miércoles, 17 de agosto de 2022


Cuanto es inherente al ser de Dios y concierne a su naturaleza ad intra, como su eternidad o infinita perfección, está afectado por la necesidad, al ser su objeto necesario.

Cuanto es inherente al ser de Dios y concierne a su naturaleza ad extra, como su voluntad de obrar siempre lo mejor, está afectado por la contingencia, al ser su objeto contingente.

Por tanto, Dios es necesariamente Dios, pero no obra necesariamente al crear, aunque deba crear según su naturaleza por ser mejor la difusión de la bondad que su retención en el seno divino.
 
En consecuencia, la concatenación de causas en el mundo no supone un hado que anule el libre albedrío. Más bien ha de decirse que somos libres gracias a la naturaleza causal del mundo, en virtud de la cual nuestros actos pueden dirigirse a fines y ser sopesados racionalmente antes de efectuarse, lo que no sucedería si todo estuviera regido por el azar.

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