Si una parte del todo fundamenta a otra, el todo no se fundamenta a sí mismo. Pues, si la parte fundamentada no puede a su vez fundamentar a la que la fundamenta, se sigue que el todo podrá y no podrá fundamentarse, o que el todo podrá lo que las partes no pueden, o que las partes del todo no son sus partes, lo que es absurdo.
Luego, si una parte de la realidad fundamenta a otra, la realidad no se fundamenta a sí misma.
Ahora bien, una parte de la realidad fundamenta a otra, ya que de una causa se sigue su efecto.
Por tanto, la realidad no se fundamenta a sí misma.
La premisa principal de este razonamiento asume que no puede haber nada esencial en el todo que no se encuentre también en las partes. Es decir, ninguna entidad puede descomponerse en entidades con predicados opuestos respecto a la primera entidad. Por predicado opuesto entiendo uno que excluye absolutamente su negación. Así:
Si una entidad es extensa, no puede descomponerse en entidades inextensas.
Si una entidad existe, no puede descomponerse en entidades inexistentes.
Si una entidad es necesaria, no puede descomponerse en entidades contingentes.
No obstante, es perfectamente posible que una entidad pueda descomponerse en entidades con cualidades opuestas, como el cono se descompone en líneas rectas y líneas curvas o el barco en partes que flotan y partes que no flotan. Esto es así porque estas cualidades, pese a ser aparentemente opuestas, tienen un denominador común: tanto las líneas rectas como las curvas son extensas, y tanto las partes flotantes como las no flotantes son corpóreas. Pero no hay denominador común en los predicados opuestos.
El ser fundamento, del mismo modo que el ser extenso, el ser existente o el ser necesario, no puede descomponerse en entidades que no son fundamento, y ello por el sencillo motivo de que lo que fundamenta lo hace totalmente, siempre y en todo lugar, no en parte, a veces y en algún lugar. Si A es causa de B, es imposible que no lo sea (ya que o lo es, o lo ha sido, o lo será), o que alguna de las partes de A no sea causa de B, pues B es efecto de todas las partes de A y no sólo de algunas de ellas. Por idéntica razón, siendo la vida indivisible, se dice que el hombre vive, entendiéndose que viven todas sus partes, de manera que cuando una de ellas deja de vivir deja también de pertenecer al hombre.
Una vez hemos erigido el axioma innegable según el cual ninguna entidad puede descomponerse en entidades con predicados opuestos respecto a la primera entidad, vemos con claridad que el fundamento de todo no puede descomponerse en entidades que no son fundamento de todo. Luego, si el todo tiene partes que no son fundamento de todo, el todo no puede ser fundamento de todo, esto es, no puede ser fundamento de sí mismo, ya que de lo contrario el fundamento de todo podría descomponerse en entidades que no son fundamento de todo, lo que en virtud del mencionado axioma es imposible. Pues, si alguna parte del todo no fuera el fundamento de todo, el todo no sería totalmente el fundamento de todo, sino que sería parcialmente el fundamento de todo, lo que carece de sentido, al no darse un semifundamentar o un cuasifundamentar, así como no se dan un cuasiextenderse, un cuasiexistir o un ser cuasinecesario.
Por tanto, la conclusión de que la realidad no es fundamento de sí misma equivale a afirmar contra Spinoza que no es causa de sí misma. Por consiguiente, es causada por un primer principio distinto de la realidad y superior a ella. De esta conclusión sólo puede escaparse privando al todo de sus partes y concibiéndolo como un continuo donde no hallamos ni causa ni efecto, ni generación ni corrupción, ni aumento ni disminución, ni verdaderos opuestos, lo que es el colmo del absurdo.