miércoles, 26 de noviembre de 2008

La verdad en la política


Decir que las instituciones deben ser neutrales en lo simbólico es desconocer que ellas mismas son símbolos, hitos de una historia que las legitima indirectamente, a modo de capa basal de su legitimación jurídica. La peregrina idea rousseauniana de que el hombre neutro es el hombre puro, el buen salvaje libre de prejuicios y mejor predispuesto a la convivencia, se extiende aquí al Estado, un marco sin marcas, un terreno siempre virgen, siempre violable, expresión virtual de la suma de las voluntades, código abierto reducido a entelequia.

En cuanto a la separación Estado-Iglesia, habría que matizar si se trata de una separación orgánica, que la propia Iglesia ni discute ni ha discutido, o bien de una escisión cultural por la que viniese a reconocerse que existe una doctrina estatal positiva (EpC) formal y axiológicamente distinta a cualquier otra "moral privada". Irónicamente, una moral así pensada para pacificar sólo podría apoyarse en la fuerza, sea contra la objeción de conciencia en general, sea contra el resto de Estados con morales discordantes.

Hace poco propuse con más voluntad que acierto a varios bloggers que expusieran cuál era el fundamento moral de la izquierda. Con ello, acaso indirectamente, me estaba preguntando por el fundamento moral de la democracia, ya que sin el pluralismo de al menos dos opciones racionales y distintas entre sí ésta pierde su sentido. Nadie logró mostrármelo. Por lo que me pregunto, ¿puede proclamarse un Estado social y democrático de Derecho sin presumir confesionalmente que sus miembros reconocen ciertos principios caritativos, esto es, que no derivan de la estricta justicia aritmética o geométrica de dar a cada cual lo suyo (por razón de igualdad o de mérito)?

PD: Actualizado a 28/11/2008.

2 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

Una institución sólo puede ser neutral si carece de convicciones, es decir, si es una institución deshabitada en una isla desierta.
La cosa sería divertida si quienes defienden -a mi modo de ver inconscientemente- el vaciado simbólico del espacio público no creyeran en la moralidad de esta propuesta. Pero no solamente creen esto, sino que además se consideran moralmente superiores. Y eso comienza a cansar ya un poco.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Es una iconoclastia sospechosa, claro. Extraño prurito de asepsia que, con idéntico pretexto, manifiestan a la hora de redefinir el uso común del lenguaje, donde radica todo símbolo y todo significado en la dimensión pública del individuo.

Un sistema político sin atributos ideológicos, es decir, que no derive (o diga no derivar) ni de la razón ni de la historia comúnmente aceptadas, es "de facto" autoritario, aunque tenga una forma democrática. Spinoza, al definir la democracia en términos de conato, como "la asociación general de los hombres, que posee colegialmente el supremo derecho a todo lo que puede" llegó a la conclusión -dudosamente libertaria- de que "estamos obligados a cumplir absolutamente todas las órdenes de la potestad suprema, por más absurdas que sean, a menos que queramos ser enemigos del Estado y obrar contra la razón, que nos aconseja defenderlo con todas las fuerzas. Porque la razón nos manda cumplir dichas órdenes, a fin de que elijamos de dos males el menor".