sábado, 8 de septiembre de 2012

Vita causat vitam




Entre mi nada y la mínima cantidad de ser para que yo sea no hay nada. Esta mínima cantidad de ser ha de darse en un único instante indivisible, ya que si en un instante anterior empezara a progresar de menos a más, no sería la mínima en este momento.

No hay razón para negar que una cantidad infinitesimal de tiempo es el presente. Luego, dado que en esa cantidad infinitesimal no es posible la división ni la sucesión, ningún hecho puede realizarse en ella que no se haya realizado ya.

Por tanto, hay hechos absolutamente simples y carentes de duración, pese a tener causas y efectos de naturaleza compleja y temporal.

Sin embargo, lo simple preexiste por definición a lo complejo, de la misma manera que la unidad precede a la multiplicidad. Es, sin duda, imposible concebir que algo dotado de partes y dividido pueda afectar a algo sin partes e indivisible, y todavía menos que pueda generarlo. De ahí se sigue que sólo en apariencia lo simple, como la vida, tiene causas y efectos extensos, como los cuerpos.

En suma, del espíritu únicamente pueden predicarse causas y efectos espirituales, lo que es prueba tanto de Dios como de la inmortalidad del alma.

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