jueves, 31 de diciembre de 2020


Supón que Dios dijera: "Haz lo incorrecto y serás recompensado eternamente". Sería una suma injusticia. Por tanto, lo contrario es la suma justicia.

Siendo Dios la causa primera, todo lo que se aleje de Él tiende a su propia nada. Ahora bien, dado que el alma es inmortal, esta nada no es la desaparición, sino la disminución eterna, que sólo puede concebirse como un eterno sufrimiento y una frustración voluntaria del fin para el que fue creada.

No es crueldad. La voluntad antecedente de Dios quiere que todos se salven; por todos ofrece la vida en el sacrificio vicario. Pero su voluntad consecuente determina que quien se endurece ante la gracia no pueda ver el rostro de su Padre e imagine una sombra confusa y temible; ni conozca el máximo bien, sino que lo ignore o lo travista; ni participe de su felicidad por los siglos y, en su lugar, huya de la luz como las lombrices.

No cabe postular los derechos fundamentales si se niegan los fundamentos del derecho. El fundamento del derecho no puede ser aquello que el derecho debe resolver, la contradicción libre, sino que ha de hallarse en su opuesto, la afirmación vinculante. 

La contradicción de intereses entre iguales es el presupuesto del derecho y el fundamento de la democracia. Un derecho positivizado y democratizado es un derecho des-fundado, una concesión graciable, un pseudoderecho.

Todo derecho universal e inmutable será un derecho universal, descubierto, deducido; nunca un derecho asambleario, convenido o imaginado. Para que haya libertad civil debe darse una suerte de confesionalidad constitucional, un reino de intangibles morales.