En los últimos sesenta años, tras la maraña de basura estructuralista y postestructuralista, no ha habido un solo filósofo al que quepa prestar atención continuada o del que podamos decir con seguridad que lo recordarán los siglos venideros. La filosofía no está en el presente, sino en el pasado, donde la proporción de ateos es puramente testimonial. Ello permitió a Newton afirmar que el ateísmo era "tan absurdo y odioso para la humanidad" que nunca había tenido demasiados defensores. La filosofía atea carece de una tradición que pueda reivindicar, por lo que se limita a parasitar conocimientos en lugar de fundamentarlos y desarrollarlos. Los dizque filósofos vivos que publican hoy sus libritos y articulitos merecen este nombre sólo gracias a la degradación de la disciplina, esclava de la moda científica, y ésta del prejuicio ideológico y la ramplonería positivista.
viernes, 1 de enero de 2010
La estadística como consuelo
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