domingo, 27 de junio de 2010

El oscuro fondo de las cosas




Las certezas son parciales, las verdades no. Unas dependen de los sentidos, y por tanto son incompletas y falibles, mientras que las otras sólo a la razón se someten y exigen total asentimiento de nuestro juicio. Por otro lado, no hay verdades absolutas, pues todas -salvo la verdad de verdades, que el positivismo niega- remiten a verdades nuevas.

Llamo certezas a las verdades empíricas, fundadas en la inducción y en el ajustarse del orden de los fenómenos a un orden ideal de lo que consideramos ser el caso. Este ajuste nunca es apodíctico, por lo que sólo persuade en términos psicológicos. Las proposiciones con las que se ejemplifica la "verdad parcial" o aproximativa son, en realidad, muestras de certezas parciales.

Reconozco que hay certezas tan seguras que nadie tiene derecho a dudar de ellas sin exponerse a ser objeto de mofa. Así, no se vacila en afirmar la realidad que percibimos existe, que los cuerpos se mueven, etc. Ahora bien, los datos inmediatos de los sentidos no permiten elaborar con ellos tesis complicadas, sino que dan a la razón el punto de partida de su andadura y los límites por los que ha de transcurrir.

La diferencia esencial entre las verdades de hecho y las de razón es que aquéllas consisten en una adaequatio entre el discurso y el estado de cosas, por lo que son descriptivas, y éstas en la mutua armonía y la subordinación a principios o axiomas, siendo por tanto prescriptivas. Son por su misma definición tan distintas que resulta poco filosófico pretender encerrarlas en una misma palabra sin adjetivar, "verdad", fingiendo entre ellas una inhallable sinonimia. De ahí que yo hable de certezas físicas para unas, donde admito grados, y de certezas metafísicas (esto es, demostrativas) o verdades para las otras, donde no los admito.

Desde Kant y la solemne estupidez de los juicios sintéticos a priori el positivismo ha estado dando palos de ciego en este importante asunto. No hay síntesis que valga entre lo completamente disímil. Perezca el mundo y la verdad no cesará; prescíndase de toda razón y el mundo continuará ante nuestros ojos. Las proposiciones racionales sobre el mundo no se siguen ni de sí mismas ni de su objeto: La proposición apuntará a la conexión de sus términos, al tiempo que el objeto remitirá a una causa anterior a él. Su unión circunstancial en lo real inteligible es una cuestión de apariencia y probabilidad. Pronunciarse sobre lo real en sí es metafísica.

9 comentarios:

Alejandro Martín dijo...

¿Por qué exactamente son una estupidez los juicios sintéticos a priori?

Miserere mei Domine dijo...

Me ha encantado la nota. Reúne sencillez y evidencia. Aunque me temo que los positivistas no se van a bajar del burro por mucho que les digamos que el burro no existe :)

Saludos ;)

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Alejandro:

Brentano lo explica sucintamente aquí (cap. IX).

MMD:

Muchas gracias.

Saludos.

José Luis Ferreira dijo...

Entonces ¿equiparas metafísica con sistemas formales? No me parece haber visto sistemas formales en tratados de metafísica. Ni siquiera la supuestamente demostrada al modo geométrico, que carece de definiciones precisas.

Curioso que se acuse de creer en burros inexistentes a quienes rechazan todo lo que no tiene evidencias en qué sustentarse.

Alejandro Martín dijo...

Irichc: he leído el texto de Brentano que me enlazas y no veo refutación alguna. Se limita a constatar algo que el propio Kant reconoce, a saber: que el conocimiento no es una imagen transparente de lo real, sino que la única garantía de objetividad es la universalidad de las formas a priori de la razón. El mundo no tiene un orden en sí mismo que -milagrosamente- coincide con las categorías de nuestra mente ("el alma es en cierta manera todas las cosas" de Aristóteles), o si lo tiene, sólo podría ser conocido por Dios. El mundo es interpretado y ordenado por una mente finita, que necesariamente estructura lo sensible de acuerdo con sus propias formas.

Además, Brentano repite viejas críticas a Kant (en concreto de Jacobi y Salomon Maimon) acerca del carácter contradictorio de la cosa en sí como "causa" del fenómeno, siendo "causa" una categoría del entendimiento que sólo tiene sentido aplicada a los fenómenos. Pero ya Kant rechazó esta crítica poniendo de manifiesto el carácter negativo (límite) de la cosa en sí: porque siempre hay algo más allá del conocimiento, no puede ser explicitado en el conocimiento mismo (ni siquiera aplicándole la categoría de causa).

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Alejandro, Leibniz distinguía entre las "verdades de razón" y las "verdades de hecho", como es de sobra conocido. Kant quiso encontrar un punto de equilibrio entre ambas, y en lugar de llamarlas "verdades de hecho y de razón" las llamó "juicios sintéticos a priori". Creyó de este modo superar a Leibniz cuando no hizo más que fabular. No hay mediatriz posible entre lo inductivo y lo deductivo.

Alejandro Martín dijo...

Sí, si no nos empeñamos en suponer que lo universal debe estar en las cosas mismas, y tomamos en consideración la posibilidad de que la regularidad del mundo es tal (y no un mero producto de la costumbre, como en Hume) porque los hechos son siempre previamente organizados y estructurados de acuerdo a las categorías de nuestra mente. La mediación es, entonces, perfectamente posible si nos deshacemos de la ilusión de que la razón humana es un mero receptor de una naturaleza en sí misma organizada e inteligible.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

De hecho, siguiendo a Leibniz, yo creo que ambas cosas son ciertas, a saber, que el mundo está organizado antes de ser percibido y que mi mente lo está antes de percibir.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

José Luis, como comentaba en el hilo del blog de Jesús Zamora, la metafísica no es un discurso sobre la razón (lógica), sino sobre el ser. Lo que implica irremediablemente que habla de este ser antes que de cualesquiera otros entre los infinitamente posibles.