viernes, 14 de noviembre de 2008

El valle de los huesos secos




Dios, que fue providente en tantos aspectos de nuestra salvación, se ocupó poco o nada de definir un pensamiento político para su pueblo. Encontramos en la Biblia, no obstante, una defensa tenaz del derecho natural y, más allá de éste, recurrentes alegatos en favor de la igualdad, así como una clara preferencia por las monarquías, dado que "el género humano se asemeja más a Dios, sobre todo, cuando es más uno, porque la verdadera razón de la unidad se encuentra solamente en Él" (Dante).

De la religión cristiana se ha dicho que es enajenante por diluir el dinamismo del sujeto en un horizonte de esperanzas inciertas. O que promueve un solipsismo exacerbado, hasta el punto de que ningún cristiano obraría más que para su propia salvación. La primera crítica es propia de los espíritus fuertes como Marx, mientras que la segunda suele provenir de espíritus generosos como Rousseau. Pero también pueden darse juntas, al modo de Escila y Caribdis.

Piensa así quien obvia la dimensión "ad extra" de la moral criticada para reducirla a su fundamento escatológico. Y no es muy aventurado hallar un poso de sentimiento culpable en esta acusación, puesto que si la ideología socialista peca de algo es de poco fundamentada. No es la idea la que, mediante sus abanderados, engendrará realidad (Hegel), sino ésta la que se encargará de formar al nuevo hombre, el cual no dispondrá de otro fin vital que el sacrificio por la república que lo sustenta. Ahora bien, frente al altruísmo exigido en los regímenes autoritarios, dictado por las leyes de la escasez, la caridad es enseñada por los cristianos como una efusión generosa y espontánea.

La diferencia entre Jesús y la izquierda es, pues, tan grande como la que separa la moral de la ética. Jesús invita a sus discípulos a ser perfectos, mientras que la izquierda obliga a la totalidad a someterse al llamado bien común; las recompensas de Jesús son trascendentes y espirituales, las de la izquierda meramente materiales; Jesús apela al individuo y al temor de Dios, la izquierda al colectivo y a la consciencia de clase.

El pensamiento izquierdista es, en la práctica, la traducción maquinal y decimonónica de la eclesiología inquisitorial cristiana, que podría resumirse en el lema a la virtud por la fuerza.

2 comentarios:

Héctor Meda dijo...

Bueno, apunto primero lo que me ha gustado de este post.

Tal vez sí sea (como demuestran estas dos parábolas y su moraleja) Jesucristo el primer religioso en distinguir norma moral y ley jurídica siendo esta distinción un gran hallazgo de las sociedades modernas.

Buen apunte también el de que la izquierda no sabe o no tiene claro esa distinción.

Ahora bien dos críticas:

La primera es que o esta frase está mal o no la entiendo:
obvia la dimensión "ad extra" de la moral para reducirla a su fundamento escatológico.

Querrás decir que la izquierda, como toda ideología no trascendentalista, obvia el fundamento escatológico, ¿no?

Por otro lado que la religión cristiana se ha dicho que es enajenante por diluir el dinamismo del sujeto en un horizonte de esperanzas inciertas (buena frase) es una crítica que yo asocio también al naturalismo (de hecho la formulo más o menos en mi post sobre la moralidad del mercado) puesto que resulta imposible obligar al ser humano a realizar una arbitraria serie de comportamientos (frugalidad, castidad, etc) disonantes con sus instintos naturales.

Y es aquí donde yo me muestro disidente con la tésis del post porque considero que, efectivamente, cualquier ética maximalista, incluida, ahora me doy cuenta, el socialismo igulitarista y la moral católica, resulta peligrosa para la sociedad cuando pretende tener cuota política porque no sabe hacer la distinción, tan feliz para nuestro progreso, entre norma y ley.

La verdad es que este tema se merece un post pero este finde no creo que alcance a coger algo de tiempo :-( aunque lo intentaré

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Querrás decir que la izquierda, como toda ideología no trascendentalista, obvia el fundamento escatológico, ¿no?

Me refería a que obvia en aquello que critica (es decir, el cristianismo) la dimensión "ad extra" de la moral. La afirmación era ambigua, tienes razón. La he corregido ya.



Y es aquí donde yo me muestro disidente con la tésis del post porque considero que, efectivamente, cualquier ética maximalista, incluida, ahora me doy cuenta, el socialismo igulitarista y la moral católica, resulta peligrosa para la sociedad cuando pretende tener cuota política porque no sabe hacer la distinción, tan feliz para nuestro progreso, entre norma y ley.


No es así. La doctrina cristiana establece que hay que someterse al poder aunque sea injusto, sin perjuicio de que quepa contra él la resistencia moral.

Además, dentro del propio edificio cristiano no todos los preceptos son exigidos con el mismo rigor, distinguiéndose los veniales de los capitales, por lo que yo no consideraría que su ética es maximalista. Y ello siempre que pueda hablarse de una ética "per se" cristiana (o sea, independiente de la autoridad del Papa y su plasmación coyuntural), cosa que yo pongo en duda en este post.