miércoles, 23 de septiembre de 2009

Nuevas tesis sobre el isomorfismo mente-materia




El bando escéptico no atenta sólo contra la estructura de nuestras certezas o las intuiciones de los racionalistas. Va en contra de la propia noción de verdad.

Tomemos, para no parecer partidistas, la noción de verdad del positivismo, esto es, la adaequatio o conformidad entre los hechos y lo que se dice de ellos. El mismo término "conformidad" apela a una realidad sin forma que, para "convertirse" en verdad, se adapta al molde de una proposición congruente.

¡Qué maravillosa coincidencia que siempre pueda adaptarse! Quizá ayude en algo el que la realidad no sea nunca contradictoria y resulte inteligible, que es tanto como decir: "que no sea nunca falsa y resulte verdadera".

Ahora bien, si toda realidad es verdad, aunque toda verdad no sea realidad, ¿no es más correcto afirmar que la realidad es un subconjunto de la verdad y no a la inversa? Entonces, ¿podría la realidad ser verdad sin ser inteligible? ¿Y podría ser inteligible si la ley de la causalidad no se cumpliera en todo caso?

Si se admite que la realidad no es lógicamente contradictoria, a fe mía que no se trata de un aserto sin consecuencias. Porque se está confesando que aquélla es inteligible, y la acausalidad no lo es. Luego, si la mente sólo puede entender la verdad (en tanto que lo falso es contradictorio y, por ende, ininteligible), y la realidad sólo puede ser verdad, se sigue que la mente y la realidad están perfectamente coordinadas, siendo hasta cierto punto isomórficas.

La acausalidad, esto es, la fisura entre realidad y entendimiento forzada por la observación de los hechos desnudos allá donde nada indica que deba haber una causa, ignora -sin destruirla- la presunción que acabamos de explicar, en la que se se funda el orden universal del que la ciencia toma premisa para sus investigaciones.

Sin embargo, la acausalidad perpetua no puede defenderse desde el empirismo. Si algo surge de la nada, deberá dirigirse a algo y no a la nada, lo que implicará entablar relaciones con ello; relaciones causales, pues. Así, se asume que, tras el milagro de la acausalidad de determinado fenómeno, éste ingresa misteriosamente en el mundo (¿desde el ultramundo tal vez?), y ello no en virtud de una ley, conocida o no, sino del fenómeno mismo en tanto que singularidad. Se entiende, entonces, que estos procesos naturales se desarrollan de un modo parecido a como las almas platónicas descendían a los cuerpos, o a como los teólogos cristianos describen -que no explican- la Encarnación del Verbo. Y todo esto a fuer de ser escéptico y de no apartarse de los hechos observados, ni de excederse en las inferencias, lo que no deja de tener un sobreañadido mérito.

No obstante, la inanidad de una tal metodología, a la que se llega por la ausencia de principios metafísicos que la justifiquen y sustenten, nos conduce a confundir la realidad con los sueños y la observación con la fantasía.

Algo es incausado en un momento X1, pero en un momento X2 deviene causado, ya que es imposible generar efectos sin que la cadena de la causalidad afecte, por decirlo así, en sentido inverso a aquel en que la causa se produce (de lo contrario hablaríamos de causas inmutables). Hay en este caso una transición inexplicable y una desemejanza absoluta entre X1 y X2, de manera que no tenemos razón alguna para vincular ambos momentos, salvo la que da el hecho de que parecen sucederse.

Contamos, pues, con un hecho ilógico, porque la acausalidad es ilógica en el tiempo -como se acaba de demostrar- y la autocausación lo es completamente -ya que nada es antes de sí mismo. Éste es un defecto no susceptible de enmienda, a diferencia del de aquellas proposiciones que expresan algo posible pero que no ha ocurrido todavía, y que quizá no ocurrirá jamás. Dichas proposiciones, según el positivismo y la principal corriente del escolasticismo (de la que me aparto), serían verdaderas cuando sucediese el hecho que viniera a refrendar el enunciado del que son portadoras. Ahora bien, ¿qué ha de suceder para que un hecho ilógico deje de serlo? Y si son los simples hechos los que determinan la verdad, por ilógicos que sean, ¿cómo podremos expresarlos sin mediaciones lógicas?

2 comentarios:

Héctor Meda dijo...

Es curioso que acuses de asumir a los positivistas aquello que, cómo los racionalistas, de hecho no acaban de asumir, a saber: que nuestra estructura cognitiva NO es isomorfa con la real, razón por la cual nuestro mundo no es naturalizable, es sobrenatural.

De lo contrario, seríamos capaces de aprehender in totum toda la realidad. No es el caso, ergo bla bla bla.

Voy cogiéndote (algunos) desencuentros:

la noción de verdad del positivismo, esto es, la adaequatio o conformidad entre los hechos y lo que se dice de ellos.

No necesariamente, hay quienes le dan un valor deflacionario. No el adecuacionista típicamente tomista.

Luego asumes que porque es inteligible la realidad entonces es verdadera pero la cuestión es que tranquilamente nuestra estructura cognitiva pudiera ser similar en resultados pero estructuralmente diferente con la realidad. Eso se conoce por degeneración, a diferencia de isomorfismo que implica idénticas estructuras de modo que un par de ellas lo son o no lo son, no puede ser que sean hasta cierto punto isomórficas. Sería como hablar de una mujer hasta cierto punto embarazada.

Siendo estructuras degeneradas puede ser que la mente y la realidad esten parcialmente coordinadas pero no en su totalidad por lo que puede ser, de hecho, será que ciertos fenómenos no pueden entenderse. Serán aleatorios.

La acausalidad, esto es, la fisura entre realidad y entendimiento forzada por la observación de los hechos desnudos allá donde nada indica que deba haber una causa, ignora -sin destruirla- la presunción que acabamos de explicar, en la que se se funda el orden universal del que la ciencia toma premisa para sus investigaciones.

Es cierto pero, a mi juicio, sigues sin demostrar que la ciencia pueda comprender in totum la realidad. El hecho de que ciertos fenómenos sean inteligibles es algo característico de el isomorfismo y la degeneración estructural, el hecho de que sea parcialmente la concordancia es algo exclusivamente característico de la degeneración estructural.

Si apuestas por el isomorfismo entonces, a pesar de nuestra finitud, toda la realidad es compre(n)sible. No creo que como creyente puedas decir eso y como cienciófilo, pues bueno, a la vista está que, a día de hoy, una omnicomprensión está lejos de ser factible.

p.d: Me gusta verte tan activo. Habías tenido una temporada que parecía que lo ibas a dejar.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Sería como hablar de una mujer hasta cierto punto embarazada.

Toda mujer encinta está hasta cierto punto embarazada. Por lo general, hasta que da a luz. Análogamente, la limitación del isomorfismo mente-materia sería la claridad de nuestras percepciones, claras hasta cierto punto, es decir, hasta que dejan de serlo.


De lo contrario, seríamos capaces de aprehender in totum toda la realidad.

No se sigue, por lo ya dicho. La aprehendemos de forma confusa. Esto es un límite al isomorfismo, ya que la matemática por definición no lo es.


Siendo estructuras degeneradas puede ser que la mente y la realidad esten parcialmente coordinadas pero no en su totalidad

Veo que estamos de acuerdo.


Me gusta verte tan activo. Habías tenido una temporada que parecía que lo ibas a dejar.

¡Y que dure! Difícilmente lo voy a dejar. Tendría que buscarme otro sitio para guardar apuntes que sé que generaré, y no vale la pena la mudanza.