldad si no va acompañado de alguna suerte de negligencia o culpa. Quien sufre un mal injusto no comete por ello ninguna injusticia ni queda en una posición vergonzosa. Tampoco es signo de impotencia. Aquel que ordena su propio padecimiento no está bajo el poder de otro ni cae en él por estupidez o por ser reo de un crimen, sino que se subyuga voluntariamente.

Decir que Dios al sufrir experimenta erosión o desdoro en su divinidad es dar por hecho que Dios sólo es capaz de lo grande y lo brillante, pero se arredra y queda intimidado ante lo pequeño y mísero, que estima indigno de su majestad. Esta concepción de Dios es tan estrecha y sacrílega como la del pagano que lo confina a cierto templo, cierta ciudad o cierta región del aire. Dios, que puede lo más, también puede lo menos. Y aunque ciertamente no puede ser humillado, puede humillarse. Por tanto, se humillará si ello permite a su bondad manifestarse eficaz y universalmente, y pecará si se abstiene de hacer tal cosa por una fatua consideración de sus prerrogativas.

El dios del islam es un dios enclaustrado en la esfera de la sublimidad inaccesible. Observa a los mortales con desdén y los amenaza con calamidades sin cuento si dudan de él y no se someten por completo a su poder. Ser despreciado en este mundo es para el musulmán un indicio de ser despreciado por Dios y relegado al bando de los perdedores, por cuya razón el Corán se escandaliza ante la crucifixión de Jesús y niega que haya sucedido. Comparte con quienes lo crucificaron la creencia de que una muerte ignominiosa, aun exenta de dolo, desposee de todo honor. Lo que le fue revelado a Sócrates le fue ocultado a Mahoma: el mal brota del corazón pero resbala por las llagas. Nadie es malo por lo que padece, ni padece necesariamente por ser malo. El prurito del islam de abatir, sojuzgar o deshonrar al enemigo es por ello teológico, pues juzga propio de quien está alejado de Dios el vivir postrado y ser siervo de los creyentes.

lunes, 25 de diciembre de 2023


Cuando el hombre muere, muere su cuerpo y su alma se mantiene con vida para recibir las recompensas o los castigos ultraterrenos. A pesar de que su mejor parte le sobrevive, decimos que el hombre ha muerto. Muere la unión metafísica de cuerpo y alma, a la que llamamos hombre, pero pervive lo substancial de su humanidad. Por el mismo motivo podemos decir que Dios ha muerto por nuestros pecados, aunque sólo la naturaleza humana de Cristo muriera al expiar por ellos. Murió la unión metafísica de Dios y el hombre, que llamamos Verbo Encarnado, a la cual con justicia teníamos por divina, si bien pervivió la substancia de la divinidad, a la que nombramos del mismo modo. Vive el Verbo Encarnado porque Aquel que se encarnó sin ser carne vive; y ha muerto porque la carne en que se encarnó, que era humana por naturaleza y divina por participación, ha fenecido. Cuando Hércules mató al león de Nemea perdió el objeto de su hazaña pero conservó su fruto, cubriéndose con su piel la cabeza. Así como el héroe no necesita serlo siempre para mantener su condición, y es héroe también cuando duerme, quien ha asumido la carne conserva el título que le otorga su obrar aun tras separarse del objeto en el que éste recaía. Cuando la heroicidad deja de ser, el héroe sigue siéndolo. Por ello el Verbo Encarnado siguió existiendo espiritualmente cuando la carne le fue cercenada; y, sin embargo, murió carnalmente. Luego, aunque Dios supersubstancial nunca muera, es lícito afirmar en este sentido que murió por nuestros pecados, pues inmoló su carne heroica para cubrirse con ella por todos los siglos.  

La ignorancia de estas sutilezas teológicas aleja a los musulmanes de la correcta comprensión de la Trinidad.


miércoles, 20 de diciembre de 2023


El estatuto de la yihad es particular en el islam. Pese a ser obligatoria para el creyente, su no observancia no es motivo de excomunión, a diferencia de lo que sucede con los cinco pilares. Esto es así porque no todo musulmán que no toma las armas contra el infiel obra de este modo por hipocresía. Cabe también que se abstenga de ello por ser demasiado arriesgado o inoportuno. Por tanto, para evitar la condena eterna basta con que esté dispuesto a tomarlas y lo haga cuando es debido. Pero si otros lo hacen por él, queda temporalmente relevado.

Todo musulmán es un combatiente en potencia y todo infiel es un enemigo latente.

lunes, 18 de diciembre de 2023


Algazel creyó, con al-Ash'ari y otros, en un dios sin logos, pura voluntad omnipotente. Según esta doctrina, Dios es absolutamente libre e independiente de las categorías de lo bueno y lo malo. Si lo desea puede decretar que no creer en Él sea la condición para convertirse en musulmán, y que creer en Él sea la condición para devenir infiel. Esta tesis está en concordancia con el ethos islámico que ordena la castidad en la tierra y permite orgías eternas en el cielo. Si Dios lo manda, es justo; y si Dios lo dice, es verdadero. Por este motivo, este autor tampoco acepta que quepa atribuir mentiras a Mahoma, de modo que todas las recompensas del Paraíso (la comida, la bebida, los vestidos y las huríes) deben tomarse a la letra, no como símbolos de realidades superiores. Clasifica como herejes a los que ofrecen interpretaciones espirituales de las recompensas ultraterrenas.

Algazel no fue sólo un gran teólogo del islam; también fue un eminente jurista. Como tal, sostuvo que la vida y la propiedad del infiel no son inviolables (cfr. Jami at-Tirmidhi 2606), y que en atención a esto el musulmán debe guardarse de imputar infidelidad a quien ha hecho la profesión de fe. Sobre este punto dictaminó que "errar por dejar con vida a mil infieles es mejor que errar vertiendo siquiera una jícara de la sangre de un musulmán". Afirmó asimismo que el creyente sólo debe aceptar la revelación del Corán para serlo, aunque pueda interpretarlo erróneamente en algún aspecto. Entre los infieles incluyó a la Gente del Libro, compartiendo rango con los idólatras.


El Corán no recomienda explícitamente a los creyentes mentir sobre su fe en aras de obtener una ventaja frente al infiel, una forma de engaño conocida como taqiyya. Sin embargo, lo recomienda implícitamente mediante el ejemplo del Mensajero de Alá. El hecho de que Mahoma predicara aleyas pacíficas en el periodo mecano (Corán 2:256) y mantuviera una reserva mental respecto a las aleyas completamente opuestas y violentas que las abrogarían años más tarde, como la aleya de la espada (Corán 9:5), las cuales fueron reveladas sólo tras obtener un número suficiente de seguidores leales en Medina, muestra que practicó la taqqiya. Luego, siendo el fundador del islam el más ilustre entre los musulmanes, va de suyo que los creyentes deben seguir su ejemplo también en este punto, fingiendo tolerar al infiel mientras éste es más fuerte para mejor medrar y hostigarlo cuando cambien las tornas.

sábado, 16 de diciembre de 2023


Escribe Algazel:

La segunda clase es un grupo de personas que se desvían de creer en la verdad, como los infieles y los herejes. El látigo y la espada son los únicos medios útiles para tratar con aquellos de ellos que son duros y toscos, de mente débil, rígidos en seguir una tradición y criados en la falsedad desde la infancia hasta la madurez. La mayoría de los infieles se convirtieron al islam a la sombra de las espadas, pues Dios hace por medio de la espada y la lanza lo que no hace por medio de la demostración. Es por eso que, si examinas las historias, no hallarás una batalla entre los musulmanes y los infieles que no haya resultado en un grupo de seguidores del error inclinándose hacia la sumisión, y no hallarás una sesión de debate y argumentación que no haya resultado en más insistencia y obstinación.
 
No pienses que lo que acabamos de mencionar menosprecia el estatus de la inteligencia y sus demostraciones; pero la luz de la inteligencia es una gracia con la que Dios distingue a pocos entre sus devotos siervos. Lo que caracteriza en su mayor parte a la humanidad es la insuficiencia y la ignorancia. Debido a su insuficiencia no comprenden las demostraciones del intelecto, así como los ojos de los murciélagos no perciben la luz del sol. Las ciencias les perjudican como la brisa floral al escarabajo del estiércol. Al-Shafii (que Dios tenga misericordia de él) dijo sobre tales personas:

Aquel que da conocimiento al ignorante lo derrocha
Y aquel que lo retiene respecto a aquellos que lo merecen obra injustamente.


Leemos en el Corán (9:5): 

“Y cuando hayan pasado los meses inviolables, matad a los asociadores dondequiera que los halléis. Capturadlos, sitiadlos y tendedles toda clase de emboscadas. Pero si se retractan, establecen la oración y entregan el azaque, dejad que sigan su camino. Verdaderamente Alá es Perdonador y Compasivo”.


Leemos en Mateo 10:11-15: 

“En cualquier ciudad o aldea en que entréis, informaos de quién hay en ella digno, y quedaos allí hasta que partáis, y entrando en la casa saludadla. Si la casa fuere digna, venga sobre ella vuestra paz; si no lo fuere, vuestra paz vuelva a vosotros. Si no os reciben o no escuchan vuestras palabras, saliendo de aquella casa o de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que más tolerable suerte tendrán la tierra de Sodoma y Gomorra en el día del juicio que aquella ciudad”.

 

Asimismo, escribe San Bernardo de Claraval:

Ocultaron miserable y tenazmente la impiedad, pero atribuyéndose abiertamente la piedad proclamaron que estaban dispuestos a morir por ella; mientras los presentes no estaban menos decididos a darles muerte. Y así el pueblo se lanzó sobre ellos dándoles ocasión a los herejes para ser mártires de su propia perfidia. Aprobamos este celo, pero no aconsejamos este proceder, porque la fe no se impone, se propone. Aunque es mucho mejor sin duda que sean castigados por la espada de aquel que la lleva a cuestas no sin motivo, antes de permitirles que engañen a muchos con su error. Porque es el ministro de Dios, ejecutor de su reprobación contra el delincuente.

En el cristianismo la regla es proponer la fe y la excepción imponerla ("Quia fides suadenda est, non imponenda"). Se propone a todo aquel que está dotado de razón, y se impone sólo en casos extremos, cuando la herejía amenaza con acabar con la religión. Por este motivo la Iglesia empleó las armas excepcionalmente contra el cátaro.

En el islam la regla es imponer la fe y la excepción proponerla ("La mayoría de los infieles se convirtieron al islam a la sombra de las espadas, pues Dios hace por medio de la espada y la lanza lo que no hace por medio de la demostración"). Se impone al común de la humanidad, demasiado embrutecida para dejarse conducir por la persuasión, y se propone sólo a los hombres perspicaces, que son los menos, a fin de disipar toda duda en sus corazones y afianzar en ellos la verdad.

El cristianismo en Europa, el norte de África y Asia Menor se difundió por la predicación y el ejemplo evangélico, no por la espada. A pesar de ser la religión del Imperio desde el siglo IV, éste nunca intentó imponerla fuera de sus fronteras. El islam no puede decir lo mismo, pues todos sus avances desde Arabia hasta España se debieron a guerras de conquista, y su propio fundador fue un líder militar que prescribió la lucha contra el infiel como el modo más seguro y excelso de obtener la salvación.

miércoles, 13 de diciembre de 2023


El Corán (5:59-60) afirma que entre la Gente del Libro, a saber, judíos y cristianos, los más están extraviados y no son del agrado de Alá, el cual, si perseveran en su error, los maldecirá en el fin de los tiempos, convirtiéndolos en monos y en cerdos adoradores de Satanás:

"Di: ¡Gente del Libro! ¿Qué es lo que nos reprocháis? ¿Que creamos en Alá, en lo que se nos ha revelado y en lo que fue revelado anteriormente? La mayoría de vosotros estáis extraviados.
Di: ¿Queréis que os diga algo peor que eso? El pago que tiene reservado Alá para aquellos a quienes maldijo, ésos sobre los que cayó Su ira y de los cuales, hubo unos a los que convirtió en monos y en cerdos y adoraron al Rebelde. Esos tienen un mal lugar y son los que más se han extraviado del camino llano".

El fundador del islam llegó a detestar tanto a los judíos que los identificó con una de las principales fuentes del pecado, a la par de Eva (Sahih Bukhari 3399):

"El Profeta dijo: 'Si no fuera por los hijos de Israel, la carne no se pudriría; y si no fuera por Eva, ninguna mujer traicionaría a su marido'".

Tras tan bellas caracterizaciones de los monoteísmos no islámicos, un hadiz (Sahih Bukhari 2476) nos revela que Jesús en su segunda venida destruirá el cristianismo (simbolizado mediante la cruz), aniquilará a los malditos que se oponen al islam (esto es, a judíos y cristianos que no se sometan, representados como cerdos) y pondrá fin al impuesto sobre los dimmíes, pues ya no habrá infieles a los que proteger y la religión será toda para Alá:

"No será fijada la hora final hasta que el hijo de María descenderá entre vosotros como un juez justo, romperá la cruz, matará a los cerdos y abolirá la yizia".

Esta epifanía escatológica se completa con la visión de Mahoma en la que la naturaleza misma clama contra los incrédulos, en particular contra los judíos, alentando a los creyentes a eliminarlos sin piedad (Sahih Muslim 2922):

"La hora final no llegará a no ser que los musulmanes luchen contra los judíos y los maten. Entonces, los judíos se esconderán detrás de piedras y árboles, y las piedras y los árboles dirán: 'Oh musulmán, oh siervo de Alá, hay un judío detrás de mí, ven y mátalo'".

Repárese en que el descrito no es un escenario sobrenatural o una visión mística sin trasunto real, sino que forma parte de un plan militar forjado durante siglos que concluye con la conquista de Jerusalén por los musulmanes del este (Jami At-Tirmidhi 2269):

"Negros estandartes saldrán de Jorasán, y nada los detendrá hasta que estén plantados en Jerusalén".

Por ello, no debe entenderse que el fin del mundo conducirá al fin de los judíos y cristianos que no se hayan convertido al islam, sino por el contrario que el fin de dichos judíos y cristianos conducirá al fin del mundo y al cumplimiento de las promesas divinas, lo que es un aliciente más que notable para ajusticiarlos. 

sábado, 9 de diciembre de 2023


Choca que el islam obligue a los musulmanes a abstenerse del vino como una inmundicia de Satán (5:90), y sin embargo describa que habrá ríos de vino en el Paraíso (47:15). Esta aparente contradicción se resuelve afirmando que el vino celestial no tendrá los efectos tóxicos que lo hacen pecaminoso en la tierra (37:45-47), por lo que no volverá a los hombres inmoderados ni los apartará de la devoción. Tal recompensa es común a todos los creyentes.

En lo que respecta a la lujuria, que es también un placer codiciado por la enajenación que produce, sus efectos en el Paraíso, lejos de templarse o anularse, se multiplican en un goce sexual perpetuo si los méritos en la tierra permiten que uno sea acreedor de esta gracia. Así, la promesa de obtener esposas puras en la otra vida (2:25, 3:15, 4:57, 43:69-70), es decir, las mismas esposas que se tuvieron en la tierra, limpias de menstruación, es para el creyente que hace la profesión de fe y observa los cinco pilares del islam. Es éste un placer morigerado, semejante al del vino que no embriaga. Para los mártires que mueren haciendo guerra al infiel sin haber contraído matrimonio, a los que el Corán llama "los que tienen proximidad" o "los adelantados" (56:10-12), el premio es mucho mayor y es descrito con los rasgos inequívocos de la pasión erótica, pues les esperan 72 bellas huríes de grandes ojos, piel blanca y turgentes senos, de perenne juventud, creadas expresamente para ellos, no tocadas por hombre ni genio (44:54, 52:20, 55:56, 56:35, 78:31-33, Jami At-Tirmidhi 1663). No hay galardón equiparable para la mujer creyente, incapaz de tomar las armas e imponerse con su fuerza.

Por consiguiente, la templanza y el placer moderado es en el islam una recompensa menor para el creyente raso, accesible incluso al que nunca participa en la yihad y, según Mahoma, "muere en una de las ramas de la hipocresía". En cambio, el placer extasiante y orgiástico se reserva al musulmán que, obedeciendo a un piadoso ímpetu, ha derramado su sangre gloriosamente en su empeño en someter o aniquilar al infiel (4:95).

En suma, la intemperancia, el desenfreno y la desmesura no son depravados si Alá los permite, y sólo resultan deshonestos cuando pueden apartar al musulmán del culto debido a Dios. No ha de reputarse cruel lo que el musulmán haga al incrédulo rebelde, ya que tiene plena autoridad sobre él (4:91) como la tiene sobre las huríes, en retribución de su piedad hacia Alá. Él hace legítimos los placeres licenciosos a los que creen, así como oculta sus malas obras y echa a perder las buenas de los que no creen. El bien y el mal no son realidades objetivas, sino figuras de arcilla que el Eterno hace y deshace a voluntad.


El islam promete a sus fieles en este mundo el señorío terreno y el disfrute del botín tomado al enemigo, y en el otro ríos de leche, miel y vino, amenos jardines y manantiales, nobles vestidos y bellas esposas. Todo ello con la única condición de que se sometan a Alá sin reservas.

Cristo advirtió a sus discípulos que serían despreciados, que no son del mundo y el mundo los odia. Y asimismo, que la carne esclaviza y la verdad libera, por lo que hay que negarse y morir en la carne para renacer en la verdad.

La divisa del islam es: somete tu espíritu y liberarás tu cuerpo; obedece al Único y hará que todos tus deseos sean legítimos. La del cristianismo es diametralmente opuesta: somete tu cuerpo y liberarás tu espíritu; obedece al Único y no desearás nada distinto de Él.

El cristianismo y el islam son tan radicalmente contrarios que Nietzsche pudo vilipendiar el primero y elogiar el último, evidenciando con ello que nada tenía contra la religión que adora a un solo dios, pues toda su contienda se dirigía contra Cristo.


Musulmán es aquel cuyo espíritu se somete a la ley del islam. Infiel es aquel cuyo cuerpo y obediencia deben ser sometidos como contrapartida a su rebeldía espiritual. De este modo se alcanza el orden perfecto, en el que el creyente está sometido a Dios como el espíritu a la ley, y el incrédulo al creyente como el cuerpo al espíritu.

El musulmán que somete al infiel poniendo en riesgo su propia vida y sus bienes adquiere como botín la vida y los bienes del infiel que no se le ha sometido voluntariamente. Si, por el contrario, pierde su vida en la batalla, lo que es el sumo mal desde una óptica mundana, obtiene el sumo bien en la vida eterna por haberse inmolado en la causa de la religión. Tal es el juego de opuestos y la promesa de ganancia en que se funda la yihad.

Caben varias actitudes ante el islam: someterse a él en espíritu, que es lo que se espera de los creyentes; someterse a él en cuerpo, que es el pago a los infieles que han resistido con las armas a los creyentes; o someterse a él en sociedad, que es la protección debida al infiel que acata la autoridad de los creyentes sin resistírseles. Por tanto, sometimiento o guerra.


martes, 5 de diciembre de 2023


Deben verificarse cinco criterios para que se dé un derecho a la reconquista:

1) Que haya habido una conquista previa del mismo territorio.

2) Que los conquistados no hayan abandonado el territorio.

3) Que los conquistados sufran opresión por los conquistadores.

4) Que exista una continuidad jurídica o política entre los conquistadores de antaño y los reconquistados de hoy.

5) Que quienes son hoy reconquistadores no hayan sido antes conquistadores del mismo territorio, si éste pertenecía a los que hoy son reconquistados.

Si los indígenas americanos estuvieran hoy oprimidos en la que fue su tierra, tendrían derecho a reconquistarla según esta doctrina. La opresión, ejercida por los conquistadores, debería consistir en una negación de la igualdad de los conquistados o en cercenar arbitrariamente su libertad como hombres. Ello no conllevaría que tienen derecho a que se les devuelvan sus tierras pacíficamente, dado que no hay que esperar tal cosa de quien oprime, sino que poseen un justo título para arrebatárselas por la fuerza, como en mi opinión (pues por algo la doctrina es mía) lo poseyeron ayer los cristianos en Al-Andalus y hoy los judíos en Israel.  

También los cristianos que queden en cualquiera de sus antiguos territorios tendrían derecho a alzarse en armas contra el islam si fueran oprimidos por él. Hay, en efecto, una continuidad jurídica, plasmada en la Sharía, entre los conquistadores de antaño y los gobernantes actuales. Sin embargo, el islam no tiene derecho a recuperar estas tierras si llegara a perderlas a manos de los dimmíes, y ello en virtud del quinto criterio de la citada doctrina: quien ya ha conquistado no puede reconquistar sin perpetuar la injusticia originaria.


miércoles, 29 de noviembre de 2023


En el cristianismo es obligatorio hacer del prójimo tu igual (amarlo como a ti mismo), e incluso hacer del enemigo tu prójimo, mientras se pueda esperar de él la conversión, esto es, mientras viva. Dios perdona los pecados a quien ama (Lucas 7:47).

En el islam es obligatorio hacer de tu prójimo tu inferior o tu enemigo, mientras no se pueda esperar de él la conversión, esto es, mientras viva y no se someta. Dios perdona los pecados a quien combate (Corán 61:10-12).

Cuando en el Antiguo y en el Nuevo Testamento se habla de la misericordia de Dios se nos dice que es tardo para el castigo de los impíos, dándoles múltiples ocasiones de conversión. La venganza de Dios no llega hasta la muerte.

Cuando el Corán se refiere a Alá como misericordioso no alude a una misericordia universal, sino a aquella que merecerán los que le obedezcan, cuyo reverso es el castigo del que se harán merecedores quienes desobedezcan. La venganza de Dios llega en vida, arrojando a la muerte y al Fuego a los enemigos de la religión.

La caridad es hacer el bien a quien lo requiere, no a quien lo merece. En el islam la caridad sólo es para el creyente, que la ha ganado con su fe, por lo que es una caridad nominal, una suerte de contrato. Por otro lado, la tolerancia consiste en tolerar a quien lo merece. En el islam este merecimiento se obtiene mediante la sumisión, y en este sentido es probable que sea ad intra una religión más tolerante que el cristianismo, donde no se da al infiel la opción de someterse. Éste fue siempre un cuerpo extraño en la civilización cristiana, mientras que en el islam formó parte de su mismo cuerpo -acaso de su estómago o de sus pies, no de su cabeza. Sin embargo, el cristianismo es una religión más tolerante ad extra que el islam, pues aspira a persuadir y no a imponer. De ahí que entre cristianos la predicación sea un medio para ablandar los espíritus y predisponerlos a la conversión, y entre musulmanes devenga un instrumento para endurecerlos y prepararlos para la yihad.

La esencia del cristianismo es la caridad, y en este punto se opone por completo al islam. Por tanto, el cristianismo es esencialmente opuesto al islam, como la nieve al carbón.

lunes, 27 de noviembre de 2023

Los que corrompen en la tierra (III)


El término بَغَوْا (baghaw) suele traducirse como se han rebelado, han transgredido o han corrompido en la tierra, giros que en el islam equivalen a la opresión. Rebelarse es lo opuesto a someterse. Quien no se somete al islam oprime al musulmán piadoso y le da una justa causa para la guerra. Por ello la yihad es la obra más noble, la que mejor afianza la justicia y la que más agrada a Dios, como vemos en el libro 52 de Sahih Bukhari:

"Pregunté al Apóstol de Alá: '¡Oh Apóstol de Alá! ¿Cuál es la mejor obra?' Él respondió: 'Ofrecer las oraciones en sus primeros tiempos establecidos.' Pregunté: '¿Qué sigue en bondad?' Él respondió: 'Ser bueno y cumplir con tus padres.' Volví a preguntar: ¿Qué sigue en bondad?' Él respondió: 'Participar en la yihad por la causa de Alá.' No le pregunté más al Apóstol de Alá, y si le hubiera preguntado más, él me habría dicho más."

"Quien muere sin haber participado en una batalla, y ni siquiera se ha planteado seriamente en su corazón participar en ella, muere en una rama de hipocresía".

"Por Aquel en cuyas manos está mi alma, desearía ser martirizado en el camino de Alá, luego ser resucitado, y luego ser martirizado, y luego ser resucitado, y luego ser martirizado".

"Por Aquel en cuyas manos está mi alma, quien sea herido en el camino de Alá -y Alá sabe mejor quién realmente lucha en Su camino- será resucitado con su herida goteando sangre, el color será el de la sangre, pero su olor será el del almizcle". 
"El Mensajero de Alá dijo: Se me ha ordenado luchar contra las naciones hasta que digan: 'Nadie tiene derecho a ser adorado sino Alá'. Y a quien diga 'Nadie tiene derecho a ser adorado sino Alá' mantendré su vida y su propiedad a salvo, excepto que la ley islámica prevea lo contrario, y rendirá cuentas ante Alá".

"Sabe que el Paraíso está bajo las sombras de las espadas".

Y en el Corán (4:95):

"No son iguales los creyentes que, sin estar impedidos, permanecen pasivos y los que luchan en el camino de Alá con sus bienes y personas. Alá ha dado un grado de preferencia a los que luchan con sus bienes y personas sobre los pasivos. A ambos les ha prometido lo más hermoso, pero ha favorecido a los que luchan sobre los que se quedan pasivos con una enorme recompensa".

Hay que combatir al cristiano y al judío hasta que se sometan (9:29-33):

"Combatid contra aquéllos, de los que recibieron el Libro, que no crean en Alá ni en el Último Día, no hagan ilícito lo que Alá y Su mensajero han hecho ilícito y no sigan la verdadera práctica de Adoración, hasta que paguen la yizia con sumisión y aceptando estar por debajo.

Y dicen los judíos: 'Uzayr es el hijo de Alá'. Y dicen los cristianos: 'El Ungido es el hijo de Alá'. Eso es lo que dicen con sus bocas repitiendo las palabras de los que anteriormente cayeron en la incredulidad. ¡Que Alá los destruya! ¡Cómo falsean!

Han tomado a sus doctores y sacerdotes como señores en vez de Alá, igual que al Ungido, hijo de Maryam; cuando solamente se les ordenó que adoraran a un único dios. No hay dios sino Él. ¡Glorificado sea por encima de lo que Le asocian!

Quieren apagar con sus bocas la luz de Alá, pero Alá rechaza todo lo que no sea completar Su luz, aunque repugne a los incrédulos.

Él es Quien envió a Su Mensajero con la guía y con la práctica de Adoración verdadera para hacerla prevalecer sobre todas las demás formas de Adoración, aunque repugne a los incrédulos".

Incluso una vez sometidos el matarlos no hace al musulmán acreedor de la muerte (Sahih Bukhari 52:283):

"Pregunté a Alí: '¿Tienes conocimiento de alguna inspiración divina aparte de lo que está en el Libro de Alá?' Alí respondió: 'No, por Aquel que divide el grano de maíz y crea el alma. No creo que tengamos tal conocimiento, pero tenemos la capacidad de entendimiento que Alá puede otorgar a una persona para que pueda entender el Corán, y también tenemos lo que está escrito en este papel'. Pregunté: '¿Qué está escrito en este papel?' Él respondió: 'Las normas sobre la compensación por homicidio, la liberación de cautivos, y el juicio de que ningún musulmán debe morir por matar a un infiel'".

La violencia contra el infiel o la guerra de conquista no son un mandato en el Nuevo Testamento. Pueden defenderse por razones políticas, como se hizo contra el cátaro o contra el musulmán en España y en Tierra Santa, pero no representan un deber para el creyente. Por el contrario, Cristo ordena a los apóstoles que se separen de aquellos que no quieren recibirles, reservando su castigo a Dios (Marcos 6:11). La caridad con propios y extraños, la paciencia y la prohibición de hacer acepción de personas son centrales en el cristianismo, mientras que el islam perdona las fechorías contra su prójimo y promete una recompensa infinita a quien combate en la senda de Alá.

Mahoma advirtió muy seriamente contra la práctica del takfir (excomunión de un musulmán por otro), declarándola haram (prohibida), a no ser que fuera evidente la apostasía. Luego, si un musulmán no rechaza el monoteísmo, niega los cinco pilares del islam, idolatra o blasfema, no es lícito tenerlo por kafir (infiel). Por consiguiente, los musulmanes que rechacen la violencia contra el incrédulo tienen prohibido excomulgar a quienes la promueven y ejecutan. Unos y otros son musulmanes, todos forman la comunidad de creyentes y no se da entre ellos una verdadera división, pese a que desde fuera contribuyamos a la ilusión de proyectarla. No hay, pues, un islam violento y otro pacífico como nuestra imbecilidad quiere creer, sino que existe un solo islam donde todos sus miembros son solidarios.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Los que corrompen en la tierra (II)


La descreencia y la insumisión a la ley de Mahoma son llamadas en el Corán corrupción de la tierra. Esta falta de fe no afecta sólo a los paganos y a los apóstatas o hipócritas, haciéndose extensiva asimismo a judíos y cristianos.

Los mimbres de la tolerancia son sumamente endebles en el islam. El llamado a respetar a la Gente del Libro se sustenta en este verso (2:62):

"Cierto que los que han creído, los que siguen el judaísmo, los cristianos y los sabeos, si creen en Alá y en el Último Día y actúan rectamente, tendrán su recompensa ante su Señor y no tendrán que temer ni se entristecerán".
 
El cual ha sido abrogado por este otro (3:85):

"Y quien desee otra forma de adoración que no sea el islam, no le será aceptada y en la Última Vida será de los perdedores".

Por otro lado, el de 2:62 no es un mandato incondicional, sino que depende de la apreciación del musulmán de que el cristiano "cree en Alá y actúa rectamente", es decir, no "asocia" a Dios con las Personas de la Trinidad, lo que dejaría a salvo sólo a ebionitas y arrianos. Lo confirma 5:59, que excluye de la senda recta a la mayor parte de los monoteístas no musulmanes:

"Di: ¡Gente del Libro! ¿Qué es lo que nos reprocháis? ¿Que creamos en Alá, en lo que se nos ha revelado y en lo que fue revelado anteriormente? La mayoría de vosotros estáis fuera del camino".

Los judíos son tan corruptores como los cristianos, ya que creen que la revelación de Dios terminó con ellos y por tanto rechazan la del Corán (5:64):

"Dicen los judios: La mano de Alá está cerrada. ¡Que se cierren las suyas y sean malditos por lo que dicen! Por el contrario Sus dos manos están abiertas, y gasta como quiere. Lo que tu Señor ha hecho que te descendiera, a muchos de ellos les aumentará en rebeldía e incredulidad. Hemos sembrado entre ellos la enemistad y la ira hasta el Día del Levantamiento. Cada vez que enciendan un fuego para la guerra, Alá lo apagará. Se afanan por corromper en la tierra, pero Alá no ama a los corruptores".

Acaso sólo unos pocos cristianos humildes, sumisos al islam, merecen ser respetados y pueden contarse entre los salvos (5:82):

"Y seguro que encontrarás que la gente con enemistad más fuerte hacia los que creen son los judíos y los que asocian; mientras que encontrarás que los que están más próximos en afecto a los que creen, son los que dicen: Somos cristianos. Eso es porque entre ellos hay sacerdotes y monjes y no son soberbios".

Si confiesan al dios de Mahoma tendrán un premio eterno (5:83-85):

"Cuando oyen lo que se le ha hecho descender al Mensajero, ves sus ojos inundados de lágrimas por la verdad que reconocen y dicen: ¡Señor nuestro! Creemos, escribe nuestros nombres con los que dan testimonio.

¿Por qué no íbamos a creer en Alá y en la verdad que nos ha llegado si ansiamos que nuestro Señor nos haga entrar en la compañía de los justos?
 
Alá los recompensará por lo que dicen con jardines por cuyo suelo corren los ríos, donde serán inmortales. Esa es la recompensa de los bienhechores".

Pero éstos son los menos. Por ello, dada su inclinación a corromper y a rebelarse, es obligatoria la enemistad con la Gente del Libro tanto como lo es respecto a los incrédulos o hipócritas (5:57):

"¡Vosotros que creéis! No toméis como amigos aliados a aquéllos de los que recibieron el Libro antes que vosotros y de los incrédulos que tomen vuestra Práctica de Adoración a burla y juego. Y temed a Alá, si sois creyentes".

Y de un modo aun más claro (5:51):

"¡Vosotros que creéis! No toméis por aliados a los judíos ni a los cristianos; unos son aliados de otros. Es cierto que Alá no guía a los injustos".
 
A los corruptores les espera un duro castigo en este mundo y en el venidero (5:33):

"El pago para los que hagan la guerra a Alá y a Su Mensajero y se dediquen a corromper en la tierra, será la muerte o la crucifixión o que se les corte la mano y el pie contrario o que se les expulse del país. Esto es para ellos una humillación en esta vida, pero en la Última tendrán un inmenso castigo".

Sin embargo, se les deja la opción de someterse antes de ser eliminados, mutilados o exiliados (5:34):

"Excepto los que se vuelvan atrás antes de que os hayáis apoderado de ellos. Sabed que Alá es Perdonador y Compasivo".

Pues la victoria y la dominación sólo pueden ser de los musulmanes (5:56):

"Y quien toma por aliado a Alá, a Su mensajero y a los que creen... Los del partido de Alá serán los vencedores".

Los musulmanes acusan a judíos y cristianos de falsear las Escrituras (Corán 3:71, 3:78) y de burlarse de la revelación coránica. Toda la religión de Mahoma sería superflua si no fuera más que una repetición del Antiguo Testamento y de la promesa de la vida eterna. Mahoma quiso ser el corrector definitivo de los monoteísmos que le precedieron, haciendo con ello a los musulmanes maestros de la Gente del Libro y, en última instancia, guardianes de su seguridad y señores de su vida.

lunes, 13 de noviembre de 2023

Los que corrompen en la tierra (I)


En Sahih Bukhari y Sahih Muslim, dos de las colecciones de hadices más respetadas en el Islam, se registra que Mahoma dijo durante una contienda: "No matéis a mujeres ni a niños" (Sahih Bukhari 3015, Sahih Muslim 1744). Ésta es una de las directrices más citadas que establece la prohibición del asesinato de mujeres y niños, aunque uno podría maliciarse que el motivo de no incluir a los hombres -aun cuando no combatan- es que eliminarlos resulta menos arduo y arriesgado que esclavizarlos. Los apologistas de la religión consideran de un modo un tanto acrítico que la prohibición de matar a civiles es un precepto intemporal, no un mandato válido sólo en determinado contexto histórico. Pero, como veremos a continuación, en el proteico corpus doctrinal del islam caben excepciones para casi todo, y a menudo éstas son tan amplias o más que las supuestas reglas.

Sahih Muslim 1812b:

"El Mensajero de Alá no solía matar a los niños, así que vosotros no deberías matarlos a menos que pudierais saber lo que Khadir sabía sobre el niño que mató, o pudierais distinguir entre un niño que crecerá para ser un creyente [y un niño que crecerá para ser un no creyente], de modo que mataras al [futuro] no creyente y dejaras al [futuro] creyente a un lado".
La justificación que da Khadir en el Corán para matar a un joven inocente es ésta (Corán 18:80):
"El muchacho tenía padres creyentes y temíamos que les obligara a la rebelión y a la incredulidad".
Luego lo que hizo al joven merecedor de la muerte fue el pronóstico de su rebelión e incredulidad. Y si es lícito matar a alguien por lo que hará previsiblemente en el futuro, lo es "a fortiori" matarlo por lo que con toda certeza hace en el presente. Es falso, pues, que la revelación profética a Khadir sea tan excepcional como algunos pretenden, pues si así fuera estaría de más asumir en la jurisprudencia que se repetirá más adelante ("a menos que pudierais saber lo que Khadir sabía sobre el niño que mató, o pudierais distinguir, etc."). Por consiguiente, asesinar a infieles, aun tratándose de niños, no está fuera del alcance del buen musulmán si puede anticiparse en ellos alguna suerte de transgresión o si la cometen efectivamente.

El Corán también establece (5:32):

"Por esto les decretamos a los hijos de Israel que quien matara a alguien, sin ser a cambio de otro o por haber corrompido en la tierra, sería como haber matado a la humanidad entera".
Este verso permite matar en venganza por otra muerte o por la corrupción de la tierra. Ésta, si bien puede interpretarse como una vulneración del orden natural, es asimilada por el Corán a la mera descreencia (2:6-12):

"Los que se niegan a creer, es igual que les adviertas o que no les adviertas, no creerán. Alá les ha sellado el corazón y el oído y en los ojos tienen un velo. Tendrán un inmenso castigo. Hay hombres que dicen: Creemos en Alá y en el Último Día, pero no son creyentes. Pretenden engañar a Alá y a los que creen, pero sólo se engañan a sí mismos sin darse cuenta. En sus corazones hay una enfermedad que Alá les acrecienta. Tendrán un doloroso castigo por lo que tacharon de mentira. Cuando se les dice: No corrompáis las cosas en la tierra, responden: 'Pero si sólo las hacemos mejores'. ¿Acaso no son los corruptores, aunque no se den cuenta?".
Con mucha más razón, pues, puede matarse a quienes, no satisfechos con mancillar la tierra musulmana con su incredulidad, desposeen a los fieles de ella (2:191):

"Matadlos donde quiera que los encontréis y expulsadlos de donde os hayan expulsado".
La acción de matar y expulsar, que es una orden divina para todo musulmán observante, recae sobre la población del enemigo, no sólo sobre los combatientes, pues la corrupción de la tierra no la causa quien combate contra el islam, sino quien se hace criminal según la Sharía o quien se niega a creer.

La misericordia es sólo para el que se somete (8:70-71):

"¡Profeta! Di a los prisioneros que tengáis en vuestras manos: Si Alá sabe de algún bien en vuestros corazones, os concederá también algún bien de aquello que se os quitó y os perdonará. Alá es Perdonador y Compasivo. Pero si quieren traicionarte...Ya traicionaron antes a Alá y te dio poder sobre ellos. Alá es Conocedor y Sabio".
Así pues, el derecho de vida y muerte que los musulmanes tienen contra el enemigo sólo se debilita si encuentran "algún bien en sus corazones".

Se establece asimismo el deber de que los musulmanes se ayuden entre sí en sus esfuerzos bélicos, salvo cuando medie un pacto con el infiel (8:72):

"Pero si os piden ayuda en defensa de la práctica de Adoración, entonces sí tenéis la obligación de ayudarles, a no ser que sea contra una gente con la que hayáis hecho algún pacto".
En ausencia de pacto, el creyente vuelve a tener un derecho prácticamente omnímodo a combatir al infiel que corrompe la tierra (8:73):

"Los que no creen son amigos aliados unos de otros. Si no lo hacéis habrá conflicto en la tierra y una gran corrupción".
También se dice (16:126):

"Y si castigáis, hacedlo en la misma medida en que fuisteis dañados, pero si tenéis paciencia, esto es mejor para los que la tienen".
Este precepto afianza el talión como medida de la justicia. Es decir, si os han matado, matad; si os han aterrorizado, aterrorizad. Tener paciencia, es decir, renunciar a la venganza, es recomendable pero no obligatorio. Esto confiere a todo musulmán el derecho a dañar a los enemigos de la religión de los que hayan sufrido algún agravio, mientras estos osen defenderse y no se sometan.

La guerra perpetua contra el infiel está preceptuada en múltiples pasajes del Corán. La sura 47, convenientemente titulada Mahoma, ordena aniquilar y secuestrar a los infieles, combatan o no, hasta obtener de ellos la rendición total ("Y cuando tengáis un encuentro con los que se niegan a creer, golpeadlos en la nuca; y una vez los hayáis dejado fuera de combate, apretad las ligaduras y luego, liberadlos con benevolencia o pedid un rescate. Así hasta que la guerra deponga sus cargas"). Promete perdonar crímenes y atropellos a los creyentes que obedezcan esta orden ("Él les ocultará sus malas acciones"), ofreciéndoles asimismo prosperidad en esta vida ("Los guiará y arreglará su estado") y beatitud en la futura ("Y les hará entrar en jardines que les ha dado a conocer"). En cambio, el hado de los incrédulos es la humillación ("los que se niegan a creer tendrán desprecio") y el exterminio ("¿Es que no han ido por la tierra viendo cómo acabaron los que hubo antes que ellos? Alá los exterminó. Los incrédulos tendrán algo similar"). 

Los musulmanes son los señores de la tierra y los herederos del cielo, mientras quienes contradicen su fe suponen un obstáculo al plan de Alá y deben ser eliminados. El contraste entre ambos destinos -prosperidad y muerte, salvación y exterminio- es tan agudo que proceden en direcciones opuestas: cuanto más hostiga el creyente al infiel, más cerca está de ser feliz y salvo; pero cuanto más medra el infiel y menos se le combate, más se invalidan las promesas divinas a los musulmanes, al haber incumplido éstos su parte del pacto.

sábado, 11 de noviembre de 2023


Todo lo que está en movimiento, si es único, está en contradicción: está y no está en el mismo lugar, ha recorrido cierta distancia y no la ha recorrido, está vivo y está muerto; lo que es absurdo. Para resolver la contradicción el sujeto del movimiento debe ser múltiple y aunar lo móvil y lo inmóvil, a saber, la materia y la forma.

Sin embargo, el universo no puede ser múltiple, ya que por definición es único e incircunscriptible. Lo único, pues, o es siempre inmóvil, o está siempre en contradicción, o en unas ocasiones permanece inmóvil y en otras está en contradicción. Si la contradicción debe excluirse siempre de todo razonamiento, sólo la primera opción es admisible y ha de afirmarse la inmovilidad perpetua de todo lo existente.

Ahora bien, no podemos conceder que el mundo sea inmóvil pese a las apariencias, ya que de su inmovilidad se seguiría su necesidad, y de ésta, tratándose de un cuerpo extenso, la necesidad de todas sus partes. Pero si todas sus partes son necesarias, ello conlleva que no se necesitan entre sí y que su unión en el universo no es necesaria, lo que va contra la premisa.

Si el universo no es inmóvil, es móvil. Y si es único y no puede estar en contradicción, sólo puede moverse mediante su destrucción y creación continuas. Nada puede crearse o destruirse a sí mismo. De la creación continua del universo en infinitos instantes durante un tiempo infinito se sigue la existencia de un ser inmaterial de infinito poder.

viernes, 10 de noviembre de 2023


Llamo destrucción a la ausencia total de identidad entre dos estados. Así, si un destacamento de diez soldados recibe una misión y alguno de ellos regresa a la base, es correcto decir que el destacamento ha sobrevivido, pues lo ha hecho en parte. Pero si no regresa ningún soldado, estamos obligados a decir que el destacamento ha sido destruido. Análogamente, si todas las partes de un estado son distintas de las partes de otro estado, se deberá decir que ninguna de las partes del primer estado ha regresado al segundo, siendo verdadera la afirmación de que el primer estado ha sido destruido.

He argumentado que el hecho de que se dé una trabazón causal entre los distintos estados no implica que no se destruyan continuamente, ya que la causalidad es una relación ideal, no una realidad física que -como el soldado que sobrevive- permanezca idéntica en ambos estados y permita evitar la consecuencia de la destrucción. Por el mismo motivo, el que se dé una conservación de la cantidad de energía en la transición de un estado a otro no conlleva negar la destrucción del primer estado, pues la cantidad es también una relación ideal que expresa mayoría, minoría o igualdad, no una realidad física que permanezca idéntica en ambos estados.

Toda definición alternativa de destrucción que se proponga podrá ser fácilmente cuestionada. Yo la he definido como la ausencia total de identidad entre dos estados, es decir, como la imposibilidad de considerar cualquiera de las partes de un estado como idéntica a cualquiera de las partes de otro estado. Si niegas que esto sea destrucción, ¿a qué llamaremos destrucción? ¿Acaso no decimos que algo es destruido cuando desaparece y es sustituido por su opuesto, como el soldado vivo por el soldado muerto? ¿Y acaso no es lo no-idéntico lo opuesto a lo idéntico?

Estamos filosofando, de modo que debes prescindir cabalmente de los conceptos convencionales. Debe darnos igual lo que piensa el vulgo o cómo habla. Enfréntate a la verdad a solas. ¿Es no-A lo opuesto a A? Sí. Luego, ¿es lo no-idéntico lo opuesto a lo idéntico? Sin duda. Por tanto, ¿es legítimo hablar de destrucción si algo es completamente sustituido por su opuesto, como el soldado vivo por el soldado muerto? No sólo es legítimo, sino que es necesario. Por consiguiente, dice la verdad el que, con Heráclito, afirma que todo lo que cambia continuamente y por completo padece una destrucción constante y no tiene nunca el ser en sí.

miércoles, 8 de noviembre de 2023


Es el río de Heráclito: todo fluye. Creo que la carga de la prueba no es de quien sostiene esta tesis, que resulta evidente a los sentidos y acorde con la experiencia científica. Corresponde más bien al que afirma lo contrario, es decir, que existe algo que no es Dios y que es absolutamente inmóvil.

Lo que mi argumento asevera es que no sólo las partes del universo cambian sin cesar, sino el mismo universo, ya que a diferencia de la rueda que gira sin desplazarse de su eje (es decir, que en parte cambia y en parte no cambia), todo el universo muda cuando aumenta su duración, que es tanto como decir que no hay ningún extremo del mismo que no experimente cambio con el transcurso del tiempo. Frente a ello caben dos objeciones:

1) Que el universo no se destruye verdaderamente al envejecer, puesto que se da una trabazón entre todas sus partes presentes y futuras. Respondo a esto que el vínculo entre el estado anterior y el estado posterior es la causalidad, pero ésta no es una parte del universo a la que podamos llamar inmóvil, sino una relación intelectual. Por tanto, es innegable que el universo se destruye verdaderamente a cada instante.

2) Que el cambio en el universo es una ilusión de nuestra percepción finita, ya que si se lo concibe sub specie aeterni nada cambia en él. Sin embargo, combato esta forma de redargüir alegando que lo que es infinito en potencia, como el universo, no puede concebirse como algo terminado. Si el universo no tuviera comienzo y fuera infinito en acto, como querían Proclo y Spinoza, sería un ser necesario y no podría dejar de existir. Ahora bien, he mostrado que deja de existir continuamente. Luego no es un ser necesario y, por ello, tiene comienzo y es infinito en potencia.

lunes, 6 de noviembre de 2023

El Argumento de la Destrucción Universal


Primer silogismo 

1.1. Lo que deja de ser no es necesario. 

1.2. Lo que no es necesario no existe siempre.

1.3. Lo que no existe siempre, si existe, tiene comienzo.

1.4. Lo que cambia completamente deja de ser.

1.5. El universo, estando en sucesión temporal, cambia completamente.

1.6. Por tanto, el universo deja de ser.

1.7. Por tanto, el universo no es necesario.

1.8. Por tanto, el universo tiene comienzo.

Segundo silogismo 

2.1. Nada infinito en potencia puede ser máximo.

2.2. El universo es infinito en potencia, puesto que, teniendo comienzo (Por 1.8.), aumenta sin fin su duración sin que llegue a ser nunca infinita en acto. 

2.3. Por tanto, el universo no puede ser máximo.

Tercer silogismo 

3.1. Nada es mayor a sí mismo o distinto a sí mismo. 

3.2. Si el único existente aumenta o es de otro modo, será mayor a sí mismo o distinto a sí mismo. 

3.3. Por tanto, el único existente no puede aumentar ni ser de otro modo. 

3.4. Por tanto, el único existente es el máximo actual y el máximo posible. 

Cuarto silogismo 

4.1. Si el universo es el único existente, es el máximo actual y el máximo posible (Por 3.4). 

4.2. El universo, siendo infinito en potencia, aumenta en duración y carece de máximo (Por 2.3).

4.3. Por tanto, el universo no es el máximo posible. 

4.4. Por tanto, el universo no es el único existente.

Demostración de 3.2.:

El cambio sólo es concebible desde la multiplicidad: A cambia y B permanece como referencia del estado anterior, ya que si todo cambia se genera una nueva realidad y nada cambia en la realidad preexistente, que es simplemente aniquilada. Luego sin multiplicidad no puede darse cambio que no implique contradicción, esto es, A y no-A.

Las partes del universo pueden cambiar, al ser múltiples; no así el universo mismo, al ser único. Imagina una rueda girando: sus partes cambian de posición, pero la rueda se mantiene en su eje, lo que determina la identidad del movimiento circular. Ahora bien, si el universo aumenta en duración, todo el universo cambia, no sólo algunas de sus partes. Como si la rueda saliera de su eje y, con ello, quebrara la circularidad del movimiento.

Para que un ente cambie sin destruirse, algo en él debe permanecer idéntico a sí mismo mientras todo lo demás cambia. No obstante, si algo aumenta en duración, nada en él permanece idéntico, pues aumentan en duración todas sus partes. De ahí se sigue que el universo carece de individualidad en el tiempo y que no es el máximo posible, toda vez que un instante más tarde siempre hay otro universo mayor que él. Esto hace que ninguno de los universos pasados, presentes o futuros sea el único existente.

Si se pretendiera que un universo en constante aumento es siempre el mismo en cualquiera de sus estados temporales por tener éstos ciertas propiedades comunes, se estarían confundiendo indebidamente las nociones de identidad y semejanza. Las propiedades comunes no determinan la identidad. Dos individuos pueden compartir propiedades (ser hombres o ser blancos) y ser distintos el uno del otro. La identidad viene determinada por la ausencia de cambio en al menos una de las partes del individuo. Luego, si todas sus partes cambian, el individuo queda destruido o no es el mismo individuo.

Por consiguiente, si el universo no es idéntico a sí mismo, sino una sucesión infinita de universos de duración creciente, entonces ningún universo en dicha sucesión es el máximo posible, puesto que el posterior será mayor que el anterior, sin que se dé nunca un último universo. Es por ello que un universo infinito en potencia no puede concebirse como algo terminado, sub specie aeterni, mal que le pese a Spinoza.

sábado, 4 de noviembre de 2023


"Matadlos dondequiera que los encontréis y expulsadlos de donde os hayan expulsado. Tentar es más grave que matar" (2:191).
 
Éste es a mi juicio el dictum coránico que mejor sintetiza la esencia de la yihad. El que mata sólo destruye el cuerpo, mientras que el que tienta puede acabar con el espíritu. Por tanto, quien tienta es más perseguidor que quien mata. Luego, por justicia retributiva y justicia divina, debe perseguirse a los tentadores o perseguidores en espíritu. De ahí que se diga:
 
"Si dan con vosotros, son para vosotros enemigos y os maltratan de obra y de palabra. Querrían que no creyerais" (60:2).
 
Y asimismo:
 
"Así que, si combaten contra vosotros, matadles: ésa es la retribución de los infieles" (2:191).
 
El texto asume que, si son infieles, combatirán contra los musulmanes, porque el mero hecho de no ser musulmán ya supone tentar, perseguir y presentar combate espiritual. Por consiguiente, todo infiel está en guerra con el islam por el mero hecho de serlo, dando al islam el derecho perpetuo de agresión contra el incrédulo por la ofensa que constituye su existencia.
 
El Corán dice a los que rechazan su revelación:
 
"Sabed que no podréis escapar de Alá y que Alá llenará de vergüenza a los infieles" (9:2).
 
Al mismo tiempo, da a los que se adhieren a ella el mandato de mantener siempre la enemistad con quienes no creen:
 
"¿O es que habéis creído que se os iba a dejar en paz y que Alá aún no conoce a quienes de vosotros han combatido sin trabar amistad con nadie, fuera de Alá, de Su Enviado y de los creyentes?" (9:16).
 
Y también:
 
"¡No toméis como amigos a los enemigos Míos y vuestros, dándoles muestras de afecto, siendo así que no creen en la Verdad venida a vosotros!" (60:1).
 
La consecuencia es necesaria, pues si los infieles no tienen derecho a serlo y ha de haber enemistad entre ellos y los musulmanes, este combate sólo puede terminar o con la muerte del que tienta o con la sumisión (islam) que da la paz (salam):
 
"¡Ha aparecido entre nosotros y vosotros hostilidad y odio para siempre mientras no creáis en Alá solo!" (60:4).
 
"Luchad contra ellos hasta que no haya más oposición y la adoración debida sea sólo para Alá" (2:193).
 
En otra parte leemos:
 
"Alá no os prohíbe que seáis buenos y equitativos con quienes no han combatido contra vosotros por causa de la religión, ni os han expulsado de vuestros hogares" (60:8).
 
No os lo prohíbe, pero tampoco os obliga a ello, por lo que sois libres de obrar en un sentido u otro, y en cualquier caso se os deben someter. Además, ¿quién no ha combatido contra el islam, si desde su surgimiento el islam ha hostigado a todos? Se trata pues de un verso vacuo que no incluye ningún mandato y más bien induce a lo contrario de lo que parece preceptuar.

Mienten quienes sostienen que estos versículos deben interpretarse en su contexto histórico. El Corán no es una crónica ni un recuento de hazañas militares. Es un texto sagrado escrito desde la eternidad de Dios para que sea la ley de los creyentes de todos los tiempos.

jueves, 2 de noviembre de 2023

El vestido manchado




William Lane Craig llamó a la crucifixión de Jesucristo "el talón de Aquiles del Corán", esto es, su flanco más débil. El argumento, desarrollado, procede del siguiente modo:

La crucifixión es un hecho establecido casi unánimemente por los historiadores de todos los tiempos. Sin embargo, es negado por el Corán de un modo tajante e inequívoco (4:157):

Y por haber dicho: Nosotros matamos al Ungido, hijo de Maryam, mensajero de Alá. Pero, aunque así lo creyeron, no lo mataron ni lo crucificaron. Y los que discrepan sobre él, tienen dudas y no tienen ningún conocimiento de lo que pasó, sólo siguen conjeturas. Pues con toda certeza que no lo mataron.

Esta afirmación coránica es interpretada por los musulmanes en un sentido literal, no anagógico. 

Que el Corán no puede errar si procede de Dios lo determina el propio texto sagrado (4:82):

¿Es que no han reparado en el Corán? Si procediera de otro que Alá, hallarían en él muchas contradicciones.

De ello se sigue que una falsedad indiscutible y suficientemente significativa debería llevarnos a concluir que el Corán carece de inspiración divina, máxime si se considera que fue dictado por un solo hombre, de cuya autoridad profética depende la divinidad del Corán.

Dicho en forma de silogismo:

1. Si el Corán fuera una revelación perfecta y completa no podría errar en una aseveración central para la fe de los musulmanes.

2. La negación de la crucifixión de Cristo es central para la fe de los musulmanes, en tanto rechaza un dogma cristiano y establece con ello un muro infranqueable entre ambas religiones.

3. El Corán yerra negando la crucifixión de Cristo.

4. Por tanto, el Corán carece de inspiración divina en lo que respecta a la crucifixión de Cristo.

5. Por tanto, el Corán no es una revelación perfecta y completa. 

6. Por tanto, si la revelación imperfecta en la que se contiene la falsedad procedió de Mahoma, Mahoma habló como hombre no inspirado y no debe ser tenido por el sello de los profetas.

Esto es así aunque el Corán incorpore abundantes verdades históricas y teológicas. Semejantemente, un vestido manchado es aquel en el que se muestra una mancha suficientemente visible. Así se trate de una prenda sumamente bella y de exquisita factura, una sola mancha basta para que sea una prenda inservible, pues estamos juzgando su limpieza y no otra cosa.

miércoles, 11 de octubre de 2023


Si por lo inmanente entendemos la existencia inmediatamente perceptible, tal será una fracción infinitesimal de la realidad. Sólo el presente es inmanente, y no es más que el límite siempre cambiante entre lo que ya no existe y lo que todavía no existe. Asimismo, todo lo percibido está mediado por el pensamiento, y todo lo existente lo está por el espacio y el tiempo, que a su vez lo están por el número.

A la vista de lo anterior, es falso que la realidad sea inmanente. Cabría, además, preguntarse: ¿inmanente a qué? Pues, si la realidad lo es todo y tiene partes, es inmanente a cada una de sus partes y al mismo tiempo las trasciende, dado que sólo ella no está unida a nada distinto a sí misma. Y si la realidad lo es todo y no tiene partes, sólo es inmanente a sí misma, lo que resulta por completo trivial, habida cuenta que cualquier cosa es inmanente a su propio ser en virtud del principio de no contradicción.

Por ello parece plausible suponer que el materialista no entiende lo que dice cuando afirma la inmanencia de la realidad frente a la trascendencia de lo irreal. La realidad concebida como divisible conduce de forma inevitable a la trascendencia del todo, el cual tendrá una propiedad no sólo diversa, sino opuesta a la de sus partes, a saber, el ser absoluta o no estar necesariamente unida a nada distinto de sí. Por el contrario, la realidad concebida como indivisible tendría una propiedad trivial, la autoinmanencia, de la que no podría inferirse ningún predicado, y no lo sería todo, toda vez que los números, que son divisibles, no serían reales.


El Argumento de la Congruencia Fundamental


Si una parte del todo fundamenta a otra, el todo no se fundamenta a sí mismo. Pues, si la parte fundamentada no puede a su vez fundamentar a la que la fundamenta, se sigue que el todo podrá y no podrá fundamentarse, o que el todo podrá lo que las partes no pueden, o que las partes del todo no son sus partes, lo que es absurdo.

Luego, si una parte de la realidad fundamenta a otra, la realidad no se fundamenta a sí misma.

Ahora bien, una parte de la realidad fundamenta a otra, ya que de una causa se sigue su efecto.

Por tanto, la realidad no se fundamenta a sí misma.

La premisa principal de este razonamiento asume que no puede haber nada esencial en el todo que no se encuentre también en las partes. Es decir, ninguna entidad puede descomponerse en entidades con predicados opuestos respecto a la primera entidad. Por predicado opuesto entiendo uno que excluye absolutamente su negación. Así:

Si una entidad es extensa, no puede descomponerse en entidades inextensas.

Si una entidad existe, no puede descomponerse en entidades inexistentes.

Si una entidad es necesaria, no puede descomponerse en entidades contingentes.

No obstante, es perfectamente posible que una entidad pueda descomponerse en entidades con cualidades opuestas, como el cono se descompone en líneas rectas y líneas curvas o el barco en partes que flotan y partes que no flotan. Esto es así porque estas cualidades, pese a ser aparentemente opuestas, tienen un denominador común: tanto las líneas rectas como las curvas son extensas, y tanto las partes flotantes como las no flotantes son corpóreas. Pero no hay denominador común en los predicados opuestos.

El ser fundamento, del mismo modo que el ser extenso, el ser existente o el ser necesario, no puede descomponerse en entidades que no son fundamento, y ello por el sencillo motivo de que lo que fundamenta lo hace totalmente, siempre y en todo lugar, no en parte, a veces y en algún lugar. Si A es causa de B, es imposible que no lo sea (ya que o lo es, o lo ha sido, o lo será), o que alguna de las partes de A no sea causa de B, pues B es efecto de todas las partes de A y no sólo de algunas de ellas. Por idéntica razón, siendo la vida indivisible, se dice que el hombre vive, entendiéndose que viven todas sus partes, de manera que cuando una de ellas deja de vivir deja también de pertenecer al hombre.

Una vez hemos erigido el axioma innegable según el cual ninguna entidad puede descomponerse en entidades con predicados opuestos respecto a la primera entidad, vemos con claridad que el fundamento de todo no puede descomponerse en entidades que no son fundamento de todo. Luego, si el todo tiene partes que no son fundamento de todo, el todo no puede ser fundamento de todo, esto es, no puede ser fundamento de sí mismo, ya que de lo contrario el fundamento de todo podría descomponerse en entidades que no son fundamento de todo, lo que en virtud del mencionado axioma es imposible. Pues, si alguna parte del todo no fuera el fundamento de todo, el todo no sería totalmente el fundamento de todo, sino que sería parcialmente el fundamento de todo, lo que carece de sentido, al no darse un semifundamentar o un cuasifundamentar, así como no se dan un cuasiextenderse, un cuasiexistir o un ser cuasinecesario.

Por tanto, la conclusión de que la realidad no es fundamento de sí misma equivale a afirmar contra Spinoza que no es causa de sí misma. Por consiguiente, es causada por un primer principio distinto de la realidad y superior a ella. De esta conclusión sólo puede escaparse privando al todo de sus partes y concibiéndolo como un continuo donde no hallamos ni causa ni efecto, ni generación ni corrupción, ni aumento ni disminución, ni verdaderos opuestos, lo que es el colmo del absurdo.