domingo, 26 de diciembre de 2021


Si no existe lo infinitamente poderoso, existe lo infinitamente impotente.

Pruébase:

Lo poderoso existe o no existe en grado superlativo. 

Si lo poderoso existe en grado superlativo, es necesariamente infinito y no puede darse ningún ser infinito que se le oponga. Por tanto, no puede existir lo infinitamente impotente.

Si lo poderoso no existe en grado superlativo, es necesariamente finito y debe darse un ser infinito que se le oponga, ya que, si nada lo contrariase infinitamente, lo poderoso alcanzaría el grado superlativo y sería infinito. Por tanto, debe existir lo infinitamente impotente.

Ahora bien, si existe lo infinitamente impotente, síguese que lo infinitamente impotente puede existir, de donde resulta que su impotencia no es infinita; lo que es una contradicción manifiesta. Luego es preciso concluir que no puede existir lo infinitamente impotente y, por ello, que existe necesariamente lo infinitamente poderoso.

Lo que se ha dicho respecto a lo infinitamente poderoso ha de predicarse asimismo de lo infinitamente bueno, grande, duradero, etc., ya que un ser poderoso en grado sumo puede y debe reunir todas las perfecciones. De lo contrario sería impotente en algún sentido y no cabría atribuirle un poder perfecto.

Un ser infinitamente poderoso, bueno, grande, duradero, etc. puede y debe ser causa de un efecto poderoso, bueno, grande, duradero, etc. Este efecto ha de ser finito, pues si fuera infinito se identificaría con su causa y ésta nada causaría. Si el ser infinito nada causa, no es activo en grado sumo ni infinitamente poderoso, bueno, grande, duradero, etc., toda vez que carece del posificar, bonificar, magnificar, eternificar, etc. 

Por consiguiente, el ser infinito causa al ser finito y éste participa del poder, bondad, grandeza, eternidad, etc. de aquél. Siendo imposible que algo sea infinito y finito a la vez, o que se participe a sí mismo, es evidente que el ser infinito no puede igualarse al ser finito, pues ello sería privarlo de objeto y actividad, y despojar de su actividad al objeto. Es así que el bien infinito no se opone al bien o al mal finitos, sino al mal infinito.

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