domingo, 24 de mayo de 2020

Que el sistema de Spinoza no es un verdadero monismo ni un verdadero materialismo


Según Spinoza debemos distinguir entre una extensión sustancial no divisible, la del atributo, y una extensión insustancial divisible, la de los modos. Ahora bien, si aceptamos esta distinción, de ella debe concluirse que no hay relación causal explicativa entre la sustancia y sus modos, sino sólo una causalidad ontológica.

Siguiendo a Boullainvilliers, como resulta de nuestra experiencia el que todos los seres particulares son mutables y cambian de modalidad sin perder la existencia sustancial, por la cual en base al sistema de Spinoza son uno con la sustancia, es fuerza admitir que las propiedades modales del agua o de cualquier otro sujeto particular no son las consecuencias del ser sustancial. Es decir, que si bien hay una relación causal entre la sustancia y sus modos en cuanto a la existencia necesaria de estos, no la hay en cuanto a su mutabilidad, ya que lo infinito no puede ser causa de lo finito si no se introduce en aquél un principio de discernimiento y autocontención del que carece la sustancia spinoziana, absolutamente irrestricta. 

Por tanto, cuando los referimos puramente a su existencia, los seres particulares son contingentes, debiendo su contingencia a su relación causal con otros modos, mientras que cuando los referimos a la sustancia son necesarios.

Estas dos líneas de causalidad divergentes e irreconciliables, la del ser y la del modo de ser, la supralunar y la sublunar, son ajenas a la noción de causa primera, que no sólo lo es de la existencia de todos los seres en tanto seres necesarios sino también de su existencia en tanto seres particulares. No dándose una causa única explicativa de cuanto existe, resulta patente que el spinozismo no es un verdadero monismo.

Si, por el contrario, se esgrimiese que los seres particulares no son reales, al estar confundidos en la sustancia, diremos que sólo cabe la ciencia sobre la sustancia, por lo que los modos serían meras percepciones o ilusiones. Esta hipótesis haría imposible el conocimiento cierto de la realidad concreta y destruiría cualquier pretensión gnoseológica del materialismo, reduciéndolo a metafísica o a empirismo ingenuo.

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