Lo extenso no puede ser infinito en acto y, por consiguiente, no carece de contrario. Luego lo extenso coexiste con lo inextenso. Por tanto, puesto que es imposible que haya un tercer elemento separándolos o que constituyan dos universos distintos, se da entre ambos un vínculo causal.
Hemos probado que lo extenso no es ingénito y eterno. De lo que se sigue que lo extenso es causado en el tiempo por lo inextenso, conclusión forzosa si excluimos la autocausación y que la nada pueda generar algo.
Del mismo modo, se ha mostrado que todo paso del ser al no-ser o del no-ser al ser es indivisible; y que lo indivisible no puede nacer en lo divisible, sino que o bien ha de ser un efecto de lo indivisible o bien ha de reputarse ingénito y eterno.
Cuando lo inextenso es causa eficiente de lo extenso, el obrar de lo inextenso coincide con el empezar a ser de lo extenso. Por el contrario, cuando lo inextenso es causa deficiente de lo extenso, el obrar de lo inextenso se corresponde con el no obrar de lo extenso, así como el obrar de la tiniebla se corresponde con el no obrar de la luz.
Hemos dicho también que el todo debe mantenerse siempre igual a sí mismo, ya que, al comprender la totalidad de lo que ha sido, es y será, no es posible que evolucione hacia otro ser distinto. Esto entraña que, si pertenece a la naturaleza de lo extenso el extenderse indefinidamente, lo inextenso -entendido aquí como causa deficiente de lo extenso- deba disminuir en la misma proporción para que el todo permanezca inalterado. Ahora bien, dado que lo inextenso es finito en cuantidad, ya que limita lo extenso y está asimismo limitado por ello, no es admisible que disminuya por un tiempo infinito. En consecuencia, disminuirá por un tiempo finito, esto es, hasta que lo extenso alcance su extensión máxima. Lo que conlleva que la expansión de lo extenso no será sempiterna.
El todo, en tanto carece de contrario, no puede ser destruido naturalmente, por cuya razón puede y debe autoconservarse por toda la eternidad. Pero lo extenso, que es una parte del todo, tiene en lo inextenso su contrario y cifra su autoconservación en extenderse, no puede extenderse eternamente, dado que, si así fuera, se seguiría cualquiera de estos dos absurdos: o que lo extenso, existiendo finitamente en un tiempo, tendría una virtud infinita mediante la que aniquilaría a su contrario, existiendo infinitamente en otro tiempo y aumentando su infinitud en los sucesivos; o que lo extenso y lo inextenso, siendo ambos infinitos, serían contrarios recíprocos. Lo primero es imposible porque no hay proporción entre lo finito y lo infinito, de manera que ninguna mudanza de lo finito puede trascender su finitud ni, a la inversa, ninguna mudanza de lo infinito puede reducirlo a la condición de finito. Lo segundo también es inadmisible, toda vez que lo infinito carece de contrario.
Pues bien, si es cierto que lo extenso no puede estar siempre en expansión, ha de afirmarse que el universo, que se debate entre la atracción y la repulsión de sus partes, sin que pueda alcanzar jamás el equilibrio dada su inestabilidad y asimetría, deberá empezar a contraerse cuando llegue al punto de su extensión máxima. Sin embargo, en la medida en que lo inextenso, por los mismos motivos, tampoco puede dar lugar a un proceso eterno de contracción de lo extenso, constreñirá lo extenso a su extensión mínima, comprimiendo todo cuerpo en una minúscula amalgama, y ello hasta el reinicio de un nuevo ciclo expansivo, con la consiguiente destrucción y regeneración del orden universal.
Esta oscilación del mundo en eones expansivos y contractivos conduciría, dada la finitud del mundo y el número finito de combinaciones posibles entre sus partes, a una eterna repetición de lo mismo. Lo que ha de rechazarse, ya que si lo extenso no es ingénito, la línea temporal no es circular, por lo que dos tiempos no son nunca idénticos, habida cuenta que el pasado o el futuro de un tiempo X nunca será el mismo que el de un tiempo Y. Esta contradicción entre el carácter irrepetible de un hecho (sustentada también en el principio de la identidad de los indiscernibles) y la necesaria repetición de lo finito en un tiempo infinito nos lleva a postular el fin sobrenatural del tiempo como única forma de resolución de la aporía.
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