sábado, 14 de septiembre de 2013

Que el ateo no puede ser sabio





EUFRÁNOR.- ¡Oh, Alcifrón! No dudo de tu capacidad de demostración. Pero, antes de que te coloque ante la dificultad de algún elemento posterior, me gustaría saber si las nociones de vuestra filosofía minuciosa son dignas de demostración. Quiero decir, si son útiles y provechosas para la humanidad. 
ALCIFRÓN.- En cuanto a esto, permíteme decirte que una cosa puede ser útil en opinión de un hombre y no serlo para otros; sin embargo, la verdad es la verdad, sea útil o no, y no debe ser medida por la conveniencia de éste o aquel hombre o grupo de hombres. 
EUFRÁNOR.- Pero el bien común de la humanidad, ¿no debe ser considerado como regla o medida de la verdad moral, de todas aquellas verdades que dirigen o determinan las acciones morales de los hombres? 
ALCIFRÓN.- Este punto no está claro para mí. Sé ciertamente que legisladores, teólogos y políticos siempre han dicho que es necesario para el bienestar de los hombres que éstos sean atemorizados por las ideas serviles de la religión y de la moralidad. Sin embargo, admitiendo todo esto, ¿cómo se probará que estas ideas son verdaderas? La conveniencia es una cosa, y la verdad, otra. Un filósofo genuino, por tanto, olvidará todas las ventajas y considerará sólo la verdad en sí misma. 
EUFRÁNOR.- Dime, Alcifrón, ¿tu filósofo genuino es un sabio o un necio? 
ALCIFRÓN.- Sin duda, el más sabio de los hombres. 
EUFRÁNOR.- ¿Quién es un hombre sabio, el que actúa conscientemente o el que actúa al azar? 
ALCIFRÓN.- El que actúa conscientemente. 
EUFRÁNOR.- El que actúa conscientemente lo hace por algún fin, ¿no es así? 
ALCIFRÓN.- Así es. 
EUFRÁNOR.- ¿Y un hombre sabio actúa por un fin bueno? 
ALCIFRÓN.- Ciertamente. 
EUFRÁNOR.- ¿Y muestra su sabiduría escogiendo los medios convenientes para obtener su fin? 
ALCIFRÓN.- Lo reconozco. 
EUFRÁNOR.- ¿Y, en consecuencia, cuanto más excelente es el fin propuesto y más adecuados son los medios utilizados para conseguirlo, tanto más inteligente debe ser considerado el agente? 
ALCIFRÓN.- Parece que es así. 
EUFRÁNOR.- ¿Puede un agente racional proponerse un fin más excelente que la felicidad? 
ALCIFRÓN.- No. 
EUFRÁNOR.- ¿No es la felicidad general de la humanidad un bien mayor que la felicidad particular de un solo hombre o de un grupo de hombres? 
ALCIFRÓN.- Sí. 
EUFRÁNOR.- ¿Es éste entonces el fin más excelente? 
ALCIFRÓN.- Así parece.  
EUFRÁNOR.- ¿Entonces los que persiguen este fin, con los métodos más adecuados, pueden ser considerados los hombres más sabios? 
ALCIFRÓN.- Lo reconozco. 
EUFRÁNOR.- ¿Por qué ideas se gobierna un hombre sabio, por ideas sabias o absurdas? 
ALCIFRÓN.- Por ideas sabias, sin duda. 
EUFRÁNOR.- Parece deducirse de esto que el que promueve el bienestar general de la humanidad, por los medios más necesarios y adecuados, es verdaderamente sabio y obra sabiamente. 
ALCIFRÓN.- Parece que es así. 
EUFRÁNOR.- ¿Y no es la necedad de naturaleza opuesta a la sabiduría? 
ALCIFRÓN.- Sí. 
EUFRÁNOR.- ¿No debe, pues, concluirse que son necios los que se dedican a demoler los principios que tienen una necesaria conexión con el bien general de la humanidad? 
ALCIFRÓN.- Quizá podamos admitir esto, pero, al mismo tiempo, debo observar que puedo negarlo. 
EUFRÁNOR.- ¡Cómo! ¡No negarás la conclusión después de haber admitido las premisas! 
ALCIFRÓN.- Desearía saber bajo qué condiciones discutimos; si, en esta serie de preguntas y respuestas uno comete un error, ¿es algo absolutamente irreparable? Porque, si con engaño tratas de obtener cualquier ventaja, sin tener en cuenta la sorpresa o el descuido, debo advertirte que éste no es el método de convencerme. 
EUFRÁNOR.- ¡Oh, Alcifrón! No persigo el triunfo, sino la verdad. Tienes, pues, plena libertad para rectificar cuanto hemos dicho y para enmendar o corregir cualquier error que hayas cometido. Pero ahora debes indicarlo con exactitud, de otro modo será imposible llegar a una conclusión. 
ALCIFRÓN.- Estoy de acuerdo en proseguir de esta manera la búsqueda de la verdad, de la que soy un sincero seguidor. En el curso de nuestra presente investigación he cometido, al parecer, un descuido, reconociendo la felicidad general de la humanidad como un bien mayor que la felicidad particular de un solo hombre. Puesto que realmente la felicidad individual de un solo hombre constituye, por sí sola, su propio bien absoluto. La felicidad de los demás hombres, separada de la mía, no es un bien para mí, es decir, un verdadero bien natural. Este no es, pues, un fin razonable que me deba proponer verdadera y razonablemente (no me refiero a pretensiones políticas), puesto que un hombre sabio no persigue un fin que no le concierne. Esta es la voz de la naturaleza. ¡Oh naturaleza! Tú eres la fuente, el origen y el modelo de cuanto es bueno y sabio. 
EUFRÁNOR.- ¿Deseas entonces seguir la naturaleza y proponerla como guía y modelo de imitación? 
ALCIFRÓN.- De todas las cosas. 
EUFRÁNOR.- ¿De dónde proviene tu respeto a la naturaleza? 
ALCIFRÓN.- De la excelencia de sus producciones. 
EUFRÁNOR.- En un vegetal, por ejemplo, dices que hay utilidad y excelencia, porque sus diversas partes están unidas y adaptadas unas a otras para proteger y nutrir el todo, para promover el desarrollo individual y propagar la especie; y porque sus frutos o cualidades son útiles para complacer los sentidos o contribuir al provecho del hombre. 
ALCIFRÓN.- Así es. 
EUFRÁNOR.- Del mismo modo, ¿no deduces la excelencia de los cuerpos animales de la belleza y adecuación de sus diversas partes, puesto que todas contribuyen al bienestar de cada una de las demás y al bien del conjunto? ¿No observas además una unión y armonía natural entre animales de la misma especie, y que incluso diferentes especies de animales tienen ciertas cualidades e instintos con los que contribuyen al desarrollo, cuidado y deleite de los demás? Aun los inorgánicos elementos inanimados parecen tener una excelencia, unos en relación con otros. ¿Dónde está la excelencia del agua si no hace brotar hierbas y vegetales de la tierra y producir flores y frutos? ¿Y qué sería de la belleza de la tierra, si no fuera calentada por el sol, humedecida por el agua y abanicada por el viento? ¿No observas en todo el sistema del mundo visible y natural una mutua armonía y correspondencia de partes? ¿Y no es de aquí de donde has extraído la idea de la perfección, del orden y de la belleza de la naturaleza? 
ALCIFRÓN.- Admito todo esto. 
EUFRÁNOR.- ¿Y no dijeron hace ya tiempo los estoicos (que no eran más intransigentes que tú), y has confesado tú mismo, que este modelo de orden era digno de imitación para los agentes racionales? 
ALCIFRÓN.- No niego que esto sea cierto. 
EUFRÁNOR.- ¿No deberíamos, pues, inferir la misma unión, orden y regularidad en el mundo moral que observamos en el natural? 
ALCIFRÓN.- Ciertamente. 
EUFRÁNOR.- ¿No debemos concluir entonces que las criaturas racionales, como afirma el emperador filósofo, han sido hechas unas para otras y, consecuentemente, que el hombre no debe considerarse como un individuo aislado, cuya felicidad no tenga relación con la de los demás hombres, sino más bien como parte de un todo, a cuyo bien común debe contribuir, y ordenar su conducta y acciones adecuadamente, si quiere vivir conforme a la naturaleza?
ALCIFRÓN.- Y, admitiendo esto, ¿qué puedes deducir? 
EUFRÁNOR.- ¿No se deducirá que un hombre sabio debe considerar y perseguir su bien particular relacionándolo con el de los demás hombres? Admitiendo esto, pensarás que has cometido un error. Pues, sin duda, la simpatía de dolor y placer y los sentimientos recíprocos que unen a la humanidad han sido considerados siempre una prueba evidente de esto; y ésta ha sido la doctrina permanente de los que han sido considerados los hombres más sabios e inteligentes entre los antiguos, como los platónicos, los peripatéticos y los estoicos; sin mencionar a los cristianos, a quienes tú consideres gente llena de prejuicios y fantasías. 
ALCIFRÓN.- No discutiré este punto contigo. 
EUFRÁNOR.- Por tanto, ya que no estamos de acuerdo, ¿no parece seguirse de las premisas que la fe en Dios, en una vida futura y en los deberes morales son los únicos principios sabios, lógicos y genuinos de la conducta humana puesto que tienen una conexión general con el bienestar de la humanidad? Has llegado a esta conclusión por tus propias concesiones y por la analogía de la naturaleza.

Berkeley

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