miércoles, 1 de octubre de 2008

El mejor de los mundos, a pesar de todo


Si fijamos nuestra atención en el campo de los seres inorgánicos y comparamos entre sí los distintos elementos de que constan, vemos que en su pluralidad se hace patente una doble unidad:

1. la unidad propia de la semejanza;

2. la unidad entre las fuerzas y las aptitudes, de suerte que las unas proporcionan lo que las otras requieren para su actividad, y así se complementan mutuamente en una cierta medida.

Pues bien, en ambas modalidades se da plenamente el hecho de la teleología fenoménica.

(...)

Los procesos químicos –los más importantes de todos- son igualmente los que mejor permiten comprobar las notas características de una teleología fenoménica.

a) No sólo dan la impresión, como ya hemos dicho, de que las diversas materias hubieran sido perfectamente calculadas en función las unas de las otras,

b) sino que, por ser las transformaciones de más radical alcance, llevan en todos los casos a cambios de máxima envergadura.

c) Por obra de estos procesos puede darse en el mundo el ingente cúmulo de las múltiples especies de los cuerpos, contando, exclusivamente, con una cantidad muy escasa de materias primas.

d) Ello se consigue, sobre todo, por las diversas combinaciones de los elementos, en razón de que éstas entran, a su vez, en otras combinaciones más complejas. Pues todo cambio en las proporciones de una combinación da como resultado una especie completamente distinta de materia. E, igualmente, el principio de la completa transformación de la materia en todas sus propiedades se confirma también en los órdenes superiores, o menos elementales, de la combinación química.

e) Ahora bien, tanto las proporciones en que los elementos pueden combinarse, como las de las síntesis de las combinaciones, son escasas; y no cabe llegar al infinito en el aumento de la complejidad, sino que pronto se topa con un límite.

He aquí un hecho igualmente teleológico en el más alto grado.

El hecho de que las materias se combinen en proporciones diversas tiene, sin duda, una significación teleológica, pero también la tiene el de que no se combinen en una gran diversidad de proporciones. También es teleológico el progreso desde las síntesis más elementales hasta las más complejas; pero igualmente lo es el que esta serie no constituya una cadena de una longitud excesiva. De lo contrario, es decir, si el aumento de la complicación llegase hasta el infinito, se perdería toda posibilidad de algo común, de modo que ya no habría ningún tipo de afinidad, ni tampoco, por tanto, ningún orden, ni vida orgánica alguna, ni ninguna investigación científica de la Naturaleza. Dicho con otros términos: en vez del orden, el caos. (El gran retraso con que se ha descubierto la limitación de las posibles síntesis de las materias es, en verdad, un humillante síntoma de los pocos alcances de nuestro espíritu). Whewell tiene toda la razón al observar que este descubrimiento no podría por menos de haberse llevado a cabo de una manera verdaderamente apriorística, ya que, de lo contrario, no cabría encontrar dos cuerpos pertenecientes a una y la misma especie.

f) También es un fenómeno teleológico el influjo que ejercen las condiciones físicas sobre las fuerzas químicas. Con el cambio de las primeras las afinidades químicas varían, lo cual permite que se separe lo unido y que se vuelva a unir lo separado, cosas enteramente imprescindibles para la continua circulación de la materia, que sin ellas se detendría inmediatamente.

g) Por último, las nítidas regularidades que nos muestran las leyes de las proporciones múltiples y de los equivalentes químicos son manifestaciones destacadas de la teleología fenoménica para todo el que las observe con suficiente atención. Con ellas ha llegado a establecerse la base más importante de la teoría atómica. Aunque hay quienes piensan que esta teoría no ha conseguido aún ser comprobada de una manera indudable, las mismas regularidades de que hablamos son, no obstante, hechos indiscutibles y forman serie con otros hechos parecidos de la naturaleza inorgánica, que no se explican suficientemente con la teoría atómica, como, por ejemplo, las leyes de los equivalentes térmicos y de los cambios de las proporciones del volumen al mezclarse los gases, los sólidos y los líquidos. En todos los casos, la diversidad, el orden superior y la armonía parecen responder a una exigencia estética.

Franz Brentano




Yo he conocido un naturalista modesto, observador ingenioso del más alto valor personal, que estudió directamente la vida de los insectos y descubrió verdaderas maravillas. Se llamaba Enrique Fabre y vivía en Sérignan (Vaucluse). Sólo al cabo de cincuenta o sesenta años de trabajos ininterrumpidos consiguió ver su reputación salvar las fronteras de su país natal. Todo el mundo ha leído, sobre todo después de la muerte de su autor, los diez volúmenes de los "Recuerdos entomológicos", y creo que ningún lector habrá dejado de ver la manifestación constante del espíritu en la Naturaleza, en cada insecto, hasta en cada molécula viviente. Recordemos, como ejemplo, el "Sphex", insecto himenóptero que construye en la tierra de las madrigueras varias habitaciones y pone un huevo en cada una de ellas, después de haber depositado una víctima, paralizada pero no muerta, para que sirva de alimento fresco a la larva cuando estalle. La víctima debe permanecer viva, pero inerte, tanto tiempo como dura el festín larvario, porque las pequeñas larvas no querrían regalarse carne podrida. Todo está previsto para su querida existencia por la madre que no las conocerá y que no sabe nada. Toda la vida de los insectos está llena de estos instintos de previsión.

Camille Flammarion




El Diseño Inteligente, esa moda americana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sé qué concepción tienes de la química pero las posibilidades de combinación son prácticamente infinitas. Los componentes de la materia se parecen mucho a un juego de lego, a un montón de piezas dentadas que encajan unas con otras pudiendo generar una inimaginable cantidad de objetos. Deducir de esto teleología es mucho deducir...

A día de hoy sólo tenemos teleología en los seres vivos (Monod utilizó el término de teleonomía para huir de todas las implicaciones metafísicas del concepto de teleología). Éstos, desde las bacterias más sencillas, actúan siguiendo una serie de finalidades programadas en su código genético. Los seres inertes actúan con una total ateleología. ¿Una piedra hace algo siguiendo algún tipo de fin intrínseco? Parece que no.