sábado, 10 de diciembre de 2022


La misericordia o paciencia de Dios es la armonización de la justicia divina, que exige el castigo del malvado, y el derecho natural, que permite a todo hombre vivir y actuar según sus fuerzas. La muerte es necesaria porque el mal moral es ubicuo y toda paciencia frente a él, si es justa, debe tener un límite. Con la muerte se pone coto a las fuerzas del hombre y se da jurisdicción plena a las de Dios.

martes, 6 de diciembre de 2022


Según Berthold de Chiemsee, la primera nada es la nada absoluta a partir de la cual Dios crea el universo. La segunda nada es el mal inmenso plasmado en un anti-ser del que el diablo es epítome, aunque no sea idéntico a él. La tercera nada es el pecado o mal por participación.

La primera nada es más antigua y más fuerte que la criatura, por lo que ésta precisa de la creación continua de Dios para mantenerse en su esencia y no ser aniquilada.

La segunda nada, aunque ilimitada por naturaleza, es limitada por Dios mediante su providencia para que no destruya el mundo.

La tercera nada es combatida por el poder divino a través de la recreación y salvación del hombre en Cristo, que dan lugar a la gracia y los sacramentos.

Es interesante la dialéctica establecida por el autor entre Dios, el hombre y las tres nadas:

- La primera nada es la ausencia total de ser, ya que Dios crea el universo sin materia preexistente. Es finita al quedar comprendida en el poder de Dios, el cual crea mezclando la causa eficiente con la causa deficiente, el ser con la nada.

- La segunda nada parte del presupuesto de que toda afirmación, si puede ser negada por completo, se corresponde con una negación simétrica ("Si A no es X, no-A es X"). No procede de Dios dado que no es Dios ni criatura, ni es -como la primera nada- el medio con el que Dios crea, pero es infinita al ser la negación simétrica de los atributos divinos. Es, por tanto, infinita maldad, infinita parvedad, infinita impotencia, infinita imprudencia, infinita falsedad, etc. El razonamiento es como sigue: Dios, al no poder crear a su igual, crea las criaturas. Éstas son buenas en tanto participan de la esencia divina, mas no son el bien absoluto puesto que no se identifican con ella. Por consiguiente, el bien absoluto puede ser negado y es negado en las criaturas. Sin embargo, las criaturas son finitas y el bien absoluto es infinito, de modo que las criaturas no pueden negar absolutamente al bien absoluto, ya que no se oponen a él simétricamente en tanto criaturas. Pero pueden negarlo absolutamente en tanto obren el mal, toda vez que el mal se opone simétricamente al bien. Luego la negación de Dios no es una criatura finita, sino una no criatura no finita. O lo que es lo mismo: Si el bien absoluto no es causa de la maldad, el mal absoluto es causa de la maldad. 

- La tercera nada, el pecado o deficiencia moral, depende de la primera nada, es decir, del mal metafísico que penetra todo lo finito, y de la segunda nada, esto es, del mal absoluto como causa del mal. Por ello el hombre cae en el pecado: porque puede ser tentado por razón de la primera nada y es tentado en virtud de la segunda nada. Su corruptibilidad sería una potencia nunca actualizada si no hubiera una causa activa de corrupción capaz de resistir a la gracia de Dios. Esta causa es el mal absoluto, el cual no puede ser percibido directamente por el hombre, al estar desligado de todo bien. De donde cabe inferir que, así como la primera nada es el medio por el que el mal metafísico entra en el mundo (el ser debe mezclarse con el no-ser para que lo finito exista), la segunda nada, auxiliada por una criatura más perfecta que el hombre capaz de percibirla directamente, es el medio por el que el mal moral entra en el hombre.


La primera nada, la nada finita, era nada antes que todas las criaturas. Por consiguiente, es más antigua y fuerte que la criatura: porque mis días nada son. Así, la criatura hecha de la nada con una esencia contraria a ella podría ser vencida por la nada y devuelta a ella, pues nada permanece bajo el sol (...).

La segunda nada es infinita y dirigida contra Dios, como el no ser eterno contra la esencia eterna. Esta inmensa nada es el peor de todos los seres y una suerte de no ser. De ahí el dicho común de que nada es peor, como está escrito, que aquel que es mezquino consigo mismo. (...) Ciertamente Dios no ha creado de sí esta inmensa nada, pues de lo contrario podría crearse un nuevo dios o un ente inmenso, igual al verdadero Dios en detrimento y desdoro de su loor y dignidad (...). Por tanto, esta inmensa nada es tan mala que Dios no debe crear nada de ella. Con todo, una criatura perversa abusa a voluntad de la antedicha nada infinita. Tal fue el abuso de Lucifer cuando ascendió y quiso ser semejante al Altísimo. 

La misma pésima nada está unida a la humanidad malévola a causa de la naturaleza de la primera nada a partir de la cual ha sido hecha. De ahí que nosotros, mortales, no nos inclinemos al bien, que está más lejos del hombre, sino al mal, es decir, al pecado y a la destrucción, el cual está más cerca y mora en nosotros. Y aunque el espíritu humano debe impulsarse a sí mismo y a su cuerpo hacia el bien, sin embargo el cuerpo ha quedado envejecido y corrompido por su propia malicia, de modo que por él el espíritu está enormemente cargado y es arrastrado hacia la región inferior, hacia el mal, pues la habitación terrenal deprime al alma. Así lo estableció San Agustín: Más puede el mal arraigado que el bien inusitado (Malum inolutum plus valet quam bonum insolitum).

Berthold de Chiemsee

sábado, 3 de diciembre de 2022


El amor erótico es el éxtasis o salida de uno mismo por el que el individuo quiere perpetuarse mediante otro. Tiene, pues, un fin carnal y está condicionado a él, razón por la cual exige la reciprocidad y fidelidad de quienes lo profesan y reciben. De aquí resulta la prohibición del adulterio como contrario a la pureza de la descendencia, al introducir en ella sangre ajena.

La amistad, en cambio, sólo se subordina a un fin ideal del que ninguna consecución material depende, de modo que no precisa ser correspondida para alcanzar aquel fin. Puede y debe amarse al enemigo, pues el fin de la amistad no se cifra en la obtención de un resultado material, como la progenie en el amor erótico, sino en la aspiración de que todos los hombres se unan en Dios.

Partiendo de estas dos definiciones, sencillas y mutuamente excluyentes, queda establecido qué sea el amor y qué la amistad. En base a ellas pueden formularse las siguientes proposiciones morales:

1. Que no se da el amor sin la salida de uno mismo o éxtasis. El placer es signo de lo que ya está unido, mientras que el amor sólo nace en lo que ha de unirse.

2. Que la homosexualidad no participa del amor, al carecer quien lo experimenta de un fin carnal distinto a sí mismo.

3. Que ninguna relación homosexual ha de reputarse como amistad, toda vez que exige ser correspondida y busca una satisfacción.

4. Que toda ambición del hombre dirigida a aumentar su fama es contraria a la amistad, en tanto pertenece a ésta el preferir el bien común o universal al bien propio o exclusivo. Nulla ambitio sine vitio.

5. Que el bien común de los hombres ha de ser semejante y superior a todos ellos, ya que si no es semejante no es un bien, y si no es superior a todos no será deseable para todos.

6. Que ninguno de los bienes que el hombre puede poseer es superior a él. De donde se sigue que el bien superior a todos los hombres no puede ser poseído. Sin embargo, si no puede ser poseído por el hombre ni puede poseer al hombre, no tendrá nada que ver con él ni será semejante a él, por lo que no será un bien. Por tanto, el bien superior a todos los hombres debe poseerlos.

7. Que sólo Dios, que posee a los hombres, los excede en todo y guarda con ellos semejanza como su creador, es un bien de esta naturaleza.

8. Que así como la infidelidad carnal debilita o destruye el fin del amor erótico, la infidelidad espiritual debilita o destruye el fin de la amistad. En consecuencia, la infidelidad hacia Dios atenta contra la unión de los hombres. Es justo por ello considerar a quienes niegan o adulteran la religión enemigos del género humano.