domingo, 5 de diciembre de 2021


En un ser finito el agente, el medio y el fin son distintos, al desplegarse en el espacio y el tiempo en actos sucesivos. La razón por la que estos tres no son esencialmente distintos en Dios es que Dios es aespacial y atemporal. Y la razón por la que son dinámicamente distintos es que si Dios, siendo infinito, tuviera un obrar u obrado finitos, sería menos infinito que si tuviera un obrar u obrado infinitos; y tal no puede admitirse si asumimos, como hacen todas las religiones monoteístas, que Dios es el óptimo máximo; luego también es el máximo infinito, por lo que su obrar u obrado no pueden distinguirse de él por razón de la infinitud, sino por razón de su posición en el acto.

Por otro lado, si el obrar y el obrado de Dios fueran infinitos y se identificaran plenamente con el que obra, sin distinción de personas, habría que concluir que Dios se obra a sí mismo, siendo a la vez sujeto de su acto y no siéndolo; siendo, entonces, una cosa y su contraria, lo que es imposible para todo ser. En el caso de Dios es, además, superfluo. Pues ¿qué necesidad tendría Dios de unificarse, bonificarse, magnificarse, etc. si ya es máximamente uno, bueno, grande, etc.?

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