No se nos ha concedido la inmortalidad porque nada hay más peligroso que un hombre sin temor. Temer es un signo de impotencia, y sin embargo es necesario para que seamos útiles al cuerpo social. Si la moral resultase, como quiere el darwinismo, una prolongación de las costumbres heredadas de nuestra prehistoria animal, no se entendería que una de sus bases más importantes fuera algo tan dependiente de factores externos como el temor -y, por tanto, algo no heredable.
viernes, 7 de noviembre de 2008
Humanidad negativa
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1 comentario:
A raíz de este párrafo y de la respuesta al mismo, argumento en el blog de Hector:
En cuanto a mí, tampoco me considero antidarwinista, ni darwinista por cierto. Hay presupuestos filosóficos en los hallazgos de Darwin que fueron anticipados por Leibniz; sus resultados tampoco me parecen incompatibles con la Biblia, como ya he defendido en alguna ocasión.
Me opongo, sin embargo, a ese materialismo pandarwinista que se ha apoderado de las universidades, los medios de comunicación y las tertulias de mesa camilla. Ni el hombre puede reducirse al animal, ni el animal al vegetal, ni el vegetal al mineral, a no ser que lo hagamos en base a doctrinas abstractas como la monadología, que ve vida en cada ápice de materia. Pero la psicología y la moral humanas no guardan parangón con las de los animales, salvo en lo obvio. Sólo puede afirmarse lo contrario desde la superficialidad o la mentira.
Si el temor al castigo -no cualquier temor- fuese adaptativo, no necesitaríamos las leyes para hacer el bien. Si estuviera programado en nuestros genes como el hambre o las ganas de copular, de más estaría enseñarnos a ser virtuosos o simplemente educados: obedeceríamos a la autoridad mientras la desobediencia pudiera estimarse peligrosa para el infractor; quizá también cuando dejara de serlo, pues a veces se come sin hambre. Pero el ser humano es contradictorio, así que la cuestión no resulta tan simple como esos vendedores de crecepelo pretenden.
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