viernes, 3 de marzo de 2023


La existencia no es la condición necesaria para que algún ente tenga alguna propiedad. Por el contrario, la existencia es la propiedad común a todo ente, que es el obrar. El existir es, pues, un obrar conservándose y un condicionar el ser del otro. 

Existir tampoco puede radicar en ser extenso y temporal, ya que lo que se extiende y lo que deviene son cuantitativos y proceden por grados, admitiendo un más y un menos, mientras que el ser y el no ser sólo admiten un sí o un no. Luego, dado que el ser tiene que fundarse a sí mismo o carecer absolutamente de todo fundamento, el ser no puede fundarse en un más y un menos, como si hubiera algo a lo que el ser pudiera añadirse o sustraerse como su accidente, sino en una autoafirmación.

Si no hay nada en el obrar que no esté en el existir ni nada en el existir que no esté en el obrar, entonces existir y obrar son lo mismo. Pues existir sin obrar sería un ser sin conservarse y sin condicionar el ser del otro, lo que es imposible; y obrar sin existir sería un conservarse y un condicionar el ser del otro sin ser, lo que no es menos imposible. Ahora bien, obrar es un predicado. Por tanto, dado que obrar y existir son indiscernibles, existir es un predicado.

En este sentido, es válido decir que la verdad de determinado aserto existe, ya que conserva su propio ser y condiciona el ser ajeno, aunque no tenga una naturaleza espacial o temporal. También es correcto afirmar que lo inespacial o lo intemporal existen, porque conservándose limitan el espacio y el tiempo e impiden su infinitud actual. Sin embargo, no es válido sostener que la nada existe, toda vez que el ser que no lo es todo no limita con la nada, sino con todos los seres que no es.

Siendo válida la aseveración de que determinada verdad existe, con mucha más razón es válida la que establece que la verdad común a todas las verdades existe. Esta verdad es el principio de identidad, esto es, la autoafirmación del ser, que epistemológicamente se corresponde con el principio de no contradicción. De lo cual se sigue que todo lo no contradictorio es verdad; que la verdad absoluta existe necesariamente, dependiendo sólo de sí misma; y que, puesto que todo lo que existe es verdadero y está condicionado por la verdad, y lo es también lo que no existe en el mundo en tanto que posible, la verdad obra máximamente en el mundo y fuera del mundo.

El ser que existe necesariamente y obra máximamente es Dios. Luego la verdad absoluta es Dios y es por ello absolutamente innegable que Dios existe, siendo ésta una verdad tan poderosa que quienquiera que pretenda negarla incurrirá forzosamente en contradicción.

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