viernes, 19 de diciembre de 2008

Éticas inmorales




Hector ha publicado un texto que bien merece de por sí una lectura, aunque vaya a ocuparme sólo de una cita de E. O. Wilson incluida en él. Por ella se pretende que no hay mínimo denominador común en la justicia, y sí distintas estrategias evolutivas estables que se compaginan mejor o peor en determinados sistemas de cooperación. Sistemas, pues, mutuamente incompatibles, en tanto que las especies cuentan con naturalezas diferenciadas y de ordinario rivalizan entre sí en juegos de suma cero. En vistas a este fin apologético y relativista se hace hablar a una termita a la que, como en las fábulas de antaño, se dota de inteligencia y capacidad de expresión para poder formular su particular perspectiva.

Persuasivo, sin duda. No obstante, el discurso termítico es inmoral, y no en un sentido humano, sino absoluto. En especial cuando el cabecilla isóptero se pronuncia sobre el "profundo amor" que deberá inspirarles



el éxtasis del canibalismo y la cesión de nuestro propio cuerpo cuando estamos enfermos o heridos (es más dichoso ser comido que comer).


Pero no hay forma de demostrar que este supuesto deber sea tal. La caridad bien entendida empieza por uno mismo. Si la sociedad de termitas fuera realmente superior a la suma de sus individualidades, no dependería de sus sacrificios hasta ese punto, como no dependen los dioses de aquello que se les inmola. Y si no lo es, entonces no tiene un derecho natural sobre sus miembros, que deben mantener con ella una relación de reciprocidad equitativa, según lo enuncia la regla de oro (no hacer a los demás ni esperar de ellos lo que no queramos que nos hagan o no estemos dispuestos a hacer). Una relación así ha de ser en cualquier caso libremente rescindible cuando una de las partes se vea defraudada, al exigírsele en grado infinito más de lo que ha recibido o va a recibir.

Si se responde que la actitud moral en una sociedad de termitas se vería recompensada con su pronta extinción, contesto que no es la adecuación de las conductas al fin de la común supervivencia lo que se cuestiona al preguntarse sobre la moralidad de una acción. Queremos saber, en cambio, si en el impulso de nuestro actuar hay razones suficientes que lo justifiquen, al perseguir hacernos mejores o conservar nuestro conato.

Mi opinión sobre todo esto es que el verdadero bien y el verdadero mal no están sujetos en su origen a la inteligencia ni al instinto, sino a la voluntad como forma de obediencia a un criterio externo que sólo se puede conocer por sus efectos. En un lema: El mal por el mal es contranatural; el bien por el bien es sobrenatural.

2 comentarios:

Héctor Meda dijo...

Ciertamente es un tema muy interesante.
Parece que la cuestión es tratar de dilucidar no ya si hay una ética natural humana sino una ética natural o ética general

El hecho es que esos sentimientos de amor los "tienen" (¡fíjate en el entrecomillado!) las termitas pues así se comportan sin protestas ni revoluciones. Dices que el verdadero bien y el verdadero mal no están sujetos en su origen a la inteligencia ni al instinto, sino a la voluntad como forma de obediencia a un criterio externo que sólo se puede conocer por sus efectos y tal vez sea así, pero los efectos se conocen al conducirnos por nuestros instintos.

¿Cómo puede haber una sensata conducción moral sin unos instintos que nos plácer o dolor por llevar a cabo ciertas acciones morales? Cabe preguntarse si esas acciones individuales chocan con los intereses sociales pero la supervivencia a lo largo de la historia de colonias con tales pautas morales nos responde la pregunta.

La única salida que cabe es afirmar que el hombre es la medida de todas las cosas.

Y si no es así, recurramos a la ciencia-ficción e imaginemos una raza alienígena, los insectores por ejemplo, y tratemos de imaginarlos en contacto con nosotros.
¿Pensaríamos que su derecho es inmoral, tan inmoral como, pongamos, aquellos incas y aztecas que sacrificaban a humanos, tan inmoral, por tanto, como para justificar y promover su exterminio?

Daniel Vicente Carrillo dijo...

¿Cómo puede haber una sensata conducción moral sin unos instintos que nos plácer o dolor por llevar a cabo ciertas acciones morales?

¿Y cómo puede haber una sensata conducción moral con unos instintos que nos dan placer por llevar a cabo toda clase de acciones inmorales? ¿Luchan los instintos entre sí? En ese caso dejan de ser una guía segura.

Las acciones, no ya morales, sino heroicas se oponen a nuestro instinto de conservación. A las termitas de tu historia se les está reclamando heroísmo sin promesas ultraterrenas. Es decir, se les pide que actúen inmoralmente.


¿Pensaríamos que su derecho es inmoral, tan inmoral como, pongamos, aquellos incas y aztecas que sacrificaban a humanos, tan inmoral, por tanto, como para justificar y promover su exterminio?

No, porque en este supuesto se supone que estarían obligadas a comportarse así para sobrevivir como grupo, lo cual no es muy coherente con el hecho de que tengan inteligencia bastante como para articular discursos ciceronianos, pero en fin.

Por cierto, hasta que Garzón no dictamine lo contrario, no se promovió el exterminio de incas y aztecas, aunque éste ya es otro tema.